Comienza esta semana la carrera presidencial en Estados Unidos con múltiples eventos políticos que los demócratas desearán archivar en un cajón, con llave y candado. Hay pocas cosas positivas que rescatar después del colapso del sistema de recuento en las primarias de Iowa del lunes, el discurso 'exitista' de Donald Trump en el Congreso el martes y el voto de los senadores que da por terminado el proceso de 'impeachment', el miércoles.
El primero fue una herida auto-infligida que desmoviliza a su base y alimenta suspicacias entre las élites del partido y los candidatos. El segundo anticipa una campaña dura, con Trump sostenido por una tenaza que tiene a la economía de un lado y del otro a la activación del votante conservador. El tercero nos muestra un Partido Republicano en el que ya no hay fisuras. Es el partido del presidente y en él sólo quedan trumpistas. No hay independientes, moderados, conservadores fiscales o políticos a los que les preocupen las violaciones flagrantes de los principios democráticos de su líder. Es una formación más pequeña que hace unos años y ha perdido toda capacidad de reclutar para el futuro. Sin embargo, va a ser un contrincante difícil de derrotar en noviembre y los demócratas lo saben.
Quizá lo único realmente positivo es que estos tres eventos han quedado atrás, en el pasado. Falta tan sólo un par de días para llegar al fin de semana y que esta pesadilla termine. En las próximas semanas vendrán New Hampshire, Nevada, Carolina de Sur y, el 3 de marzo, el súper-martes. Hay mucho en juego y nada está decidido en el campo demócrata. Todos los candidatos estarán contentos de que los costes de estos últimos tres días han ocurrido a nueve meses de las elecciones nacionales.
Las enseñanzas de Iowa
Las primarias demócratas en Estados Unidos empiezan por este Estado atípico. Son elecciones fuera de lo común, a base de asambleas en las que los votantes se agrupan físicamente detrás de los representantes de los candidatos. Iowa es también un Estado con una población pequeña, avejentada, poco diversa y que no es representativa del resto de Estados Unidos. En contraste con lo que sostienen muchos politólogos, esas diferencias hacen de Iowa un lugar perfecto para iniciar el calendario electoral. A fin de cuentas, no tiene sentido emprender el camino a la Presidencia con un partido de fútbol entre España y Alemania, o con un Argentina-Brasil.
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Iowa es un distrito en el que los candidatos demócratas pueden estirar las piernas (flex-their-muscles) y medir su rendimiento sin que nada sea definitivo. Eso, por supuesto, siempre y cuando se eviten escándalos electorales como el de suscribir un contrato de última hora que utiliza un app que hace colapsar el recuento de votos.
El Partido Demócrata está hoy dividido entre dos facciones, relativamente fluidas, pero con perfiles de votantes claros y distintiguibles. A un lado, los electores y candidatos moderados, de la 'vieja guardia', que representan a la mitad menos uno del partido. Al otro, los de centro-izquierda, que están entusiasmados, activados y representan la mitad más uno.
Los resultados parciales que ya tenemos de Iowa muestran a estos dos grupos: los primeros, representados en las candidaturas de Pete Buttigieg y Joe Biden; los segundos, liderados por Bernie Sanders y Elizabeth Warren. Las distancias entre moderados y progresistas son mucho menores que las que existen entre los demócratas y los trumpistas. Por tanto, aun cuando las diferencias en elegibilidad son a menudo presentadas por los moderados como claves en la próxima elección, y utilizadas para validar las campañas de Buttigieg o Biden, las encuestas muestran que ambos bandos demócratas son viables para competir con Trump en noviembre.
Para los demócratas, la elección presidencial se resume en dos estrategias posibles: capturar el voto de los independientes o activar a sus bases. Lamentablemente, ambas son difícilmente combinables: apostar por la moderación para captar independientes puede también desmovilizar a sus simpatizantes. Por eso, la energía de Sanders o Warren no es compatible con la moderación de Buttigieg o Biden.
Esto es lo que se pudo ver en las primarias de Iowa. La estrategia política de Biden de orientar su discurso hacia los votantes independientes fue apresurada y explica los malos resultados del ex vicepresidente de Barack Obama. El coste que está pagando el candidato por los ataques de Trump es menor que el derivado de reclutar a un votante independiente que está fuera del partido y tiene poco interés en el resultado final de la elección presidencial. Su táctica ha sido onerosa en tiempos de polarización, donde el votante moderado es escaso y la energía interna importa mucho más.
Para Sanders y Warren, ganar la Presidencia depende de lograr que el 3 de noviembre vote el mayor número de demócratas posible; es decir, de aumentar el caudal de afiliados que se movilice. Así como Trump ha apostado por llevar más republicanos a las urnas, sus oponentes saben que los niveles de identificación y de reclutamiento partidario les benefician ampliamente. Pero esta ventaja puede materializarse si estos electores participan, y eso sólo ocurriría si hay candidatos demócratas que les entusiasmen.
Biden fuera, Buttiegieg dentro
Aun cuando es muy temprano para anticipar hacia dónde irán los números definitivos, las elecciones de Iowa muestran que Biden es un candidato mucho menos competitivo de lo que se creía en 2019. Sin él, los demócratas moderados sólo pueden colocarse detrás de un candidato joven, con poca visibilidad entre los votantes y escaso capital político. Si los resultados de Iowa describen el estado de ánimo del partido, aun sin ser representativos, las primarias se han inclinado considerablemente en favor de Sanders y de Warren, lo que posiblemente tenga como desenlace una campaña de alta intensidad y confrontación.
Esto es también lo que quiere Trump, aunque los riesgos de perder son mayores con esta tipología de campaña. Aun cuando los moderados auguran que un Partido Demócrata girado a la izquierda es menos competitivo contra el presidente, los datos disponibles no clarifican qué campaña tiene mayores probabilidades de derrotar al oficialismo. Por el momento, el futuro parece pertenecer a los intensos de hueso progresista como Sanders o Warren. Veremos en New Hampshire si esto se convierte en tendencia.