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El estrecho camino hacia la democracia de Venezuela

María Isabel Puerta Riera

3 de Marzo de 2020, 19:45

La probabilidad de una transición democrática en Venezuela sigue siendo tenue, a pesar de la indiscutible muestra pública de apoyo del Gobierno de Donald Trump y sus esfuerzos para forzar un compromiso electoral por parte del régimen de Nicolás Maduro. Durante el año pasado, el presidente encargado de Venezuela, el diputado Juan Guaidó, llevó sobre sus hombros el peso de una significativa muestra de apoyo, tanto a nivel nacional como internacional, con la esperanza del retorno a una vida digna en el país. La alarmante cifra de venezolanos que abandonan el país (se espera alcance los 6,5 millones para finales de 2020), a pesar de los reportes sobre exiliados que regresan, ha llevado a las naciones vecinas a limitar su entrada, lo que se suma a las insoportables condiciones que afrontan como migrantes. Ésta es una crisis humanitaria en todos los sentidos.

La situación en el país es crítica, con los colectivos más vulnerables, niños y ancianos, sufriendo la falta de acceso a la atención médica, medicamentos y alimentos. Estados Unidos y la Unión Europea han asignado fondos para los países de acogida que se ocupan de los refugiados venezolanos (Colombia y Brasil), con algunos recursos distribuidos a través de ONGs locales, que tienen capacidad limitada para satisfacer las crecientes necesidades de apoyo de una población en general excluida de asistencia pública, debido al bloqueo de la ayuda exterior por parte del régimen. La tasa de inflación actual es del 65%, con una tasa interanual del 4.140% en una economía que adopta progresivamente de manera no oficial el dólar estadounidense como su principal moneda transaccional, contribuyendo a intensificar la brecha social y económica que existe entre la mitad del país con acceso a dólares y la otra mitad excluida. Los niveles alarmantes de desnutrición están afectando a bebés y niños en edad escolar a un ritmo acelerado, la matrícula escolar ha disminuido significativamente y, en muchos casos, está vinculada al suministro de almuerzos exiguos en los comedores. La interrupción constante de los servicios de energía eléctrica y agua continúa castigando al país, mientras que los más privilegiados tienen plantas eléctricas y tanques de agua individuales, considerados símbolos de una división social que está profundizando el resentimiento entre la capital, Caracas, y la provincia.

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Los enormes esfuerzos de las élites para adaptarse a un estilo de vida que está sometiendo a más de la mitad del país a una lucha por la supervivencia es señal de que, incluso con los efectos de las sanciones sobre la solvencia financiera del régimen, no hay intención por su parte de ceder el poder. La Fuerza Armada, claramente, no tiene confianza en un escenario en el que la oposición se haga con el control del país; por lo tanto, continúa apoyando la agenda de Maduro para permanecer en el poder. En consecuencia, las opciones no están del todo claras: incluso con Guaidó cortejando a los altos mandos, no parece haber un plan en marcha, aparte de insistir en la aplicación de sanciones.

Los resultados no sólo están intensificando las duras condiciones de vida para los menos afortunados, sino que también están facilitando una amplia gama de actividades delictivas, desde el tráfico de drogas hasta el contrabando de oro, con la sospecha de que si no están involucrados, ciertamente tienen el consentimiento de militares del más alto rango. La crítica respecto a las sanciones tiene, por un lado, a un sector que discute sobre las consecuencias que recaen sobre la población más vulnerable y, por el otro, los que afirman que el régimen ha tenido recursos y, sin embargo, no los dirige a proporcionar atención médica, medicamentos o alimentos a quienes más lo necesitan, sino que los dedica a la adquisición de equipamiento para las Fuerzas Armadas, como se evidenció en la exhibición militar más reciente, que mostró cuáles son las prioridades del régimen.

Ahora bien, un asunto que no se ve reflejado en las discusiones de las redes sociales (donde generalmente se encuentra uno con los debates más apasionados) es lo que realmente se necesitará para forzar una negociación con el régimen y, más específicamente, con los militares: convivencia y concesiones. Este asunto sería suficiente para ser víctima del ciberacoso más feroz que uno pueda imaginar. El problema es que una fracción no muy representativa de la oposición pretende llevar a cabo esa tarea, obviando a la mayoría de los partidos políticos. La desconfianza de aquellos que reclaman desde el otro lado nace de la percepción de motivos oscuros detrás de quienes representan a ese movimiento opositor. Las inmensas posibilidades para la inversión extranjera y el pronóstico de un esfuerzo de reconstrucción similar al Plan Marshall, pero más ambicioso, son incentivos suficientes para que algunas élites se organicen en torno a una estrategia en la que los más beneficiados serán los primeros. ¿Qué está faltando aquí? La gente y su bienestar. La oposición debe ser lo más franca posible, porque éste es uno, entre muchos otros factores, que está obstaculizando la posibilidad de una salida a la crisis.

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La necesidad de encontrar salida a la crisis hace inevitable llegar a un acuerdo con Maduro, su círculo inmediato y los militares. No hay otra forma de alcanzar un compromiso de elecciones justas y libres si no hay nada que beneficie al régimen en el poder. Por lo tanto, para hacerlo viable se deben cumplir algunas condiciones para lograr que el régimen acepte negociar una salida. En las circunstancias actuales, no hay indicios de que estén dispuestos a ir en esa dirección. Mientras cuenten con el apoyo de Cuba, Rusia, China y Turquía, entre otros, está claro que lucharán por mantenerse en el poder.

Lo que queda para el pueblo venezolano es mostrar fuerza y unidad, porque una vez termine el período legislativo actual, Maduro cerrará finalmente cualquier posibilidad de restauración democrática. Se está acabando el tiempo para la democracia venezolana, y la fecha límite de la Administración Trump es noviembre de 2020, una vez que se celebren las elecciones: ganen o pierdan, Venezuela quedará en el olvido.

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