El día de hoy, el Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, declaró que el reciente brote del coronavirus en China (2019-nCoV)
es una emergencia de salud pública de importancia internacional. La epidemia ya había adquirido desde antes una dimensión transfronteriza, al haberse detectado personas infectadas a lo largo de múltiples regiones. La incertidumbre respecto de la información epidemiológica del virus había derivado inicialmente en un aplazamiento de la decisión.
En ese sentido, las dificultades para brindar información actualizada durante esta crisis son múltiples. La manera en que el conteo de las personas contagiadas aumenta día a día presenta un reto para
cualquier cálculo en tiempo real. Ni qué decir de la complejidad técnica de la misma, que pone a prueba
cualquier intento de simplificación. Encima, el pánico global generado por la situación, visible ya en un
frenesí de compra de mascarillas, es palpable.
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La rápida propagación del virus está correlacionada con la forma en que la comunidad internacional se encuentra altamente interconectada. Además de que el origen del brote, la ciudad de Wuhan, China, cuenta con alrededor de 11 millones de habitantes, el tránsito de personas y mercancías desde y hacia ese lugar acentuaron la explosividad del contagio.
La interdependencia comercial entre el gigante asiático y prácticamente todas las regiones del mundo es también un factor determinante. Por esta misma razón,
es difícil estimar las consecuencias económicas que este incidente tendrá tanto para China como para el resto del mundo. Después de todo, el virus no es lo único que se contagia.
Qué son las declaraciones de emergencia de la OMS
La declaración de emergencia de salud pública de importancia internacional del Director General de la OMS se emite tras el asesoramiento de un
Comité de Emergencias. Este Comité se compone de un grupo de expertos en salud pública seleccionados de distintas regiones del mundo, en el que también hay la participación de expertos nacionales del país afectado. Hasta ahora, las deliberaciones de los Comités no están abiertas al público. Solo se conoce el resultado una vez que se ha llegado a una decisión.
Desde el punto de vista del derecho internacional,
la declaración de la OMS no conduce a un cambio en cuanto a las obligaciones jurídicas de los estados, ya sea de China frente a los demás, o de éstos frente a China. Ese no es su propósito. Más bien,
las declaraciones aspiran a informarle a la comunidad internacional la presencia de un "evento sanitario" con dimensiones internacionales, así como la necesidad de emprender una respuesta internacional coordinada. En ese sentido, a pesar de la ausencia de nuevas obligaciones, las declaraciones de emergencia fungen también como catalizador de la respuesta internacional.
Otro de los propósitos de las declaraciones de emergencia es el de proporcionar una evaluación técnica y confiable del transcurso de la situación. La justificación de este ejercicio de autoridad consiste en que
una organización internacional puede analizar los hechos de manera más independiente de los intereses de las autoridades nacionales. Ello no significa que los Estados no tengan voz alguna. Como se indicó antes, por lo general se le otorga a expertos nacionales de dichos países, propuestos también por sus gobiernos, la posibilidad de participar en las deliberaciones.
Una mirada a eventos pasados, como las crisis del Ébola de África Occidental de 2014-2016 o la más reciente en la República Democrática del Congo que inició en 2018 y continúa a la fecha, arroja luz sobre las posibles reacciones por parte de países y de instituciones internacionales. En respuesta al contagio del nuevo coronavirus, y aun antes de la declaración, algunos Estados han emitido ya alertas de viaje, e incluso anunciado
el cierre de fronteras.
Múltiples aerolíneas han suspendido temporalmente todos los vuelos desde y hacia China. Este cerco desde fuera derivará tanto en una limitación de las posibilidades de respuesta, como en un impacto económico severo para el país. De ahí, que
si bien las declaraciones de la OMS se presentan como puramente técnicas, acarrean también consecuencias socioeconómicas. Aun cuando los estados no estén legalmente obligados a acatar sus recomendaciones, no debe ignorarse su peso merced a que son vistas como
"mejores prácticas".
Finalmente,
la OMS no es la única institución internacional involucrada en la respuesta a pandemias.
El Banco Mundial posee mecanismos especiales de financiación, que no siempre dependen estrictamente de las declaraciones de emergencia de la OMS. La necesidad de los Estados de contar con fondos para hacerle frente a pandemias había sido identificada ya durante emergencias sanitarias anteriores. Iniciar una campaña de recaudación de fondos una vez que la crisis está en su apogeo no es la manera más eficaz de fortalecer la preparación frente a pandemias. Aun cuando el gobierno chino
tenga la capacidad de desembolsar miles de millones de dólares en la respuesta, no todos los países pueden costeárselo del mismo modo. Y todo esto sin contar con las consecuencias a corto, mediano y largo plazo de la perturbación de las actividades comerciales.
Las draconianas medidas nacionales de respuesta
Hasta ahora, no hay vacunas ni medicamentos antivirales para el nuevo coronavirus. Los siguientes meses serán cruciales para la investigación médica, pues la creación de nuevos fármacos requerirá de emprender costosos e intricados ensayos clínicos. El reto es particularmente severo, puesto que los ensayos deberán conducirse en medio de los esfuerzos de contención del virus.
En lo que se desarrollan los medicamentos adecuados, otras medidas no farmacéuticas ya han sido implementadas. El gobierno chino ha impuesto aislamientos y cuarentenas a nivel masivo, con proporciones quizá nunca antes vistas. A nivel individual, y ciertamente con dimensiones mucho menores, otros países
como Alemania también recurren a ellas al identificar personas infectadas con el virus.
Las drásticas medidas de contención dan paso a dos interrogantes: la efectividad de las medidas y la relación con los derechos humanos. En cuanto a la primera,
expertos en el tema de salud pública han puesto en duda la efectividad de medidas, como los cordones sanitarios de facto desplegados hasta ahora en varias ciudades de la provincia de Hubei, en donde se encuentra el epicentro, Wuhan. Si bien las ciudades no han sido literalmente cercadas como sí lo fueron algunas ciudades en Liberia o Guinea durante la crisis del Ébola en 2014-, la suspensión de servicios de transporte ha derivado en un cordón sanitario de facto. Podría ser útil para impedir que la aglomeración de personas acelere el contagio. Sin embargo, una vez que el virus ya se ha propagado, intentar aislar a las personas puede resultar contraproducente. Al hacerlo, se corre el riesgo de orillar a las personas a huir por vías alternas. Además, puede restringir la provisión de ayuda externa y de servicios médicos necesarios. Así lo consideró hoy el Comité de Emergencias al emitir sus recomendaciones, aunque también reconoció que en casos específicos, la cuarenta y el aislamiento pueden ser útiles para proteger a grupos vulnerables.
El carácter restrictivo de las medidas puede abordarse también a partir del trasfondo de los derechos humanos. Aquí,
China representa un caso atípico en más de un sentido. Por ejemplo, a la fecha el país no ha ratificado instrumentos legales como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Ello tiene consecuencias jurídicas sobre el modo en el que se enmarcan las relaciones entre el Estado y los individuos. Las salvaguardas que estarían disponibles en otros países ante la imposición de medidas restrictivas, no serían aplicables en estas circunstancias.
La línea entre lo nacional y lo internacional: borrosa e infranqueable a la vez
Ya se ha dicho, en repetidas ocasiones, que fenómenos con dimensiones globales, como las pandemias no reconocen fronteras. En el caso de la propagación del nuevo coronavirus, esto es al mismo tiempo adecuado y erróneo.
Por un lado, como se mencionó al inicio,
la interconexión entre países debido al comercio global y al tránsito de personas implica que las consecuencias de este evento en China repercutirán en la economía mundial. Además, las respuestas puramente nacionales son insuficientes para responder de manera efectiva. El rastreo y eventual reporte de los casos sospechosos a lo largo de distintos países es necesario para tener un cuadro epidemiológico más preciso.
Por otro lado,
como se ha puesto de manifiesto a partir de la reacción del gobierno chino, las fronteras nacionales aún son determinantes. El signo más claro es la imposibilidad de observadores externos que incluye a la gran mayoría de los medios de comunicación- de poder retratar las dinámicas internas de un país que, a pesar de ser la segunda economía más grande del mundo, en muchos sentidos representa un enigma. Ello tiene incidencia sobre el tipo de información que está disponible, aun más desde el exterior. La falta de acceso directo, por cuestiones lingüísticas, a los medios de comunicación en idioma chino mandarín, limita la de por sí difícil cuestión de interpretar correctamente los comunicados. Más aún, las autoridades chinas han anunciado la imposición de penas a aquellos que publiquen o reproduzcan "reportes falsos" o "desinformación" (si bien hay que tener en cuenta los límites de traducción del original). Aunque en cierto sentido ello puede parecer sensato en aras de desincentivar los falsos reportes, no está exento de consecuencias adversas. En primer lugar, los retos epistémicos de definir ex ante qué es "cierto" y qué es "falso", máxime en medio de una emergencia, son demasiados. Segundo, una canalización centralizada de la información y la ausencia de medios alternos le impone una carga mayor a los comunicados oficiales. Dado que son los únicos capaces de hacerle saber a las personas qué rumbo ha adquirido la crisis, las omisiones se visibilizan todavía más.
Con todo y resurgimientos nacionalistas y las resultantes tensiones y rupturas diplomáticas, la tesis del vínculo entre la globalización y las pandemias aún tiene vigencia.
Ahora más que nunca cobra sentido la afirmación de que los sucesos, actos y medidas acontecidos a nivel nacional pueden ser al mismo tiempo de relevancia internacional. Las consecuencias literalmente globales del actual brote de coronavirus en China son un recordatorio muy amargo de ello.