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Corazón tripartito en la derecha española

Héctor Meleiro

22 de Enero de 2020, 21:54

Si durante décadas el bloque electoral de la derecha se ha coordinado en torno a un único partido, hoy ese electorado tiene tres opciones disponibles. Este fenómeno, que es uno de los más interesantes de nuestra historia política reciente, no ha recibido aún la debida atención. ¿Qué es lo que ha sucedido? ¿En virtud de qué clivajes se han dividido sus votantes? En este análisis defiendo que la derecha ha sufrido una ruptura que es generacional, pero también de una naturaleza socioeconómica.

Desde el 2 de diciembre de 2018, cuando Vox irrumpió con 12 escaños y el 11% de los votos en el Parlamento de Andalucía, muchos observadores trataron de poner la mira en la extracción socioeconómica de los votantes de este nuevo partido de derecha radical. Como habíamos visto en otros países, deseábamos saber si en España también existía un flujo de votantes de clase trabajadora que, decepcionados con los partidos de izquierdas, estarían optando ahora por la extrema derecha. Sin embargo, hasta ahora no hay datos que sostengan nada parecido: aunque en muchos municipios el voto de Vox es transversal a la renta, este partido obtiene la mayor parte de las clases acomodadas. En los barrios humildes, no alcanza cuotas de apoyo muy relevantes, y por los datos a nivel individual sabemos que sus votantes se auto-ubican fundamentalmente en la derecha del espectro ideológico y tienen posiciones políticas típicamente asociadas a ella. En España, renta y comportamiento electoral están fuertemente correlacionados, y la entrada de Vox no ha cambiado esto en absoluto.

Ahora bien, siendo así que Vox ha crecido a costa del electorado liberal-conservador, ¿con qué porción de este pastel se está quedando? ¿Hay algo que caracterice a estos votantes y los diferencie de los del PP y Ciudadanos? Para responder a estas preguntas, es necesario analizar los datos controlando por este hecho de que las rentas bajas tienden a votar a la izquierda y las altas por la derecha (agradezco a Pepe Fernández-Albertos esta sugerencia). De esta forma, si cogemos los 15 municipios más poblados de España, calculamos el voto de PP, Vox y Ciudadanos sobre el total a estos tres partidos (es decir, no sobre el censo ni sobre los sufragios válidos, sino sobre el bloque de la derecha) y lo ponemos en relación con la renta media de los hogares, emerge un hecho interesante: Vox parece mejorar su participación en este bloque cuanto menor es la renta media, al contrario que el PP, cuya porción del pastel aumenta cuanto mayor es esa renta.

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Esto no significa, en absoluto, que las clases trabajadoras se estén echando en los brazos de la extrema derecha, como advierten algunos opinadores; como hemos dejado claro, los barrios humildes siguen registrando cuotas elevadas de apoyo a la izquierda. Significa, por el contrario, que Vox se está convirtiendo en el partido de referencia de las clases populares de la derecha que, por si acaso alguien tenía alguna duda, existen: el PP no llegó a recabar el apoyo de más de 10 millones de votantes sólo a base de ricos y clases medias.

Esta idea también se sostiene si analizamos datos de encuesta (los del estudio preelectoral de las elecciones del 10 de noviembre del Centro de Investigaciones Sociológicas). En este caso, para controlar por el hecho de que renta y voto están correlacionados filtramos a las personas de la encuesta que se auto-ubican en la derecha, no declaran ideología o declaran la intención de votar a uno de los tres partidos de la derecha española. Los resultados arrojados al especificar una regresión logística con estos datos nos indican que ser de derechas y estar en paro eleva la probabilidad de votar a Vox. En comparación con los individuos con estudios universitarios, los que sólo han alcanzado estudios de secundaria de primer grado y los que han estudiado una Formación Profesional, también tienen mayores probabilidades. Si tenemos en cuenta que el nivel educativo es históricamente un proxy de estatus socioeconómico, los datos a nivel individual estarían aportando más evidencia de esta caracterización de Vox como un partido atractivo para las clases populares de la derecha.

Estos datos también nos confirman el sesgo generacional entre los tres partidos: Vox y Ciudadanos son una expresión joven de la derecha, mientras que el PP mantiene fieles a los votantes conservadores mayores. El sesgo masculino de Vox parece permanecer incluso teniendo en cuenta sólo a los votantes de derechas. Ser católico practicante eleva las probabilidades de votar al PP y disminuye la de hacerlo por Ciudadanos. En el caso de Vox, no existe un efecto significativo de esta variable.

En resumen, mientras que Ciudadanos surgió como una escisión joven, urbana, acomodada y (autodefinida como) liberal del electorado de la derecha, Vox es la escisión inversa: votantes que se reconocen más bien como conservadores, sin el sesgo urbanita de Ciudadanos, también más jóvenes que los que se quedan en el PP pero con un pie más firme en las clases populares de la derecha que Cs. Vox, por tanto, no ha superado el eje ideológico; sus votantes son inequívocamente de derechas. Pero dentro de los votantes autoubicados en la derecha, funciona mejor entre aquéllos con rentas más bajas.

Las pasadas elecciones del 10-N han dejado a Ciudadanos al borde de la viabilidad electoral. Ante este escenario de naufragio del partido autodefinido como liberal, cabe preguntarse si esta competición tripolar que ha surgido en el bloque de la derecha dará paso a una competición a dos, simétrica a la del campo de la izquierda, o, por el contrario, el partido naranja será capaz de recomponer su espacio político.

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