24 de Febrero de 2020, 21:58
El verde es el nuevo rojo. Una manera muy visual de explicar uno de los cambios que vive la política alemana, al menos en el oeste del país. Los verdes, aquel partido ecologista que festejaba cuando lograba resultados superiores al 10%, están reemplazando a la socialdemocracia. El proceso, lento pero paulatino, que puede culminar con una revolución verde en el país.
A primera vista, las elecciones en Hamburgo parecen tener un ganador: el partido socialdemócrata (SPD), con su 39% y casi 15 puntos de diferencia con el segundo. Sin embargo, el triunfo no puede ocultar que son quienes más votantes han perdido (6,6 puntos porcentuales), y ello a pesar del aumento de casi siete puntos en la participación electoral. En otras palabras, aquella vieja hipótesis que reza a mayor participación electoral, mayor beneficio para el centro-izquierda pareciera haberse truncado en esta elección. ¿O tal vez no?
¿Nuevo liderazgo en el centro-izquierda?
Según los datos de Infratest dimap, alrededor del 11% de los ex abstencionistas se han inclinado por el SPD (6,2%) y el partido verde (4,9%). Sin embargo, si observamos los votos de los nuevos residentes de la ciudad (llegados después de 2015), la relación es muy diferente: casi el 24% apoyó a los ecologistas, mientras que sólo el 14% lo hizo por los socialdemócratas. Esos 10 puntos representan las diferencias entre un partido mayoritario en lento descenso y un partido pujante y en crecimiento.
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Si bien es cierto que el SPD mantuvo más del 60% de sus votantes en 2015, y que a ello se debe en gran parte su triunfo electoral, en números netos no han podido crecer. Su caudal se ha estancado en los 310.000 votantes. En cambio, los verdes han pasado de 87.000 votos a 196.000. Además, el trasvase entre ambos partidos en estos comicios refleja un saldo favorable hacia los ecologistas. Uno de cada 10 votantes socialdemócratas decidió apoyar a los verdes.
Las elecciones de Hamburgo ratifican la tendencia de las últimas regionales alemanas. Los verdes crecen y se alimentan de los mayoritarios; en especial, de los votantes socialdemócratas que ya no están convencidos de que sus valores estén representados por el SPD. Esta situación nos obliga a plantear dos interrogantes: ¿son los verdes los que representan mejor los valores del centro-izquierda actual? ¿O son estos valores diferentes a los que puede representar el discurso socialdemócrata?
El progresivo cambio de agenda en el oeste
El asunto más determinante a la hora de decidir el voto en estas elecciones no ha sido el extremismo de derechas, ni la justicia social ni la inmigración. En el caso de Hamburgo, el primer lugar lo ha ocupado el medio ambiente y el clima. Uno de cada cinco votantes ha manifestado esa preocupación y el número es casi idéntico al resultado del partido verde. Detrás aparecen temas más clásicos para la ciudad hanseática como la infraestructura, la educación, los alquileres y la Seguridad Social.
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Al igual que en otras elecciones regionales en el oeste de Alemania, la cuestión verde por excelencia ocupa un lugar relevante en la agenda política. Y, al mismo tiempo, su valoración respecto a otras áreas mejora a la vez que empeora para los socialdemócratas. Por ejemplo, en la cuestión de los alquileres, una preocupación de jóvenes y familias, la confianza en las competencias del SPD para solucionar el problema han caído 12 puntos, mientras que en los verdes ha aumentado en ocho.
Ese grupo se compone de familias de buenos ingresos, con grados académicos altos y altas exigencias hacia el sistema educativo. Para ellas, la seguridad económica es un hecho, y si bien comparten los valores clásicos del proyecto socialdemócrata, sus preocupaciones van más allá de lo que ofrece el discurso de la justicia social.
Este electorado ve reflejadas sus aspiraciones e intereses en la oferta del partido verde. Se trata de una agenda que combina los valores socialdemócratas de solidaridad, equidad y justicia social con necesidades como comida sana, cuidado del medio ambiente, educación de excelencia, visión cosmopolita, etc. El centro-izquierda alemán se ha hecho más complejo en el oeste.
¿Verdes al poder?
A nivel federal, la revolución verde puede suponer importantes cambios en un escenario político en proceso de reordenamiento. El fin de la era Merkel, la crisis de los mayoritarios, la consolidación de la ultraderecha y la fragmentación parlamentaria son muestras de ello. En ese contexto, los verdes se ubican como el único partido en condiciones de desafiar la hegemonía de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), ocupando el lugar que históricamente le ha correspondido al SPD.
Los ecologistas pueden llegar a beneficiarse de una sucesión turbulenta en la CDU. Luego de casi dos décadas en el poder, Merkel no ha podido establecer quién será su sucesor o sucesora. Lo ha intentado, pero el plan no ha funcionado y ahora se ha iniciado una contienda que puede profundizar la polarización entre moderados merkelianos y los derechistas conservadores.
Lo más posible es que a los verdes no les alcance para imponer al próximo canciller, aunque no es una hipótesis completamente descartable. En ese sentido, es probable que el próximo Gobierno alemán sea una alianza entre CDU y ecologistas, algo inédito en Alemania a nivel federal. No obstante, en algunas regiones ha funcionado muy bien; especialmente para los verdes.
El actual liderazgo del partido corresponde al ala política más moderada y pragmática. Desde que han tomado el control, los verdes han mejorado sus resultados electorales, especialmente en aquellos lugares donde co-gobernaban. Tal vez un eventual Ejecutivo de coalición con la CDU a nivel federal sirva de plataforma de lanzamiento para algo aún más grande.
La última frontera
Sin embargo, para dar ese salto cualitativo a los verdes todavía les falta superar un inconveniente importante: penetrar en territorio oriental. Allí no existe el electorado post-materialista fuera de algunas ciudades como Leipzig y Erfurt. Su discurso es extraño en la vieja RDA. Allí las necesidades son diferentes y, probablemente, indescifrables para un partido demasiado occidental.
Resolver este problema depende en gran parte de incorporar una visión propia del este en la agenda del partido. Trasladar los valores y las ideas que funcionan en el oeste no funcionará. Y ése es el gran desafío de sus líderes, Robert Habeck y Annalena Baerbock.
Más allá de todo esto, lo cierto es que los verdes ya no son un partido más en el espectro político alemán. En los últimos tres años, han renovado su cúpula y han reconstruido su mensaje político. Su base electoral se ha vuelto más amplia. Su agenda se adapta a las nuevas demandas de ciertos sectores de la sociedad alemana que se sentían poco representados por los partidos mayoritarios; ubicados, especialmente, en el centro-izquierda. Los verdes han encontrado su lugar y afrontan una oportunidad histórica.