28 de Febrero de 2020, 18:13
Según datos de la OCDE, la inseguridad laboral creció en la mayoría de países durante la última crisis económica. En España, es una característica distintiva del mercado de trabajo desde hace ya varias décadas. Para entender el porqué de esta situación nos tenemos que remontar a los años 80. Con una tasa de paro que había crecido por encima del 20%, en 1984 se implantó una reforma laboral para liberalizar el uso de los contratos temporales y así dotar de una mayor flexibilidad al mercado de trabajo. Desde entonces, la tasa de temporalidad ha crecido de manera sostenida hasta situarse por encima del 30% (excepto en periodos de crisis).
La economía española se encuentra entre los ejemplos más destacados de desarrollo de un mercado de trabajo dual, es decir, donde los trabajadores forman parte de dos grupos claramente diferenciados. Por un lado, el de los que tienen contrato indefinido (también llamado fijo o permanente) que disfruta de una alta protección laboral: los llamados insiders; por otro, los empleados con contrato temporal (outsiders), que padecen una mayor inseguridad laboral al tener un riesgo mayor de perder su trabajo dado que, por definición, su contrato laboral tiene una fecha de extinción predeterminada.
Aunque un cierto grado de flexibilidad es necesario para que las empresas puedan ajustar su funcionamiento a los vaivenes del ciclo económico, la investigación en Economía y en otras ramas de las Ciencias Sociales ha demostrado que la inseguridad laboral puede tener consecuencias negativas para los que la sufren. En particular, los trabajadores con contrato temporal reciben salarios inferiores que sus homólogos con indefinido, tienen menores niveles de satisfacción laboral y peor salud física y mental, entre otras consecuencias negativas (ver aquí y aquí). Estos impactos negativos pueden ir más allá del propio trabajador y extenderse a más miembros del hogar; en particular, a los hijos. En un artículo académico publicado recientemente en Labour Economics usando datos de la Encuesta de Población Activa, analizo cuál es el impacto del tipo de contrato del padre en variables que miden los logros educativos de sus hijos.
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(La metodología utilizada, que trata de establecer relaciones de causa-efecto entre el tipo de contrato del progenitor y variables que miden el desempeño educativo de sus hijos, no resultó ser adecuada para analizar las consecuencias del tipo de contrato de la madre).
Por razones metodológicas detalladas en el artículo, utilizo datos que van desde 2000 a 2004. La muestra reúne algo más de 4.700 padres con contrato indefinido (81%) o temporal (19%) y que conviven en el mismo hogar que sus hijos (que tienen 16 años en el momento de la encuesta). Las diferencias brutas en variables relacionadas con el desempeño educativo de los hijos son grandes: casi un 62% de los hijos de padres con contrato indefinido consigue acabar la educación secundaria obligatoria a tiempo (es decir, a los 16 años), frente a un 41% de los hijos cuyos padres tienen un contrato temporal. De media, algo más de un 8% de los estudiantes de la muestra ha dejado los estudios a los 16 años. Esto representa un 6% de los hijos del primer grupo, frente a un 19% de los hijos del segundo. Por último, las diferencias también son significativas si prestamos atención al porcentaje de hijos que se podrían clasificar como ninis (ni estudian ni trabajan): un 3,5% en el caso de los padres insiders, frente a un 10,5% para los outsiders.
Estas diferencias brutas no debieran ser demasiado sorprendentes si uno observa las diferentes características de los hogares con padres que disfrutan de contratos indefinidos versus temporales. Los trabajadores del primer grupo tienen un mayor nivel de educación, trabajan desde hace más años en la misma empresa y un mayor porcentaje lo hace en el sector público. Así, por ejemplo, el 41% de los padres con contrato indefinido tiene estudios que van más allá de la educación obligatoria, mientras que esta cifra cae al 10% en el caso de los que tienen contrato temporal. La metodología utilizada en el estudio trata de tener esto en cuenta para poder comparar los dos tipos de hijos que se asimilen lo más posible, y así poder atribuir las diferencias educativas observadas al tipo de contrato de trabajo de los padres.
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Después de aplicar estas técnicas, los resultados muestran que las diferencias brutas descritas anteriormente disminuyen en buena medida, pero siguen siendo sustanciales. La diferencia bruta de 21 puntos porcentuales pasa a ser de casi ocho para la variable que mide si los estudiantes han acabado la educación secundaria a tiempo. En otras palabras, los hijos de trabajadores con contrato permanente tienen una probabilidad de graduarse a tiempo de ocho puntos porcentuales más que los otros. Los primeros también tienen una menor probabilidad de dejar la educación o de ser clasificados como ninis a los 16 años (alrededor de 2,5 y 1,6 puntos porcentuales menos, respectivamente). Estas magnitudes no son pequeñas: representan, el 37%, el 19% y el 23%, respectivamente, de las diferencias iniciales (o brutas).
Con los datos disponibles, es difícil investigar las posibles causas de estas diferencias, pero los datos apuntan a que una de las posibles viene dada por los diferentes niveles de satisfacción laboral de los trabajadores con distintos contratos de trabajo. En general, los datos muestran que los temporales están menos satisfechos con su trabajo y, en particular, con sus niveles de estabilidad laboral. La investigación en Psicología Social ha probado que, desde edades tempranas (a partir de los cinco años), los niños pueden entender aspectos relacionados con el trabajo de sus padres y comprender conceptos como 'salarios', 'disputas laborales' o 'desempleo'. Las percepciones sobre la inseguridad laboral de los padres pueden afectar las actitudes en relación con el esfuerzo y trabajo de los hijos. De todas maneras, ésta es sólo una de las posibles explicaciones. Se necesitan más y mejores datos para realizar un análisis exhaustivo que nos permita entender los mecanismos que explicarían los principales resultados de este estudio.
Lo que estos resultados sí ponen de relieve es que las reformas laborales pueden tener efectos que van más allá del propio trabajador. Y que éstos debieran tenerse en cuenta a la hora de evaluar los posibles costes y beneficios de futuras regulaciones en este campo. Además, los resultados de este trabajo subrayan la necesidad de combinar políticas de flexibilidad en la empresa, necesarias para que éstas puedan realizar ajustes en distintos momentos del ciclo económico, con políticas que mitiguen el coste de dichos ajustes en términos de bienestar para los trabajadores y familias afectadas.