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Elecciones en Chile y bi-frontalidad del proceso político

Marcelo Mella Polanco

7 mins - 24 de Noviembre de 2021, 18:52

Las elecciones presidenciales y parlamentarias celebradas en Chile este domingo 21 de noviembre son relevantes porque determinan qué candidaturas pasan al balotaje del 19 de diciembre y la dirección del proceso político tras el estallido social de 2019. Los comicios se han saldado con un estrecho resultado presidencial entre el candidato de la derecha radical, José Antonio Kast (27,9% de los votos) y Gabriel Boric (25,7%), candidato del bloque Frente Amplio-Partido Comunista. Ambas candidaturas competirán en la segunda vuelta y ponen de manifiesto un espacio polarizado de competencia electoral y una democracia con impulsos bi-frontales.
 
Este carácter de la crisis chilena se expresa en la sincronía de dos impulsos con direcciones distintas, dos retóricas antagónicas en la oferta política de los candidatos ganadores. A un lado, Kast, con un mensaje de restauración de la estabilidad, que deja en barbecho su compromiso con las transformaciones institucionales impulsadas desde el espacio constituyente; al otro, Boric, con un discurso que hace hincapié en la transformación del régimen, pero que genera dudas sobre su capacidad para resolver los problemas de inestabilidad y violencia criminal que se han convertido en sistémicos en ciertas regiones del país. 

La bi-frontalidad del proceso chileno no implica necesariamente contradicción ni bipolaridad política de la sociedad. Es racional evaluar los costes económicos del cambio de las instituciones políticas, más aun cuando se han multiplicado como resultado del impacto económico de la crisis sanitaria. Las perspectivas de Chile en 2021 no son las mismas que las de 2019 y sectores importantes del país, sea por razones económicas o de fatiga pandémica, demandan con mayor intensidad recuperar aquellas "pequeñas alegrías" cotidianas (la expresión es de Marc Augé). Pero la oferta política de los dos ganadores ha contribuido a la polarización de la competencia y ha dicotomizado demandas por la necesidad de obtener ventajas electorales en un escenario estrecho e incierto. En realidad, se trata de demandas de transformación y demandas de orden, que requieren diferentes tiempos de respuesta y soluciones diversas desde el punto de vista territorial.
 
Gráfico 1.- Resultados de las presidenciales de Chile 2021 (1ª vuelta)
Fuente: elaboración propia con datos del Servicio Electoral de Chile (Servel).

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Otro resultado de interés reside en la votación anti-partidos, representada por el candidato outsider Franco Parisi y que, aun cuando no ha estado en en el país durante la campaña ni ha participado en los debates, ha logrado una adhesión del 12,8% que puede ser decisiva en la segunda vuelta. Según datos de Pulso Ciudadano–Activa, los electores de Parisi fueron mayormente hombres (63%), pertenecientes a los grupos socioeconómicos que van desde el C3 al E, entre 18 y 40 años, sin militancia política y residentes en su mayoría en las regiones del norte. Es precisamente en estos territorios donde el problema migratorio ha adquirido en las últimas décadas elementos de problema sistémico, lo que se suma a la escasa efectividad de las políticas públicas percibida a nivel regional en cuestiones como la delincuencia, las jubilaciones y la salud, entre otras. Asimismo, el crecimiento del voto anti-partido ha perjudicado el desempeño electoral de los candidatos de las coaliciones integradas por los partidos tradicionales: Sebastián Sichel, por el centro-derecha, y Yasna Provoste, por el centro-izquierda (ex Concertación).  
Por lo que respecta a la composición del Congreso Nacional, los resultados muestran una recuperación de Chile Podemos Más (centro-derecha), que ha obtenido el 34,2% en diputados y, así, alcanzando el tercio histórico del sector. A esta cuota se debe agregar el 9,7% de los escaños obtenido por el Frente Social Cristiano (ultraconservador). En su conjunto, la derecha controlará en la nueva legislatura 68 escaños (el 43%), una cuota similar a los 72 obtenidos en las elecciones parlamentarias de 2017 y por encima de su desempeño en las convencionales constituyentes de hace seis meses (sólo 37 escaños y el 20,56% del voto).

En el lado de la izquierda, los bloques Nuevo Pacto Social (ex Concertación) y Apruebo Dignidad consiguieron cada uno un 23,9% de los escaños. En cuanto al Senado, la composición resultante es de 23 escaños para la derecha, 22 para la izquierda y cinco independientes (dos de ellos cercanos a la derecha).
 
Gráfico 2.- Resultados de las elecciones chilenas a diputados (2021)
Fuente: elaboración propia con datos del Servel.

Con esta correlación, cualquiera de los dos candidatos en la segunda vuelta tendrá, de ganar, que construir y mantener una coalición de respaldo, así como hacer viable el futuro Gobierno en el Poder Legislativo. La composición del nuevo Congreso, fragmentada pero con un mayor equilibrio entre fuerzas políticas, puede que produzca efectos virtuosos en el medio plazo como, por ejemplo, potenciar acuerdos transversales entre las distintas bancadas parlamentarias y fortalecer un mínimo de confianza para avanzar en la reactivación económica.  
 
Para ganar el gobierno en el balotaje de diciembre, los candidatos deberán crecer electoralmente hacia el centro y ajustar sus programas para convencer a nuevos votantes. En el caso de Kast, los principales desafíos son atraer al electorado anti-elite de Parisi y compensar la mayor capacidad de movilización de Boric en Santiago. Para éste, el reto consiste en mejorar su poder de convocatoria en las regiones, especialmente en el sur, y enganchar en la campaña a la Democracia Cristiana (DC) y al Partido Comunista (PC). Una parte importante de los apoyos de la DC, sumergida en una crisis sin precedentes, puede optar por no votar por Boric al representar a un bloque que incluye al PC y que ha sido demasiado hostil en su intento por convertirse en una coalición ascendente. Para los comunistas, por el contrario, el buen resultado obtenido a nivel parlamentario puede reducir los incentivos para ir a votar. 



Para muchos, los resultados del 21 de noviembre en Chile cuestionan la coherencia del comportamiento ciudadano, debido a la sincronía del impulso transformador del proceso constituyente y el más reciente impulso restaurador que se ha manifestado en estas elecciones con la recuperación de la derecha. Pero no existe tal incoherencia. La heterogeneidad de las demandas del estallido del 18-O y el impulso transformador se corresponde con un proceso a largo plazo; y las demandas de estabilidad y orden, con intereses a corto surgidos de los costes asimétricos derivados de la prolongación y multi-dimensionalidad de la crisis. Puede que el solapamiento temporal de ambos impulsos sea consecuencia de un sesgo de inmediatez o de incapacidades heurísticas de una clase política demasiado empeñada en resolver problemas de legitimidad, pero que tiende a descuidar los de eficacia, en un contexto de demandas y frustraciones sociales heterogéneas. 
 
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