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con la colaboración de

La clase feminista: el voto de las mujeres a los partidos socialdemócratas

Nerea Gándara Guerra

9 mins - 2 de Noviembre de 2021, 20:12

Hace un tiempo asistí a una clase sobre una de las biblias para entender el dilema y declive de los partidos socialdemócratas, 'Paper Stones', de Adam Przeworski y John Sprague. Para ilustrar la encrucijada electoral que centra el ensayo y a la que se enfrentan estos partidos (apelar a las clases medias y perder las trabajadoras, o viceversa), el ponente eligió dos fotos: el clásico obrero de mediados del siglo XX, frente a un 'hipster' bien educado de hoy en día. Mi pregunta fue: ¿y las mujeres? 
 
Como bien apunta Marta Fraile en este artículo, sobre el comportamiento político de las mujeres sabemos poco; y todavía menos de su relación con los movimientos feministas de los últimos años. Esta laguna académica se vuelve más evidente si tenemos en cuenta los cientos de ensayos publicados sobre el declive de los partidos socialdemócratas, mientras que la creciente importancia de las mujeres y el feminismo en la agenda pública no suscita tanto interés. En la política española, la popularidad del feminismo se refleja en ayuntamientos teñidos de morado durante el 8-M, en la foto del primer Gabinete de ministras de Pedro Sánchez o en la búsqueda de los partidos, de casi todo el espectro ideológico, de la etiqueta feminista. Sin embargo, y a pesar de su aparente vínculo, está aún por responder la pregunta de si los partidos socialdemócratas han sabido capitalizar en votos el auge de nuevas identidades y alianzas ciudadanas como la feminista. El objetivo de este análisis es ofrecer algunas claves para entender mejor esta cuestión.

El voto de las mujeres: de tradicional a moderno; y a ¿feminista?
Cuando se habla de brecha de género, la mayoría entiende que lo hacemos de la brecha laboral y  salarial. Sin embargo, aquél es un concepto mucho más amplio, que abarca las diferencias entre hombres y mujeres en una variedad de ámbitos como el conocimiento, la eficacia o la participación política. Por ejemplo, las mujeres tienden a saber menos de política, sentirse menos seguras de sus conocimientos y capacidad de influencia política e incluso votar menos que sus conciudadanos del género masculino. Esta brecha política no se limita a una cuestión de 'recursos' o implicación en la vida política, sino que también se extiende al ámbito ideológico. Es decir, en muchos casos existe una distancia ideológica promedio entre las actitudes entre hombres y mujeres, la denominada brecha política de género.  Por lo general, el consenso académico (aunque con sus detractores) es que ésta ha pasado por dos fases: la tradicional y la moderna.

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Durante gran parte del siglo XX, a las mujeres se las consideraba más conservadoras que los hombres
, siendo éste uno de los principales argumentos para negar el sufragio femenino, como sucedió en España con el debate entre Victoria Kent y Clara Campoamor. Estados Unidos fue el primer caso en el que se rompió este paradigma, al hacerse evidente en los años 80 que las mujeres votaban más al Partido Demócrata que los hombres. Durante la década de los 90, la brecha de género moderna ya había reemplazado a la tradicional en la mayoría de los países post-industriales y las mujeres se alineaban ideológica y electoralmente a la izquierda de los hombres

Para explicar este cambio, la tesis más influyente es la de Inglehart y Norris, que achacan la brecha de género a la "modernización": la inclusión de la mujer en el mercado laboral trajo consigo cambios culturales, entre los que cabe resaltar la secularización de las sociedades y el aumento de las actitudes igualitarias. Desde una óptica similar, otros estudios argumentan que, dado que ellas son más vulnerables que los hombres en el mercado laboral, esto las hace más proclives a apoyar políticas socialdemócratas.

Sin embargo, en un análisis comparativo más reciente, Dassonneville observa que la brecha política varía significativamente de tamaño entre periodos y países y que, en todo caso, de existir una tendencia general ésta sería la convergencia ideológica entre géneros para las nuevas generaciones. La Figura 1, que muestra la evolución reciente de la brecha política de género en Francia, Italia, España y Holanda con datos de la European Social Survey, apunta una tendencia similar. Con todo, seguimos sin tener respuesta a la variación de esta brecha entre países y cohortes similares, ni a su relación con los movimientos feministas, a pesar de la evidencia de que éstos influyen en las actitudes igualitarias y el proceso de socialización
 
Gráfico 1.- Auto-ubicación ideológica por géneros en Francia, Italia, Países Bajos y España (2009-2019)
Fuente: European Social Survey.
 
La brecha política de género en España
El caso de España es, sin embargo, excepcional: no se produjo esta transición de la brecha tradicional a la moderna, sino que el voto femenino pasó a no distinguirse del masculino. Aunque se suele asumir una mayor cercanía de las mujeres al PSOE, lo cierto es que ni siquiera tras la intensa agenda política en materia de igualdad implementada por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se observó un gran cambio a su favor en el comportamiento político femenino. No obstante, un patrón que sí se cumple en España, al igual que en Europa, es la brecha de género con respecto a la extrema derecha: las mujeres representan una minoría del electorado de Vox

Tradicionalmente, el electorado de la derecha radical ha sido mayoritariamente masculino. Por ello, actualmente la extrema derecha europea busca en muchos casos el voto femenino moderando sus posturas sobre cuestiones específicas de género o instrumentalizando el feminismo. Esta estrategia, conocida también como 'femonacionalismo'suele hacer campaña apelando a la igualdad de género como un estatus alcanzado, símbolo del orgullo nacional, que está amenazado por la inmigración. Curiosamente, no es éste el camino que está siguiendo Vox. Para la extrema derecha española, a pesar de la presencia creciente de líderes femeninas en su seno, sigue pesando mucho más su guerra contra el feminismo y los derechos de las mujeres que las concesiones. La oposición frontal de este partido a las políticas en este ámbito que hasta ahora eran de consenso, como la ley de violencia de género, revela la importancia del feminismo a la hora de hacer sumas electorales. 



El feminismo, como ideología en la que un grupo de personas se reconoce en desventaja con respecto a otras por un sistema desigual, puede tener capacidad de movilización electoral si su dimensión es lo suficientemente grande. Esto, sumado a la relevancia para los votantes de temas políticos específicos (en vez de la auto-ubicación en un sistema ideológico) y a importancia de los grupos sociales en el comportamiento político, convierte al feminismo en un potencial clivaje dentro de la política española. En el caso de Vox, podemos intuir que su estrategia es, precisamente,  movilizar al grupo opuesto al feminismo; en muchos casos, hombres jóvenes. En el caso de la izquierda, la lucha por el voto feminista se dirime entre Podemos y el PSOE.
 
Gráfico 2.- Evolución del porcentaje de españoles que consideran el feminismo como su primera identidad política
La competición política en la segunda dimensión
Cuando se habla del declive de la socialdemocracia, uno de los principales argumentos es la disyuntiva entre apostar por la primera dimensión política o por la segunda. Es decir, apelar a los votantes de clases materialmente más bajas, pero más tradicionales o autoritarios en ámbitos como la inmigración o la igualdad de género; o bien hacerlo a votantes de clases medias, más liberales en la segunda dimensión. Esta tesis, además de incorrecta, tiende a considerar la preocupación por la igualdad de genero, o el feminismo, como una ideología minoritaria o muy limitada a las personas con un nivel de educación alto y de zonas urbanas. El segundo gran argumento para explicar la pérdida de votos de los partidos socialdemócratas es la propia erosión de la clase trabajadora industrial, tanto en términos estructurales como de identidad de clase. En esta coyuntura, en el caso de España la popularidad del feminismo (mostrada en la Figura 2) presenta para un partido como el PSOE no una disyuntiva, sino una oportunidad. 

Basados en datos de la encuesta de expertos Chapel Hill de 2019, los siguientes gráficos muestran la relevancia de la segunda dimensión en términos de libertades y derechos individuales (como el aborto o derechos LGTBIQ+) y el apoyo específico a estas políticas de cada partido. De acuerdo con este gráfico, podemos observar que Vox sobresale tanto en énfasis como en oposición hacia los derechos de las mujeres y personas LGTBIQ+. Por el contrario, casi todos los partidos de izquierdas a nivel nacional (a excepción de IU) presentan niveles igual de altos en la relevancia de la segunda dimensión. Con respecto al apoyo a las reivindicaciones políticas por parte del colectivo feminista y LGTBIQ+, aunque Podemos va en cabeza, la distancia con su socio de Gobierno es pequeña. Así, podemos concluir que si el principal problema de la socialdemocracia es la pérdida de un electorado que desaparece y su dificultad para atraer a otros sectores sociales, parece más sensata la apuesta por representar a nuevos grupos e identidades en alza como la lucha feminista.
 
Gráfico 3.- Relevancia y apoyo a las políticas de igualdad de género y derechos LGTBIQ+ por partidos
Fuente: Chapel Hill (2019).
 
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