La pandemia del coronavirus nos plantea desafíos enormes no sólo en el campo específico de la salud, sino también sobre la organización económica, social y hasta política de las sociedades occidentales.
La crisis sanitaria es global, pero las respuestas han sido nacionales o incluso locales. La soberanía sigue siendo fragmentada en este mundo multipolar, ante la carencia de un poder supranacional o una superpotencia que tenga suficiente poder sobre el resto.
Estados Unidos ha aparecido reticente a ejercer el liderazgo global (y es más, Donald Trump ha sido reacio a asumir el liderazgo nacional para combatir la 'Covid-19'). Tampoco hubo otro país o región que quisiera o pudiera tomar el liderazgo, aunque China está aprovechando políticamente la situación para acrecentar su
soft power en el mundo ofreciendo
expertise sanitario, ayuda y crédito internacional. Mucho se está hablando de un
nuevo paradigma del capitalismo, aunque nadie está en condiciones de esbozarlo siquiera. Ciertamente, la mayoría de los estados, especialmente en Occidente, ha tenido una respuesta inadecuada y lenta frente a la expansión del virus. La solución en la emergencia ha sido recurrir a la misma medida que se tomaba en el Medioevo frente a las pestes: la cuarentena, aislando a las personas en sus casas. Así, los estados han decidido el cierre de fronteras, la limitación de la producción sólo a industrias consideradas clave, la atención reducida de servicios públicos y privados, restricciones a la atención al público en los comercios; todo lo cual está generando una crisis económica mundial como no se daba desde la caída de Wall Street en 1929.
La pandemia de la
Covid-19 es, de esta forma, un enorme jaque a nuestra sociedad porque la globalización había llevado precisamente la interacción humana (material y virtual) a su máximo nivel; el que permitió, concretamente, la muy rápida propagación del virus por todo el planeta. Pero, parafraseando a Karl Marx, el capitalismo revoluciona continuamente las relaciones de interacción humana, y también, por tanto, las de producción. Es un sistema que se apoya básicamente en la expansión e innovación constante de las formas de esas relaciones humanas y de éstas con las cosas. Aunque la respuesta de los estados ha sido anacrónica, los actores de la sociedad civil están explorando y aplicando modos de comunicación e intercambio que salten las barreras a la interacción social
cara a cara.
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La emergencia de un nuevo paradigma de organización social y económica aparece como un tema recurrente, pero nadie se anima siquiera a esbozarlo. Es la sociedad la que ha echado mano a tecnologías e innovaciones que ya estaban implementadas y funcionando, aunque su uso no se encontraba ampliamente difundido. Ellas son las que caracterizan a
la Cuarta Revolución Industrial, descripta por Klaus Schwab (fundador del Word Economic Forum) como "la fusión de los mundos físico, digital y biológico a través de nuevas tecnologías"; por ejemplo, el "Internet de las Cosas", drones, nanotecnología, conexión de redes, impresión 3D, etcétera.
Lo que hace la pandemia, más que generar un paradigma novedoso, es
turbo-acelerar y catalizar los cambios que caracterizan a la Cuarta Revolución Industrial. Éstos se están expandiendo a una velocidad incluso mayor que la
Covid-19, relacionando cada vez más, y de formas novedosas, a las personas y organizaciones, que encuentran así el modo de compensar su aislamiento.
Empezando por el sector sanitario, la concentración de los recursos económicos, materiales (como camas y respiradores) y médicos en el tratamiento de los pacientes graves que saturan los hospitales, ha tenido como consecuencia la adopción de métodos de telemedicina ya existentes en otros países y también nuevos como, por ejemplo, recurrir a un primer filtro automático antes de derivar a pacientes a centros de atención para casos graves. Esta metodología se está incorporando rápidamente a los seguros de salud, donde personal sanitario, no necesariamente médico, e incluso algoritmos se encargan del primer contacto con el paciente por medio de aplicaciones en los
smartphones, páginas web o telefónicamente, para tratar o derivar casos que no sean de emergencia o, al menos, proporcionar una solución temporal a problemas de salud. Esto alivia la sobrecarga de trabajo en los médicos y reduce errores y la carga burocrática.
El trabajo remoto por
home office se ha viralizado globalmente (con perdón de la palabra) y como una forma de complementar la cuarentena con la actividad económica.
Las plataformas de videoconferencias se están usando masivamente. Son cambios que llegan para quedarse y multiplicarse.
Como correlato obvio, la expansión de las aerolíneas, víctimas desde hace unos años de crisis, recibirá su golpe de gracia. La pandemia, y las prevenciones y temores ante una nueva, hará que no se restablezca el flujo de ejecutivos que poblaban la clase
business, ya que a muchos de ellos les resultará más seguro y más confortable encontrarse virtualmente, mientras que las empresas priorizarán la productividad y el ahorro de recursos como tiempo y dinero.
Las citadas y otras soluciones para videoconferencias han ayudado a que el ciclo lectivo no se haya interrumpido en muchos colegios y universidades. Además, se han multiplicado las conferencias, cursos y lecciones de todo tipo, desde la meditación para
navegar la cuarentena hasta clases de gimnasia para hacer en casa. También se están utilizando
apps de mensajes y video para proporcionar servicios profesionales como sesiones de psicología,
coaching y clases particulares sobre los temas más diversos.
El futuro de la educación ya estaba en discusión. Es irreversible la evolución hacia un tipo más descentralizado, al cual las instituciones educativas tradicionales tendrán que adaptarse. El nuevo modelo apunta a carreras hechas a medida, en la que cada uno optará por materias en distintas orientaciones. La interconexión, la alta capacidad de procesamiento de información... todo apunta a un gran cambio en el mundo laboral que implicará la destrucción, la creación y la reinvención de trabajos.
El avance de tecnologías como el
blockchain agiliza y hace más transparentes procesos, ya sean privados o públicos. Se puede utilizar para corroborar transacciones (por ejemplo, de bienes raíces o muebles registrables) sin necesidad de escribanos o abogados. La Administración Pública es una gran área de oportunidad para agilizar trámites, introducir procesos transparentes y saldar una gran deuda: democratizar el acceso a servicios sociales. En organismos internacionales se puede incluso eliminar burocracia y rastrear recursos como, por ejemplo, donaciones ante catástrofes.
El confinamiento y la disponibilidad de servicios de comunicación por internet abren las mentes a nuevas formas de interacción social.
Houseparty, por ejemplo, se define como "una red social cara a cara", y los jóvenes utilizan otras plataformas para mantener el contacto durante o después de las clases, o como una continuación de la vida pero en el
más allá online. Para los más grandes, es una nueva ventana fuera del encierro. Netflix, compañía de entretenimiento, atendió la petición de la Dirección de Mercado Interior, Industria, Emprendimiento y Pymes de la Comisión Europea y
bajó la calidad de imagen de los contenidos que ofrece para no sobrecargar internet en Europa, congestionada por el alto tráfico que implica el trabajo de forma remota.
Para muchos de nosotros que precedemos a internet, su ubicuidad constituye un desafío. Ya existen soluciones que ayudan a llenar un poco el vacío del contacto directo: a crear vínculos, a hacer
lluvia de ideas, a compartir gráficos, juegos, incentivar la creatividad, etcétera. El aislamiento extremo se superará eventualmente, y se podrá combinar esta interacción social por otros medios con el cara a cara tradicional. La adaptación a la Cuarta Revolución Industrial será más fluida para quienes (y aquí incluyo no sólo empleados o empleadores y profesionales, sino a familiares y estudiantes) desarrollen o cuenten con ciertas capacidades como expresarse bien por escrito, lo cual es fundamental para dejar pruebas documentales, organizar presentaciones, manejar herramientas y equipos virtuales, y la interacción entre relaciones virtuales y físicas.
También a nivel personal, uno aprende cómo navegar y seleccionar lo relevante en un mar de información (aquí entran las
fake news), cómo manejar proyectos y metas propias, ser más responsable de su salud, educación y finanzas al tener mayores herramientas a mano; y no sólo a nivel local.
Aunque no es aplicable a todas las empresas o equipos,
el modelo de 'fully distributed companies' es una tendencia que probablemente permanezca cuando la pandemia pueda controlarse. Se trata de empresas sin una sede central (aunque cuenten con un lugar físico donde realicen algunas actividades), en las que la mayoría de sus empleados trabajan desde sus casas, oficinas compartidas, espacios de
co-working, incluso en lugares alejados (distribuidos) geográficamente, enlazados por una cultura empresarial común. Aunque en muchas empresas no puede aplicarse en su integridad, muchas
startups siguen este modelo que reduce el coste de la infraestructura y permite unir talentos sin necesidad de movilizarlos tanto físicamente. De todas formas, algunos de estos rasgos desplazarán a equipos tradicionales en algunas firmas.
El aumento inédito de los costes de transacción a la interacción cara a cara que ha impuesto la pandemia se reducirá, obviamente, cuando ésta haya podido controlarse; pero no desaparecerá.Incluso en el
aftermath, persistirá el temor a otro virus o crisis global de otra índole. Se automatizará cada vez más la producción material y se virtualizará cada vez más la interacción social. Se aplicarán tecnologías de detección temprana de epidemias y de su control, utilizando
big data y geolocalización para identificar, ubicar y aislar a las personas que potencialmente puedan se ser fuente de la enfermedad, y certificar a personas o empresas libres de contagio. Esto implica que, para mantener el equilibrio entre libertad y seguridad, que están en la base del ideario de nuestra democracia, esas tecnologías se utilicen también para reforzar el control ciudadano sobre los gobiernos.
Pero la gran cuestión que afrontamos de modo urgente (especialmente, nuestros líderes políticos) es hacer jugar esta interconexión antes nunca vista de tecnologías digitales, físicas y biológicas ya disponibles para combatir la pandemia global de modo más efectivo, y encarar con ellas la compleja y delicada fase de la post-pandemia, para que nuestras sociedades no entren en un ciclo de apertura y cierre fatal para su desempeño.
Si algo ha caracterizado al género humano es su adaptabilidad y plasticidad frente a circunstancias cambiantes. Los estados hoy, saturados por la emergencia, afrontan también el imperativo de adaptarse y flexibilizarse. Y, muy especialmente, los de incentivar, aumentar, difundir y capacitar masivamente en las innovaciones tecnológicas ya disponibles y en por venir. Además de la inmediata asistencia a las poblaciones más afectadas, el cierre de la brecha digital será clave para la inclusión social y productiva de los sectores más vulnerables.
Ésa es la forma en que se va a conjugar el verbo
democratizar en la expansión de la Cuarta Revolución Industrial a la que estamos asistiendo.