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Escuchar al adversario en tiempos de coronavirus

Laia Castro

10 de Mayo de 2020, 10:51

¿Está minando el coronavirus nuestra capacidad de empatizar con el adversario político?

Ciertamente, son muchas las muestras de solidaridad que estamos presenciando estos días entre los ciudadanos; pero, al mismo tiempo, los desencuentros y las discusiones muy subidas de tono en torno a la gestión de la Covid-19 en redes sociales y medios de comunicación se están convirtiendo en algo muy habitual, que adquiere mayor protagonismo y potencial alcance dada la gravedad de la crisis que estamos atravesando.

El conflicto político es un valor e indicador del dinamismo de nuestras democracias. Sin embargo, a tenor del incremento de la polarización política que parecen acarrear contextos como el actual, es lícito preguntarse hasta qué punto los ciudadanos van a ser capaces de responder al ideal del buen conflicto; es decir, si van a saber escucharse, evaluar sus posiciones y hallar puntos de encuentro entre tanta maraña dialéctica. ¿O va a ocurrir lo contrario, es decir, van a seguir enrocándose en posiciones irreconciliables y favoreciendo el incremento de la polarización y el extremismo político?

Muchos son los beneficios que la literatura científica ha atribuido al diálogo, la discusión y la exposición a puntos de vista distintos del nuestro. Estudios en los campos de la Ciencia Política, la Economía o la Comunicación nos enseñan que sumergirnos en entornos ideológicamente hostiles o heterogéneos nos ayuda a ser más tolerantes hacia quien piensa distinto, aviva la curiosidad por entender otros puntos de vista y acentúa la capacidad de razonar de forma más sofisticada. Y, en paralelo, nos hace más conscientes de la importancia de justificar con argumentos nuestras propias convicciones.

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Algunos medios y contextos suelen ser más propicios para este tipo de intercambios. Mis investigaciones con colegas de la Hebrew University y la Universidad de Southern Denmark, por ejemplo, sugieren que los canales de televisión públicos suelen encauzar distintas voces e ideologías de forma más exitosa, dado que acostumbran a regirse por principios de pluralismo político y neutralidad. Además, esos mismos principios suelen tener efectos positivos en el contenido de los medios privados, beneficiando incluso a aquellos ciudadanos que no suelen seguir la información política a través de medios de comunicación públicos. Discusiones con expertos, vecinos, compañeros de trabajo o personas con las que compartimos vínculos esporádicos también suelen favorecer el conocimiento de distintos enfoques y opiniones ajenas a las nuestras.

A nivel individual, y aunque no siempre con resultados irrefutables, estudios llevados a cabo fundamentalmente en Estados Unidos sugieren que aquellos ciudadanos con una ideología más a la izquierda del espectro ideológico, y mayor sofisticación e interés por la política, suelen ser más proclives a escuchar al adversario y a aventurarse a intervenir en discusiones políticas más acaloradas, así como a leer prensa menos afín. Por último, temas con mayor carga ideológica y que plantean dilemas identitarios (aborto, divorcio, etc.) suelen despertar mayor hostilidad hacia el adversario político, mientras que otros de menor índole identitaria (impuestos o complejos debates sobre políticas públicas), o con menores implicaciones individuales, suelen dar lugar a debates más sosegados.

El gran interrogante en estos momentos es si todos estos condicionantes del buen conflicto siguen propiciando que los ciudadanos se expongan a puntos de vista distintos al suyo en tiempos de gran excepcionalidad e incertidumbre como los que estamos viviendo.

De hecho, esta pandemia tiene algunas particularidades que pueden ayudarnos a predecir sus potenciales implicaciones sociales. Para empezar, la Covid-19 ha demostrado su capacidad de desatar reacciones emocionales y sentimientos a flor de piel, dados los sacrificios que la ciudadanía se ha visto obligada a realizar y los graves efectos sobre la salud de determinados colectivos. Asimismo, el coronavirus también está afectando a nuestras economías, con importantes efectos a medio y largo plazo, y anuncia una recesión económica. Y aunque la emergencia sanitaria ha producido una excepcional implicación de expertos y científicos, que están desempeñando un papel muy destacado en todos los países en la gestión y comunicación de la crisis, lo cierto es que aún quedan muchas incógnitas por despejar. Y se trata de cuestiones críticas, relacionadas con la letalidad del virus y su nivel de afectación sobre la población, los protocolos a seguir y la potencial duración de la pandemia.

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Con ese telón de fondo, recientes estudios que han utilizado la crisis de la Covid-19 como un experimento natural como éste o éste indican que los ciudadanos valoran más que antes los liderazgos políticos fuertes y están dispuestos a sacrificar libertades individuales a cambio de una mayor protección y seguridad. Al mismo tiempo, recientes encuestas llevadas a cabo por Gallup o el Reuters Institute de la Universidad de Oxford, con el objetivo de medir nuevos patrones de consumo de noticias durante la pandemia en diversos países, sugieren que la confianza en los medios de comunicación a la hora de informar sobre la crisis suele ser menor que la confianza en otras instituciones como agencias de salud pública, expertos, científicos o gobiernos. Y ello a pesar de que la gente consume más noticias que en las semanas y meses anteriores.

Una encuesta realizada por el Pew Research Center a lo largo del mes de marzo pasado en Estados Unidos (país muy polarizado políticamente) revela, además, que la animadversión hacia los medios podría amplificarse en el caso de aquéllos con ideologías distintas a las del entrevistado.

En el terreno de las relaciones personales, otro reciente estudio llevado a cabo en Suiza e Italia sugiere que muchos ciudadanos perciben que están conectando más que antes con sus familias y seres queridos a través de redes sociales y sistemas de mensajería. En cambio, otros estudios realizados en España y Estados Unidos sugieren que mucha gente se siente deprimida y sobrepasada por las circunstancias y que, además, ha dejado de ver informativos o de hablar de la pandemia y su gestión política con familiares con ideologías distintas a la suya por miedo a reacciones indeseadas.

Todo ello arroja un escenario incierto. Por un lado, parece que afloran posiciones más conservadoras, mayores niveles de emocionalidad y susceptibilidad hacia el conflicto y una mayor desconfianza hacia los medios de comunicación no afines. Esto podría conllevar menos discusiones políticas, o mayores conflictos irreconciliables. Por otro lado, parece que los ciudadanos están confiando más en los medios de comunicación públicos o más tradicionales y con menos planteamientos partidistas; y también parece que están más expuestos a declaraciones e investigaciones de expertos y miembros de la comunidad científica, en los que confían (más que en periodos anteriores y más que en otros colectivos) a la hora de gestionar crisis como la actual. Esto podría favorecer mayores niveles de conocimiento y una mayor propensión a debatir ideas y planteamientos complejos con personas de distinta ideología.

Naturalmente, aún es pronto para sacar conclusiones sobre la duración y el alcance de estos hallazgos. Estas investigaciones y otras en curso pueden ser cruciales para entender algunas implicaciones políticas de esta pandemia, y deben ser dotadas de continuidad para poder detectar tendencias más estables a largo plazo. La principal razón para explorarlas reside en el hecho de que, tal y como evidencian algunos estudios recientes, la exposición y el intercambio de puntos de vista entre individuos con diversas ideologías no sólo nos hace más sabios y tolerantes, sino que también puede contribuir a cristalizar nuestra confianza en las instituciones políticas y nuestra movilización y propensión a acudir a votar. Hasta qué punto esta crisis nos va a hacer más o menos capaces de conectar y empatizar con quien piensa distinto sigue siendo uno de los interrogantes que deberían guiar la agenda de investigación de las Ciencias Sociales en los próximos meses.

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