11 de Mayo de 2020, 19:52
La respuesta efectiva de la ciudadanía a las políticas públicas contra la Covid-19, depende en gran medida de la comunicación clara y la confianza que las autoridades logren generar alrededor de dichas políticas. Sin embargo, esa confianza y claridad han sido difíciles de adquirir en varios países de América debido al surgimiento de la pandepolítica, un concepto aquí acuñado para referirnos a la capitalización de la crisis sanitaria (y sus efectos) para beneficio político que produce o agudiza la polarización en las sociedades. La 'pandepolítica' ha reducido, en gran parte de la región, las posibilidades de mitigar efectivamente la pandemia al impactar no sólo en la formulación y toma de decisiones frente a la crisis, sino también en el grado de implementación de esas políticas por parte de la población.
Si se hace un análisis de la dinámica política en Estados Unidos, México, Bolivia y Brasil, esta capitalización de la crisis ha marcado divisiones en cuatro aspectos fundamentales: la manera de entender la crisis y su severidad, la credibilidad en las respuestas de distanciamiento social (cierres y cuarentenas), el testeo y distribución de equipos y medicamentos y las políticas de reapertura y activación de la economía.
Esas divisiones son preocupantes si tomamos en cuenta un modelo de respuesta a la pandemia elaborado por los expertos de la Universidad de Stanford (2020) que comprueba que la división en las creencias de las personas con respecto a esta crisis sanitaria y las medidas para combatirla ha conducido a que las sociedades terminen con una mayor transmisión de la enfermedad y a un costo económico más alto.
La gran pregunta es si esa polarización será capaz de reducirse en el transcurso de la pandemia, una vez el hambre y la tasa de fallecimientos empiecen a acumularse. La historia ha demostrado cómo las crisis en muchos países han conducido a una mayor unidad y solidaridad para hacerlas frente. Sin embargo, hasta el momento se vislumbran en el continente en mayor medida las divisiones que la unidad. Así lo evidencia un análisis del Carnegie Endowment for Democracy, que se cuestiona si la crisis de la Covid-19 podrá acabar con la polarización. Si vemos las tendencias políticas en Estados Unidos y a pesar de medidas bipartidistas como la aprobación en el Congreso del Acta de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica frente al Coronavirus (Cares), la división en la definición de políticas públicas contra la pandemia se ha visto altamente agudizada por el tipo de liderazgo y la proximidad de las elecciones.
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Líderes republicanos y demócratas, así como algunos medios de comunicación, han enviado mensajes contradictorios respecto de la severidad de la crisis, provocando divergencias en cómo perciben los ciudadanos los riesgos y las medidas de distanciamiento social. No es de extrañar que esta nación sea la más abatida del mundo en términos de contagios y muertes por la enfermedad. Llama la atención que el mismo presidente Donald Trump haya incluso expresado su beneplácito con manifestantes armados que, en algunos estados, se oponen a las políticas de cuarentena de los gobernadores, políticas que él mismo recomendó a nivel nacional en su momento. Igualmente, la distribución de equipos médicos, medicamentos y pruebas ha estado afectada por enfoques utilitarios. Ese reparto se ha basado en esquemas de premiación a los estados con gobernadores que apoyan al presidente, o de castigo a aquellos en que sus gobernadores lo critican.
Bolivia es otro país en que la pandemia coincide con un año electoral. A ello se unen los problemas de gobernabilidad relacionados con la salida de Evo Morales del poder desde el año pasado y, por tanto, las divisiones y acusaciones entre el Gobierno y la oposición en medio de la crisis no se han hecho esperar. El componente económico se ha mezclado con el político y la movilización de la población del Alto y Cochabamba para exigir alimentos y bonos durante la crisis (interrumpiendo las restricciones) ha servido al Gobierno interino de Jeanine Añez para acusar a Morales de incentivar las protestas.
En Brasil el segundo país con mayor número de contagios y muertes en el continente, el presidente Jair Bolsonaro se ha opuesto a las medidas de cuarentena adoptadas por varios gobernadores estatales y los funcionarios sanitarios, llegando inclusive a despedir por ello al ministro de Salud. Bolsonaro ha acompañado a sus partidarios a las manifestaciones en las que ha expresado su oposición a negociar con el Congreso cualquier medida de confinamiento.
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Mientras tanto en México, la polarización política de antes de la pandemia se ha acentuado con mensajes divergentes que se dan no sólo entre el Gobierno y la oposición, sino dentro del mismo Ejecutivo. Mientras los especialistas de la Secretaría de Salud Federal describían a los ciudadanos las medidas de confinamiento, el presidente Andrés Manuel López Obrador atendía eventos públicos y contradecía estas medidas para evitar impactar la economía y las vidas de parte de su base de apoyo; los sectores pobres que laboran en el sector informal. En medio de esos mensajes paralelos, sólo un 30% de los habitantes de México DF ha atendido el llamado a quedarse en casa.
El estudio del Carnegie Endowment mencionado señala que sólo la buena gobernanza y un clima de confianza podrían ofrecer mayores probabilidades de reducir la polarización y alcanzar una mayor unidad alrededor de enfoques de cooperación frente a la crisis. En este sentido, países como Costa Rica han logrado hasta ahora y a pesar de algunas diferencias internas gestionar de manera más unificada la pandemia. El liderazgo y capacidad de respuesta del Ministerio de Salud y la Caja Costarricense del Seguro Social, el apoyo responsable del Congreso y la solidez de la infraestructura de salud han brindado confianza a la ciudadanía y logrado mitigar la transmisión de la enfermedad, alcanzando el menor porcentaje de letalidad del continente (0,81%).
Cabe destacar que en estados de EE.UU., varios gobernadores demócratas y republicanos han logrado gestionar localmente la pandemia de una forma menos politizada, lo que ha generado reacciones positivas ante sus políticas estatales.
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