Hace unos días, Naciones Unidas decidió unilateralmente, con la aprobación del Gobierno británico, posponer a 2021 la celebración de la COP26, la Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático, que tendría que haber tenido lugar del 9 al 19 de noviembre de este año en Glasgow. El propio secretario general de la ONU, António Guterres, señaló que "puesto que cientos de miles de personas caen gravemente enfermas y muchas mueren a causa de la enfermedad del Covid-19, la necesidad de suprimir el virus y salvaguardar vidas es nuestra prioridad".
Inmediatamente, se abrió un cierto debate sobre lo acertado o no de la decisión. Algunos contrarios argumentaron que con el aplazamiento se estaba "eludiendo el
momentum" que supone, año tras año, la celebración de las COP, y que esto iba a perjudicar los necesarios acuerdos que debían salir del encuentro en la ciudad escocesa. Del mismo modo, enseguida corrieron por la red teorías conspiratorias sobre manos negras que habían conseguido aplazar la COP y casi suspenderla.
[Con la colaboración de Red Eléctrica de España]
Posponer la COP26 me parece acertado, y coincido plenamente con lo que señaló la vicepresidenta cuarta y ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Teresa Ribera, al poco de conocerse la noticia. Para la ministra, el "aplazamiento no es un buena noticia, aunque justificada", y nos encontramos en una situación que "mina la energía y las necesidades de trabajar con seriedad para responder a la llamada de la COP26". Participar en una COP exige hacerlo con las máximas garantías y por ello argumento a continuación por qué estoy a favor de celebrarla durante 2021.
En primer lugar, y más importante,
debemos superar la actual crisis sanitaria para hacer frente a la crisis climática. Los esfuerzos que están dedicando los países para acabar con el coronavirus son enormes, y no les permitirían mantener ni la atención ni los recursos necesarios para llegar a noviembre a Glasgow con los deberes hechos. Y no me refiero sólo a los países pequeños; también a los grandes emisores de CO
2 quienes, como todos, han modificado su agenda pública para hacer frente a esta pandemia.
Como directora de la Fundación Privada Empresa & Clima, he asistido a 12 cumbres del clima, y desde 2010 lo hago como
Observer de Naciones Unidas. Por eso, he comprobado que las cumbres necesitan a todas las partes plenamente focalizadas en la lucha contra el cambio climático. Factores exógenos, tal como hemos visto en algunas ediciones pasadas (Copenhague en 2009 o la más reciente Chile-Madrid), determinan que el encuentro no cumpla con las expectativas previstas.
Además, no sabemos cómo estará la situación derivada de la pandemia en los próximos meses, qué zonas se habrán recuperado y cómo estarán aquellas otras regiones que sobre el papel ya la han superado; o si puede existir un riesgo de rebrote. Para muchos países, asistir a la cumbre sin haber resuelto en mayor o menor medida la pandemia en sus territorios seria una gran desventaja.
Un segundo argumento a favor de retrasar la COP26 pasa por entender en qué consisten las negociaciones.
Sería de ilusos creer que en 15 días se decide la estrategia global contra el cambio climático. Periódicamente, miles de expertos se reúnen en cumbres paralelas por todo el mundo y preparan previamente los documentos, contenidos y acuerdos que se ratifican, o no, en las COP. Esto conlleva un movimiento de personas que ahora no puede realizarse, por muchas técnicas de comunicación a distancia que existan. Sin ir más lejos, la pre-cumbre que celebran todos los equipos negociadores en Bonn (Alemania) cada mes de junio, se ha pospuesto en esta ocasión al mes de octubre, y junto a ella multitud de reuniones y eventos paralelos que deberían estar realizándose ahora.
Un tercer elemento pasa por la importancia de esta COP26.
En absoluto estamos ante una conferencia de transición, si es que alguna lo es. Lo que debemos acabar es muy importante y no sólo porque
el Acuerdo de París estará ya en plena vigencia (1 de enero de 2021). Esta COP, además, exige a
los países presentar nuevos Compromisos de Reducción de Emisiones (NDC), más ambiciosos que los actuales para responder a la emergencia climática.
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Por otro lado, recordemos que en la COP25 Chile-Madrid quedaron temas pendientes como el artículo 6, uno de los pilares del
rulebook del Acuerdo de París, que estipula
la creación de un mercado mundial de carbono. Un mecanismo basado en la compra y venta de emisiones de gases de
efecto invernadero, de modo que los países más contaminantes podrían pagar a los que estén por debajo de sus límites a cambio de asumir sus emisiones. Hay que solventar ya la gran discusión sobre este sistema que gira en torno al riesgo de que se genere una doble contabilidad en el cómputo. Este artículo es importante, y siempre es mejor no tener acuerdo que llegar a uno malo.
Un cuarto argumento más a favor del aplazamiento de la COP26 de Glasgow es que
ya conoceremos definitivamente el papel de los EE.UU. y si su salida del Acuerdo de París es innegociable, como hasta ahora parece. Las fechas de la COP26 coincidían con el segundo martes de noviembre, fecha de las elecciones estadounidenses. Como la COP se celebrará en 2021, tendremos más información al respecto y conoceremos más sobre la agenda climática y política estadounidense.
Y como colofón, una serie de lecciones que puede dejarnos la lucha que estamos entablando contra la
Covid-19 y que nos pueden ser útiles para afrontar no sólo la próxima COP, sino la lucha contra el cambio climático.
Nuestra sociedad progresa cuando trabajamos en equipo y buscamos un bien común. No sólo pienso en los profesionales de la salud, jugándose literalmente la vida para salvar al prójimo; o en investigadores de todo el mundo que están buscando soluciones médicas trabajando en red casi desde el primer día y compartiendo información
me refiero a los miles de millones de personas que, pese a la incertidumbre médica y económica, nos hemos confinado en casa, cumpliendo las indicaciones de nuestros gobernantes. He ahí un activo, un capital humano, que el coronavirus ha sacado de todos nosotros, y que debe extrapolarse a la lucha contra el cambio climático.
En definitiva, me parece correcto aplazar hasta el 2021 la cumbre de Glasgow. Pero estamos hablando sólo de un aplazamiento. Un parón que debe servirnos para volver a centrarnos y, una vez nos reunamos, tomar el máximo impulso posible para conseguir un planeta neutro en carbono, dejando así un buen legado para nuestras hijas e hijos.