8 mins - 13 de Diciembre de 2021, 18:46
El cambio climático y la pérdida de biodiversidad es un problema al que se enfrentan todas las sociedades y que ya no podemos detener, pero sí mitigar sus efectos negativos. ¿Cómo deberían cambiar las empresas sus estrategias, procesos y conductas para ser más sostenibles? ¿Qué puede hacer la tecnología para favorecer dicho cambio? En este artículo exploramos algunas de las prioridades, herramientas y conceptos que nos ayudarán a encarar el futuro con más confianza.
Cómo hacer frente a la crisis climáticaEl informe del IPCC 2021 no trae buenas noticias. El cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la degradación de ecosistemas ya están en marcha y es demasiado tarde para detenerlos. Ahora, nuestros objetivos globales deben dirigirse a hacer todo lo que esté en nuestra mano para que el aumento medio de la temperatura sea lo más bajo posible (alrededor de 1,5 grados Celsius) y se detenga la degradación de los ecosistemas y la pérdida de especies como consecuencia del impacto negativo de la actividad humana.
Es fundamental comprender este contexto de partida para afrontar la escala y ambición medioambiental que ya se están dando en la esfera empresarial y gubernamental. La gran pregunta que todos nos hacemos, claro, es ¿podemos ser sostenibles y, a la vez, tener crecimiento social y económico?
No faltan iniciativas de gran envergadura a nivel global, regional y nacional. La Agenda 2030 de la ONU establece una visión y objetivos claros para fomentar una conducta más sostenible a todos los niveles, desde las emisiones de carbono y la contaminación, por una parte, hasta una transición hacia modelos socioeconómicos justos, equitativos e igualitarios, por otra.
El Pacto Verde de la UE se basa en esta estrategia de la ONU para proponer algunos objetivos muy ambiciosos para los estados miembros respecto a la transición hacia un modelo productivo más sostenible, que aborde coyunturas como la cadena de valor alimentaria ('De la Granja a la Mesa'), la incorporación de las energías renovables a los sistemas energéticos, la protección, conservación, restauración y gestión sustentable de la biodiversidad y la lucha climática mediante compromisos de emisiones netas cero para 2030 y nulas en 2050; en definitiva, objetivos transformadores, ambiciosos y de enorme dificultad.
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Todas estas iniciativas se han iniciado a raíz del empuje que supuso, en 2015, el Acuerdo de París por el Cambio Climático, que ya han ratificado casi todos los países del mundo e incorporado a sus propios objetivos nacionales. Ello ha obligado a afrontar un cambio de paradigma, al incorporar una visión holística de la sostenibilidad y del impacto que ésta supone en la sociedad y la economía. Por ello, es necesario aplicar nuevas y mejores formas de medir, evaluar, dar seguimiento y monitorizar las acciones de gestión para garantizar la transparencia, la eficacia y la credibilidad a un mercado cada vez más exigente.Este sentido de propósito común, este reconocimiento conjunto de que la crisis es real y debe abordarse con toda la seriedad y dedicación posibles, representa un gran paso adelante. Ahora existe unidad y compromiso por parte de los gobiernos en el camino hacia una vida en armonía con el medio natural que se base en un nuevo modelo de crecimiento económico sostenible. Hasta aquí, todo bien. Pero para nosotros la gran pregunta es: ¿cómo traducir los marcos globales en estrategias y compromisos empresariales?
Las empresas toman la delanteraLa verdad incómoda que todos conocemos es que la única manera de superar con éxito el reto de la sostenibilidad y la transición hacia un nuevo modelo de crecimiento es hacerlo juntos como sociedad. Sin embargo, lo cierto es que el sector empresarial, mediante los millones de medidas adoptadas por cada empresa, grande o pequeña, en todos los sectores y en todos los países, forma parte importante de la solución al poder generar cambios en los hábitos sociales de conducta.
Todo modelo de negocio, en mayor o menor medida, da respuesta a seis clases distintas de capital: financiero, construido, intelectual, social, humano y natural. Cualquier decisión que se tome sobre la gestión de uno de ellos producirá cambios que incrementarán o disminuirán el valor de los demás capitales. La suma de este conjunto dinámico de capitales compone el valor integral o real de una compañía.
Éste es un concepto que no resulta difícil de entender. Los inversores buscan poner su capital en negocios que tengan un futuro a largo plazo, que sean sostenibles, generen impacto y den beneficios. Por tanto, aquellas empresas que no actúan de una manera sostenible al no tener en cuenta el capital natural o social, representan malas inversiones al generar impactos negativos o implicar más riesgos sobre el resto de capitales. Se trata de una explicación tanto sencilla como rotunda, pero ¿cómo funciona en la práctica?
En primer lugar, se ha producido un cambio patente de mentalidad en la sociedad. En segundo lugar, también se ha dado en la definición de capital, más alejada de los fondos y los activos y que ahora incluye una visión más holística del concepto de valor o capital (véase el valor del que representa el medio natural como activo por los bienes y servicios que entrega a la economía y la sociedad). Esto significa que se atribuye un valor monetario a los recursos naturales que se utilizan para llevar a cabo las operaciones comerciales o que contribuyen o facilitan el desarrollo del negocio. Esta visión de la naturaleza como soporte y prestadora de bienes y servicios permite medir el valor que representa el medio natural y el valor en riesgo existente para la sociedad y la empresa en el caso de destruirla o degradarla. Esta nueva forma de interpretar el mundo nos lleva al:
Crecimiento sostenible mediante modelos económicos doblemente materialesEn NTT DATA hemos utilizado este concepto consolidado para desarrollar herramientas tecnológicas que permitan a los líderes empresariales y a los inversores medir el impacto, positivo y negativo, generado por la empresa sobre los recursos naturales, minerales y demandas sociales de naturaleza. Asimismo, permiten medir el efecto que este impacto tiene sobre el capital financiero y construido de la empresa, sobre el capital natural con el que se relaciona y con el capital social, humano e intelectual que representa la sociedad en general. Todo ello puede registrarse en el balance de situación como pérdida o como un riesgo a futuro cuantificable.
Una vez que se ha definido y estimado en cifras monetarias el valor que representan estos impactos sobre cada uno de los seis capitales de la empresa, es posible establecer una dirección estratégica y un plan de acción adecuado para que potencie su valor real como compañía eficiente en el consumo, reutilización de recursos e impacto sobre la sociedad, el medio y la economía. No se trata sólo de abordar el reto climático, sino eliminar la visión de túnel enfocada al carbono por una visión holística de sostenibilidad que reduzca la presión sobre determinados factores medioambientales que miden la capacidad de carga de los ecosistemas y evitan daños sociales y económicos de mayor envergadura (inundaciones, escasez de agua, interrupción de las cadenas de suministro, factores sociales que afecten a los empleados...). Por ello, la necesidad de actuar rápido con planes y estrategias transversales que minimicen el impacto y consumo sobre el medio ambiente, tales como estrategias de eficiencia energética, actuaciones de economía circular o planes de movilidad para la mejora de la calidad del aire, entre otros, se ha vuelto imprescindible.
Este enfoque relativo a la sostenibilidad puede ser idealista o visionario, pero resulta práctico, realista y, sobre todo, conduce a cambios alcanzables y medibles. Los modelos de sostenibilidad actuales se encuentran en continua evolución. Las demandas del mercado, regulatorias y financieras varían constantemente, aumentando la necesidad de aportar información financiera y no financiera incorporando el estado del medio natural. La aplicación empresarial de este modelo permite medir y evaluar si se alcanza un modelo de impacto neutro o de impacto positivo en los capitales.
El sector financiero lo tiene claro y ya ha avanzado en la dirección en la que define y mide los riesgos de inversión. ¿Tiene la empresa ya claro el camino y el fin en el que debe enfocarse la transición del negocio tradicional al negocio sostenible?
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