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con la colaboración de

Una gran oportunidad para la España interior

Ignacio Urquizu

28 de Octubre de 2021, 15:24

El mundo energético anda revuelto. No sólo el precio de electricidad ha aumentado notablemente, sino que además parte de los territorios de la España interior no quieren instalar en sus zonas los parques eólicos y fotovoltaicos del futuro. Prueba de ello es que el pasado 16 de octubre se manifestaron miles de personas en Madrid, protagonizando un clamor contra la instalación de las energías renovables.

Lo primero que debemos aclarar es que no todos los que vivimos en la España interior pensamos de la misma manera. De hecho, algunos vemos en las renovables la gran oportunidad que no hemos tenido en las últimas décadas. Uno de los problemas que arrastramos en esta parte del país es que cada vez que se ha producido una revolución económica (como fue, por ejemplo, la industrialización) nosotros nos quedamos al margen. En la España interior no se instalaron las fábricas, sino que se fueron a las grandes ciudades y sus periferias. Y si surgía alguna oportunidad, a veces eran las propias élites locales las que se oponían. Una nueva empresa habría implicado una subida de los jornales en el campo, algo que los terratenientes de entonces no estaban dispuestos a tolerar.

De hecho, los datos de una encuesta reciente muestran que sólo el 25% de la población de la España rural se opone a los parques eólicos y fotovoltaicos. Por lo tanto, el punto de partida es que la inmensa mayoría de la ciudadanía del interior se muestra favorable a la instalación de las energías limpias en sus territorios.
 
[Con la colaboración de Red Eléctrica de España]

Eso no significa que haya 'barra libre'. Es decir, la construcción de estos parques eólicos y fotovoltaicos no sólo deben cumplir con la normativa vigente y superar todos los procedimientos existentes, sino que además deben afectar lo menos posible a las economías locales, constituyendo también una nueva oportunidad de empleo e ingresos para las poblaciones. ¿Cómo conseguirlo? 

La primera condición creo que está fuera de toda duda: cualquiera que se haya enfrentando a la tramitación de la instalación de una fuente de generación de energía renovable conoce la cantidad de informes necesarios. Las plantas eólicas y fotovoltaicas pueden llevar años de tramitación administrativa, puesto que deben asegurarse todas las garantías medioambientales. De hecho, si algo se está produciendo es un retraso enorme en la instalación de los megawatios necesarios para cumplir con los objetivos de energías limpias. Es un error transmitir la idea de que las empresas energéticas pueden hacer lo que quieran, porque no es así. La legislación es muy exigente y garantista.  

En segundo lugar, estamos trabajando para que estas plantas afecten lo menos posible a nuestras economías locales, las cuales se apoyan de forma importante en la ganadería y la agricultura, siendo sectores muy afectados al ocupar los terrenos de pastos y tierras de cultivo. No obstante, estas instalaciones energéticas están innovando enormemente en los últimos años. Así, muy pronto vamos a ver la construcción de plantas fotovoltaicas que combinan la generación de energía con el cultivo del cereal y con el pasto de ganado. Pero no sólo eso: en los planes de transición energética justa se está contemplando la posibilidad de que parte de la inversión de estas empresas se destine también a la extensión del regadío, por ejemplo, algo que permitiría aumentar la productividad de los cultivos. Es decir, el objetivo es instalar la producción de energías limpias afectando lo menos posible a los sectores económicos más tradicionales e, incluso, mejorando en ocasiones su productividad.



En tercer lugar, las plantas fotovoltaicas y eólicas van a ser una notable fuente de ingresos para las administraciones locales. Además de los tributos y tasas que deberán pagar, que van desde licencias de obra hasta el Impuesto sobre Bienes Inmuebles (IBI), en algunas poblaciones estamos trabajando para que estas instalaciones se ubiquen en terrenos públicos. Así, los alquileres de los terrenos revertirán también en la ciudadanía.

Estas nuevas fuentes de ingresos van a permitir la modernización de nuestras localidades. Si somos capaces de dar un buen destino a estos fondos, no sólo podremos prestar más y mejores servicios, sino que además podremos invertir en la generación de ecosistemas atractivos para la atracción de talento y la innovación. Si nuestros territorios son más atractivos en su modernización, podremos seducir con ello a más población y a futuras inversiones. Eso sí, debemos aprender de lo sucedido en las cuencas mineras en las últimas décadas para no volver a cometer los mismos errores.

Pero no sólo eso: en algunos territorios como Aragón se está trabajando en la constitución e impulso de comunidades energéticas locales, algo que aumentaría los beneficios económicos y sociales de la zona. Así, la energía que se produjese en un territorio se consumiría en el mismo espacio. No sólo se abarataría el coste de la energía, sino que además esa zona sería mucho más atractiva a la hora de atraer futuras inversiones.

En definitiva, las energías limpias son una gran oportunidad para los territorios de la España interior. En esta ocasión, lo que hasta ahora era una debilidad (amplios espacios con escasa población) es en estos momentos una fortaleza a la hora de atraer inversiones.
De hecho, el debate debiera centrarse en cómo podemos canalizar todos los recursos que vamos a obtener, persiguiendo la modernización de nuestros territorios para hacerlos más atractivos. Así, debemos apostar por la educación, la innovación, la conectividad… factores todos ellos que generan ecosistemas de desarrollo. Pero hay más: ante un desafío tan importante como es el cambio climático y la sostenibilidad medioambiental, la España interior puede ser la solución, algo que debería llenarnos de orgullo.  

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