Un millar de científicos han hecho recientemente un llamamiento a la desobediencia civil en el diario Le Monde para luchar contra el calentamiento global. Esto es inquietante. No sólo porque llamar a la desobediencia civil linda con el rechazo de los criterios democráticos: estos científicos lo saben, por serlo y por poseer este conocimiento, pero en vez de proponer acciones políticas y aceptar el veredicto de las urnas, preconizan forzar los comportamientos por otros medios. Este aspecto ha sido evocado por Olivier Gallad en un artículo reciente publicado por Telos (aquí, la versión traducida para Agenda Pública). Pero este llamamiento es sobre todo inquietante por el oscurantismo económico que demuestra.
Los extraordinarios peligros del cambio climático y de su origen humano son afortunada y generalmente aceptados por el mundo científico. Pero algunos invocan que la solución pasa por una disminución del crecimiento, o incluso un crecimiento negativo para reducir las emisiones El llamamiento de nuestros 1.000 científicos está en consonancia con esta visión: nuestros modos de vida deberían "evolucionar hacia una mayor frugalidad". Sin embargo, necesitamos todo lo contrario: hay que esperar que el crecimiento sea lo más alto posible durante las décadas futuras para reducir los gases de efecto invernadero (GEI) y afrontar los riesgos del cambio climático.
[Con la colaboración de Red Eléctrica de España]
Además, este llamamiento no dice nada en concreto de los elementos a los cuales debería renunciar el conjunto de las poblaciones de los países desarrollados (excepto la tecnología 5G y el vehículo autónomo ), ni de como explicaríamos a los países emergentes que ellos también deben renunciar a un crecimiento capaz de acercar su nivel de vida al nuestro. Sin embargo, tendría un cierto éxito en nuestras rotondas cuando las ocupan los chalecos amarillos, o en las favelas de Sao Paulo ¿Tenemos que recordarles que uno de los lemas de algunos chalecos amarillos es que "a Macron le preocupa el fin del mundo; a nosotros, llegar a fin de mes"?.
En primer lugar, cabe señalar que el crecimiento de la productividad en los países desarrollados en los últimos 20 años ha sido el más débil observado en tiempos de paz desde mediados del siglo XIX (ver tabla explicativa al final de este análisis). Por tanto, el crecimiento, cuyo factor determinante es el aumento de la productividad, es muy bajo; y es incluso insuficiente para satisfacer a las expectativas de aumento del poder adquisitivo que encuentran un apoyo contundente en movimientos como el de los chalecos amarillos estos últimos dos años en Francia.
% de crecimiento anual medio de la productividad por hora de trabajo por país (1891-2018)
Fuente: Bergeaud, Cette y Lecat (2016) actualizado.
En segundo lugar, las políticas climáticas preconizan, en general, la renuncia al nivel de consumo actual para asegurar el confort de las generaciones futuras o, incluso, para asegurar la supervivencia de la humanidad. La más eficaz de estas políticas, el impuesto sobre el carbono, introduce voluntariamente una distorsión mediante una alteración de los precios, lo que ralentizaría el crecimiento a corto y medio plazo para limitar a muy largo plazo los daños climáticos. En otros términos, hay que renunciar al consumo actual para consumir y crecer más a largo plazo, como ha explicado perfectamente Christian Gollier en un libro reciente 'Le Climat après la fin du mois' (PUF, 2019).
Finalmente recordemos otros dos desafíos que debemos financiar:
El primero, el envejecimiento de la población. Sin crecimiento, el derecho a una pensión de una parte cada vez mayor de la población sólo se puede financiar vía tres fuentes de ingresos: i) una transferencia de los activos hacia los inactivos (los jóvenes deben pagar más por la comodidad de los mayores), lo que significa para los primeros una disminución de su poder adquisitivo; ii) una disminución de las pensiones; o iii) un alargamiento importante de la vida activa, lo que corresponde a una combinación de de i) y ii). Las dificultades del debate actual sobre la reforma de las pensionas demuestran lo difícil que es aceptar cualquiera de las tres opciones. Un crecimiento fuerte de la productividad facilitaría considerablemente esta financiación y podría hacerla, si no indolora, al menos más soportable.
Otro desafío: el pago de la deuda y, en particular, la del Estado. En muchos países, incluido el nuestro, la deuda pública es muy elevada (el 100% del PIB). Actualmente, es indolora porque los tipos de interés son muy bajos, pero se volverá difícil de sostener cuando vuelvan a los niveles más usuales. La reducción de la deuda es indispensable y, sin crecimiento, significaría un drenaje del poder adquisitivo del conjunto de los hogares y, en particular, de los hogares activos para transferirlo a los acreedores propietarios de esta deuda pública. También en este caso, esta transferencia podría ser sostenible, e incluso indolora, si las ganancias de productividad y, por tanto, el crecimiento son suficientes para contribuir a financiarla.
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En resumidas cuentas, para hacer frente a estos grandes desafíos se necesitan grandes sacrificios y, en igualdad de condiciones, habrá que renunciar a un mayor poder adquisitivo para un mayor bienestar en un futuro que puede ser lejano. Los altos aumentos de productividad (volviendo a tasas del 2%) y el fuerte crecimiento pueden financiarlos, así como incrementar de forma significativa el gasto en investigación sobre tecnologías de futuro eficaces y limpias. Esto permitiría financiar, al mismo tiempo, el poder adquisitivo y mejorar los niveles de vida a corto plazo para satisfacer esperanzas muy presentes hoy en la población.
Tenemos ante nosotros grandes desafíos para financiar la lucha contra las emisiones de gases de efecto invernadero y el calentamiento global. Al mismo tiempo, hay fuertes demandas en términos de mejora del poder adquisitivo. Si el crecimiento no llega para financiar estos retos, no sólo estará en peligro el medio ambiente, sino también la estabilidad económica, social y probablemente incluso democrática; nuestras democracias electorales seguramente no sobrevivirían. Esperemos que el choque de la economía digital esté a la altura de sus promesas, en términos de crecimiento, para responder a los enormes riesgos que tenemos ante nosotros. Deseémonos, pues, mucho crecimiento para luchar con serenidad contra el cambio climático.
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(Este análisis fue publicado originalmente en Telos-EU. Traducción de Isabel Serrano)