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Twitter como espacio de transformación y debate político

Rosa Borge Bravo, Marc Esteve del Valle

16 de Enero de 2020, 20:00

Los usuarios de Twitter en España no llegan a los cinco millones, frente a los más de 25 millones de Facebook (Statista). No obstante, el 64% de los usuarios de Twitter lo emplea al menos una vez por semana para informarse sobre política. Se usa mayoritariamente para la información y la comunicación sobre temas políticos y sociales (véase el estudio de su audiencia resumido por Pablo Masanse).

Para los que empleamos Twitter por estas razones de forma habitual, nuestra experiencia cotidiana puede ser muy ambivalente. Junto a hallazgos interesantes, intercambio de opiniones e información y, finalmente, un mayor conocimiento sobre diversos temas, también se sufren momentos desagradables debido a los insultos, simplismos y ridiculizaciones que abundan.

Numerosos estudios muestran que esta red social acaba siendo una cámara de resonancia que amplifica la polarización política y la intolerancia entre posicionamientos ideológicos encontrados (por ejemplo, Connover et al, 2011; Garimella et al, 2018). Además, proliferan las cuentas falsas creadas por simpatizantes partidistas, los propios partidos e incluso gobiernos con el objetivo de promocionar candidatos y políticas e influir en las campañas electorales (véase 'Twitter cierra cuentas'). Para conseguirlo, en estas cuentas se difunden bulos y se fomenta la división.

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En el último debate de investidura, por ejemplo, las redes sociales se emplearon a fondo para presionar de forma agobiante y agresiva a los diputados que apoyaban la investidura de Pedro Sánchez, pero también para ofrecerles apoyo y ánimos. En este artículo quisiéramos destacar, precisamente, que Twitter, más allá de los usos perniciosos, está propiciando la transformación de aspectos importantes del funcionamiento de los partidos y se ha convertido en un canal valioso para el intercambio de opiniones, la exposición a la diversidad y el debate político argumentado.

Al igual que sucede con todas las innovaciones tecnológicas que afectan a gran parte de la ciudadanía, las comunicativas tienen impactos, funciones y usos tanto positivos como negativos. Maneras de emplearlas y consecuencias que cambian continua y rápidamente. Asimismo, las plataformas de las redes sociales también modifican sus funcionalidades respondiendo a los problemas detectados o a las demandas de los usuarios (véase, por ejemplo, la reciente posibilidad que tiene un autor/a de Twitter de ocultar las respuestas a sus tuits). Por tanto, quizás sea demasiado simplista calificar una tecnología comunicativa como positiva o negativa sin contemplar sus múltiples y diversas funciones, su funcionamiento en diferentes contextos, los usos de los distintos actores y su evolución temporal.

Hay varios ámbitos en los que Twitter muestra su potencial transformador de la política. En primer lugar, contribuye a la aparición de nuevos líderes de opinión dentro de los partidos, ofreciendo una oportunidad de visibilidad y protagonismo a políticos sin responsabilidades partidistas o parlamentarias, tal y como observamos en diversos estudios sobre la red de Twitter de los parlamentarios catalanes de la X legislatura (2012-2016) (Esteve & Borge, 2017¸ Borge & Esteve, 2017). Estos parlamentarios mantenían una actividad intensa en Twitter y otras redes sociales que les reportaba más retuits y menciones que al resto de parlamentarios. Además, aunque no desempeñaran cargos políticos, realizaban una importante labor de puente entre los parlamentarios (brokerage) de la red de Twitter del Parlament.

Además, la red parlamentaria de Twitter expone y confronta a los parlamentarios con opiniones e ideologías contrarias y no es meramente una cámara de resonancia. Así, en nuestras investigaciones descubrimos que las interacciones entre partidos distintos eran más importantes en las menciones (34%) que en los retuits (11,5%), mientras que la red de seguidores seguía una lógica más partidista: sólo el 9% de los seguimientos no se realizaron al mismo partido (Esteve & Borge, 2018).

De hecho, los grafos de interacciones muestran cómo en las redes de menciones los parlamentarios de Ciutadans y del PP se sitúan cercanos a los de ERC y CiU. El PSC aparecía como el partido menos polarizado en la red de seguidores (el 49% de sus seguimientos eran para partidos nacionalistas catalanes), mientras que la CUP resultaba ser el menos polarizado en las menciones (el 36% de ellas eran para partidos no nacionalistas catalanes) (Esteve & Borge, 2014). En resumen, seguir cuentas de un mismo partido es más frecuente que retuitear o mencionar a los parlamentarios del propio partido. De esta forma, los retuits y las menciones pueden constituir canales para la interacción, el debate y la confrontación inter-partidista.

Relevantes estudios realizados en el Reino Unido, Estados Unidos, Alemania o España demuestran que el impacto de las redes sociales en la polarización y en el refuerzo de cámaras de resonancia está sobrevalorado (Dubois & Blank, 2018); o, incluso, que las redes sociales contribuyen a reducir la polarización (Barberá, 2015). Elizabeth Dubois y Grant Blank emplearon una encuesta representativa de usuarios de internet en el Reino Unido y descubrieron que sólo un 8% de la población era probable que se informara e interactuara online con personas exclusivamente de su misma posición ideológica.

Las personas interesadas por la política y las que se informan políticamente a través de diversos medios (redes sociales, motores de búsqueda, blogs, periódicos, televisión, radio, etc.) se exponen accidentalmente a opiniones diversas y noticias que no buscan, y tienden a interactuar con personas de distintas posiciones ideológicas. Por su parte, Pablo Barberá empleó un diseño de panel con datos de encuestas representativas y cuentas de Twitter que incluyó a millones de individuos de Estados Unidos, Alemania y España. Los resultados de su investigación evidencian que la mayoría de los usuarios de Twitter se expone a una gran diversidad política en sus redes sociales, no sólo por Twitter, y que los individuos que reciben mensajes políticos diversos a través de este canal moderan sus posiciones políticas a lo largo del tiempo. Concretamente en España, según el último estudio de la audiencia de Twitter citado al principio, el 67% de sus usuarios se relacionan con políticos o partidos de signo ideológico diferente al suyo.

Asimismo, Twitter puede acoger conversaciones substantivas y argumentadas entre líneas ideológicas opuestas y enfrentadas. Aunque a muchos pueda sorprender, un reciente estudio empírico demuestra que un 55% de las interacciones en esta red sobre la independencia de Cataluña se realizó entre personas a favor y en contra de la independencia (Balcells & Padró-Solanet, 2019). Estas interacciones entre posiciones políticas enfrentadas desembocaban en conversaciones más extensas y de mayor calidad argumental, al igual que ocurre con cualquier debate público en el que el desacuerdo suele ser un acicate para una conversación más argumentada y prolongada (Guttman & Thompson, 1996).

No obstante, cuando las posiciones de los participantes eran extremistas o radicales, las conversaciones entre oponentes tendían a durar menos, interrumpiéndose la reciprocidad mucho antes. En este sentido, también hay estudios comparados que muestran que las interacciones entre centristas de izquierda y derecha son más probables que entre centristas y extremistas de la misma línea ideológica (Bright, 2018).

En conclusión, Twitter puede desempeñar funciones transformadoras de la política partidista como el surgimiento de nuevos líderes de opinión que no ostentan cargos oficiales en los partidos o facilitar la interacción, debate y réplica personalizada entre parlamentarios de distintos partidos. Las visiones más pesimistas de Twitter como un canal en el que las opiniones políticas son únicamente compartidas por los afines y reforzadas en el proceso de interacción no se corresponden con los resultados de estudios recientes. Según éstos, sus usuarios interactúan con distintas posiciones ideológicas, entablan debates prolongados y argumentados sobre asuntos polémicos e incluso moderan sus posicionamientos políticos tras exponerse a la pluralidad de opiniones.

Por todo ello, es fundamental analizar de forma empírica y sistemática los usos políticos que se dan en esta red (más allá de los momentos puntuales), así como sus efectos concretos sobre la cultura y el sistema políticos y el funcionamiento de la democracia.

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