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La verdadera lección coreana

Ramón Pacheco Pardo

9 de Mayo de 2020, 19:17

Corea del Sur le está ganando la batalla al Covid-19: consiguió aplanar la curva de infectados muy velozmente; no ha impuesto ningún confinamiento total; no ha habido millones de despidos de trabajadores; las recientes elecciones al Parlamento se celebraron con normalidad.

Es, por tanto, necesario entender la raíz del éxito de Corea del Sur para evitar que la segunda oleada de la Covid-19 pille a España desprevenida. Y, lo que es igual de importante, para prevenir futuras pandemias.

El mayor error que se puede cometer es atribuir el éxito surcoreano a factores culturales. El confucianismo hace tiempo que dejó de determinar el comportamiento de las sociedades de Asia Oriental. El liberalismo, que no neoliberalismo, el capitalismo y la democracia definen a la Corea del Sur actual. Estas tres corrientes son mucho más importantes que el confucianismo.

También es hora de desterrar estereotipos de otras épocas. Los asiáticos no son más obedientes que los occidentales. Tampoco ponen al grupo y la sociedad por delante del individuo más de lo que lo hacemos en Occidente. Al fin y al cabo, en Europa llevamos semanas de confinamiento total. El coste personal es tremendo. Pero la gran mayoría lo estamos obedeciendo y lo aceptamos porque es beneficioso para la sociedad en su conjunto.

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La principal lección que hemos de extraer del éxito de Corea del Sur es que la política de Estado es fundamental. Y es a medio y largo plazo donde la política de Estado de Corea del Sur ofrece lecciones muy valiosas para España. Al fin y al cabo, se trata de un país con una economía, población, lazos familiares e historia reciente similares a los españoles.

Para empezar, la política de Estado implica que no es el momento de depurar responsabilidades. Lo principal es poner la Covid-19 bajo control; y de salvar vidas.

La respuesta de Corea del Sur al Mers no fue buena. El país fue el segundo más afectado a nivel mundial, con 38 fallecimientos. En el resto de Asia Oriental, sólo Malasia tuvo un fallecido y ningún otro país sufrió muerte alguna. Únicamente Arabia Saudí, donde se originó la enfermedad, tuvo más fallecimientos que Corea del Sur. Pero las instituciones surcoreanas no se enzarzaron en innecesarios debates durante la pandemia. 

Una vez se superó, el ministro de Sanidad fue sustituido. Y comenzó la investigación sobre qué había sucedido.

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Éste va a ser un paso fundamental. La investigación surcoreana incluyó a Gobierno central, Parlamento, gobiernos regionales y locales, hospitales y centros e institutos de salud pública, patologías y epidemiología. No se excluyó a nadie. Y nadie se negó a participar. Las pandemias no entienden de divisiones artificiales que creamos los seres humanos.

Por supuesto que hubo sus diferencias y debates acalorados; también muchas críticas al Gobierno. Pero el objetivo principal estaba claro: que no se repitiera una situación parecida. Mirar al futuro, sin olvidar el pasado inmediato.

La política de Estado también trata de asegurarse de que las lecciones que se aprendan, no se olviden; aunque haya cambio de Gobierno.

En Corea del Sur, la organización que veló por que así fuera son los Centros Coreanos de Control y Prevención de Enfermedades, o KCDC; una organización liderada y formada por expertos, no por nombramientos políticos. De hecho, la directora del KCDC, Jung Eun-kyeong, formaba parte del mismo durante el Mers. Como directora del Centro para la Prevención de Enfermedades, uno de los que forma parte de KCDC, fue una de las principales responsables de que Corea del Sur fallase en su respuesta al Mers.

En lugar de despedirla, el Gobierno de Moon Jae-in, votado en 2017 y en las antípodas ideológicas del anterior, promocionó a Jung al puesto de directora del KCDC. ¿La razón? Nadie tenía más experiencia que ella en la lucha contra las pandemias. El Gobierno de Moon hizo política de Estado. Y Jung ha liderado la respuesta surcoreana a la Covid-19, convirtiéndose en una celebridad en su país.

La lección es que los expertos deberían de estar por encima del politiqueo y formar parte de la política de Estado. Despedir a Jung habría satisfecho a muchos diputados y votantes del partido de Moon. Pero habría dado como resultado tener a alguien de menor experiencia liderando la respuesta del país al Covid-19.

La política de Estado surcoreana también nos ofrece otra lección importante. Es hora de que España invierta en investigación y desarrollo. Pero invertir de verdad. Según la OECD, Corea del Sur destina el 4,5% de su Producto Interior Bruto (PIB) a la I+D, el segundo mayor porcentaje a nivel mundial. España destina el 1,2%. No hay justificación alguna para una diferencia tan grande, así de claro.

Los científicos surcoreanos no están necesariamente mejor formados que los españoles, pero sí que tienen mejores instalaciones, mejores sueldos y mayor estabilidad laboral. No tienen por qué emigrar para mejorar su situación, como a menudo sucede en España. Pueden hacer carrera en su país, y llegar a presidir empresas y laboratorios punteros a nivel mundial.

El Gobierno surcoreano lleva invirtiendo en el sector biotecnológico desde principios de los años 90 del siglo pasado; sin importar si es el partido liberal o el conservador el que está en el poder. El I+D no se toca. La biotecnología, tampoco. Porque salva vidas.

Muchos ahora se maravillan de que laboratorios surcoreanos desarrollasen test de calidad para detectar el coronavirus en poco más de una semana. Pero esos mismos laboratorios llevan beneficiándose de tres décadas de apoyo económico, legislativo y gubernamental. Estaban suficientemente preparados y respaldados. Y cumplieron.

Sería de desear que la política de Estado impere en España una vez que abata la Covid-19. Ésa es la lección que toca aprender. De lo contrario, España no estará preparada cuando llegue la próxima pandemia.

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