22 de Enero de 2020, 21:52
A poco menos de una semana para las elecciones congresales extraordinarias en Perú, el escenario político es, por decirlo así, extraño: sólo el 28% ha decidido su voto, el nuevo Congreso sólo legislará por un año y los congresistas electos no podrán postular en las elecciones del 2021. Sin embargo, si bien esta Cámara estará poco tiempo tiene ante sí retos importantes como la reforma política, la lucha contra la corrupción, algunas investigaciones de fiscales supremos y revisar los más de 50 decretos de urgencia que ha aprobado el Ejecutivo en este periodo. Será una legislatura breve, pero muy importante, y lo que haga o deje de hacer marcará el derrotero político del país en los próximos años.
¿Cómo llegamos a este punto?
El 30 de septiembre del 2019, el presidente peruano Martín Vizcarra disolvió el Congreso, cerrando un periodo de lucha de poderes que se inició con la juramentación de Pedro Pablo Kuczynski en la Presidencia y con Fuerza Popular en el Congreso, presentando una oposición sin precedentes (73 de 130) liderada por Keiko Fujimori. Los enfrentamientos entre el Ejecutivo y el Legislativo, propios de un Gobierno dividido, fueron azuzados por las investigaciones del caso Odebrecht. Entre los hitos más importantes producto de esta confrontación está la renuncia de Kuczynski, la toma de poder por parte de Martín Vizcarra, un referéndum para modificar la Constitución y, finalmente, el cierre del Congreso.
Esta ultima no estuvo exenta de polémica, el Tribunal Constitucional ratificó su legalidad. Casi el 90% de la opinión pública apoyó el cierre del Congreso, y por ello la popularidad de Martín Vizcarra llegó a un 82%, un nivel sin registro reciente. Fuerza Popular y sus partidos aliados en el Congreso (aunque sin alianza formal, esta formación fue secundada por la banca aprista y, con menos disciplina, por la Alianza para el Progreso y Acción Republicana) quedaron muy desprestigiados por su actuación, especialmente por sus intentos de interferir en las investigaciones de los escándalos relacionados con Odebrecht.
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Con el cierre del Congreso, se convocaron elecciones congresales extraordinarias. Además de ser para un periodo muy corto, se trata de una elección congresal sin candidato presidencial y en la que el partido del Gobierno no compite. El referente más cercano es la elección de la Asamblea Constituyente Democrática de 1992, que Alberto Fujimori convocó tras disolver el Congreso. Sin embargo, entonces Fujimori canalizó su popularidad hacia su lista congresal (Cambio 90-Nueva Mayoría), lo que le permitió obtener el 55% de los asientos de la Cámara única. Martín Vizcarra no tiene partido compitiendo, y la ley electoral le prohíbe hacer mención a una lista o inducir al voto.
Tener candidato presidencial y/o partido de gobierno compitiendo ayuda al elector, ya que éste se concentra en el candidato presidencial y tiene que evaluar entre pocas figuras. En contextos normales, el elector elige su candidato presidencial y generalmente apoya la misma lista congresal, dado que el 75% del electorado peruano considera la elección presidencial como la más importante.
Escenario político: Navidad y 'Odebrecht'
Debido al carácter extraordinario de las elecciones, el tiempo de campaña ha sido corto y en un periodo atípico. Los partidos y candidatos han tenido poco más de dos meses para hacer campaña, de los cuales diciembre es un mes muerto, ya que la población tiene como preocupación principal las fiestas navideñas, cierre de año laboral o el inicio de vacaciones.
En enero hemos visto mucha más actividad de campaña; la elección empezó a ganar el centro de atención. Sin embargo, la evolución de las investigaciones de los escándalos de 'Odebrecht' son un duro competidor por la atención pública. El trabajo del equipo de fiscales ha logrado obtener información que compromete a empresarios, ex presidentes y líderes políticos. Como consecuencia, la atención de la prensa y del elector se encuentra muy dividida.
¿Partidos o candidatos?
La mayoría de partidos políticos no ha hecho una selección cuidadosa de los candidatos, y las listas han servido de vehículos para ambiciones personales en las que la conexión ideológica o programática es la gran ausente. Por lo tanto, los partidos no han hecho campaña por sus marcas, dejando que los candidatos se lancen a promociones individuales con mensajes dispares.
Dejar que la elección se centre en los candidatos congresales es un error por dos razones. Primero, porque Perú tiene un sistema de listas semiabiertas, donde el elector vota por un partido y luego, si lo desea, ejerce dos votos preferenciales. Es decir, en la boleta sólo están los símbolos y dos espacios para escribir números. Los candidatos concentran la campaña en ellos mismos, promocionando sus rostros o con mensajes inútiles para el elector en el momento de optar.
Para ilustrar este punto, tomemos la candidatura de Daniel Urresti, de Podemos Perú. Su campaña se ha basado en su propia figura pública, y en un sondeo reciente obtiene el 16% de apoyo. Sin embargo, en los estudios de opinión que incluyen simulacros de votación su partido obtiene el 2,2%. Los electores probablemente olvidan el nombre y el símbolo de su partido a la hora de votar.
Por otro lado, una campaña basada en el candidato genera una sobrecarga cognitiva para el elector. En Lima compiten cerca de 800; en la circunscripción más pequeña compiten 64. En ese sentido, seguir las trayectorias, escándalos, propuestas y demás de cada uno de ellos es una tarea inmensa, si no imposible, para cualquier elector.
¿Hay esperanza?
Perú es un claro ejemplo de debilidad partidaria, donde la mayoría de partidos no tiene una agenda o posiciones ideológicas claras. Sin embargo, algunos se han esforzado más que otros. Formaciones nuevas como Frente Amplio y Partido Morado han buscado promover spots en redes sociales en los que despersonalizan la campaña, buscando conectar al elector con una identidad partidaria y su símbolo. También 10 de los 22 partidos en competencia han presentado una agenda legislativa a Transparencia, buscando enviar la señal de que existen posiciones sobre política pública que unen a sus candidatos.
Vemos también que algunos partidos han tenido menos filtros que otros (ver gráfico). Analizando la información presentada en las hojas de vida (cada candidato presenta esa información al inscribirse, y si miente o emite información, el tribunal electoral excluirles de la elección), podemos encontrar que Unión por el Perú (16%), Podemos Perú (14%), Somos Perú (15%) encabezan la lista de partidos con mayor proporción de candidatos con sentencias penales, por faltar a obligaciones familiares o incluso violencia familiar. Sin embargo, vemos que Frepap, Renacimiento Unido, Frente Amplio y el Partido Morado (todos con menos de 4% de candidatos con sentencia) habrían hecho un mejor trabajo de selección.
¿Qué esperar?
Es poco probable que el nuevo Congreso busque la confrontación con el Ejecutivo, como lo fue el electo en 2016. Ello se debe a que el fujimorismo no será mayoría: según las últimas encuestas publicadas, obtendría un 10% del Parlamento, y sus partidos aliados probablemente no pasen la 'valla' electoral. Por otro lado, Martín Vizcarra sigue siendo la figura política con mayor aprobación (63%).
Habrá fragmentación, pero será menor que en el Congreso anterior. En las últimas elecciones congresales, postularon 14 partidos o alianzas y obtuvieron representación seis, que terminaron siendo 12 bancadas. En esta elección, según la última encuesta publicada por El Comercio, son cinco los partidos que obtendrían representación y ninguno de ellos son alianzas electorales, por lo que es probable que el número de bancadas no se duplique como ocurrió en el Congreso anterior. Menor fragmentación ayudaría a la generación de consensos sobre reformas o legislación.
¿Aprobarán reformas? Existen incentivos para que este Congreso busque dejar un legado positivo y reflote la aprobación congresal. Los congresistas electos solo estarán un año en el cargo y no podrán postularse en las elecciones siguientes. Entonces, es posible que quieran dar la impresión de que han hecho bastante en poco tiempo. Las reformas política y judicial y la lucha contra la corrupción son asuntos que se alinean con la opinión pública, y que generó el rechazo ciudadano por el bloqueo o apatía del Congreso anterior.
Finalmente, es posible que se elijan congresistas con mayor vocación regional; sobre todo porque los comicios más cercanos en el tiempo para ellos es la elección sub-nacional de 2022, por lo que si quieren optar a alguna Presidencia regional o Alcaldía provincial van a tener que demostrar una actitud más regionalista que les permita generar una opinión positiva en sus circunscripciones.
Esperemos que este Congreso entienda su responsabilidad historia y tenga una mejor llegada con la ciudadanía. El anterior llegó a tener un 84% de desaprobación. Nuestras élites políticas deben entender que tienen que presentar y representar opciones ciudadanas, y necesitamos cambios sociales y económicos que no pueden esperar. De lo contrario, no podrá sorprender que el ciudadano llegue a pensar que está mejor sin Congreso que con él.