El pasado 19 de diciembre, el Foro Económico Mundial (WEF por sus siglas en inglés) publicó su Índice Global de Brecha de Género para el año 2020 en el que, con grata sorpresa, se pudo comprobar que España había escalado 21 posiciones regresando, así, al top 10 de los 153 países analizados, a cuya cabeza se encuentra Islandia.
Este índice, puesto en marcha en 2006, compara las brechas de género por países en cuatro áreas: economía, educación, salud y política, proporcionando clasificaciones que permiten realizar comparaciones entre regiones y grupos de ingresos. En 2020, la brecha de género global (basada en el promedio ponderado de la población) se situó en un 68,6%; es decir, se está estrechando y queda un 31,4% para conseguir cerrarla.
Sin embargo, aunque la igualdad entre hombres y mujeres avanza, como señala el propio informe "se necesitarán 99,5 años para lograr la plena paridad al ritmo actual de cambio".
Centrándonos en el caso español, mientras que en 2018 ocupaba el puesto 29º y obtenía una puntación de 0,746 (siendo 1 la más cercana a la paridad y 0 la más lejana), en 2020 ha ocupado el puesto octavo con 0,795 puntos. Al igual que en la media global, en los ámbitos relativos a educación y salud se acerca a la paridad (por la universalidad de estos servicios en el Estado español), cuestión que no sucede en relación con la política y, especialmente, la economía. Empecemos por estos últimos.
En el ámbito de la participación económica y oportunidades (Tabla 1) se pueden encontrar los peores resultados globales, ocupando la posición 72ª. Los ítems peor valorados son la ratio de mujeres y hombres entre legisladores/as, altos/as funcionarios/as y gerentes/as, así como la igualdad salarial.
En su análisis de los Presupuestos Generales del Estado de 2018 (prorrogados recientemente), la Plataforma Impacto de Género Ya denunciaba que en nuestro país se "potencia una estructura laboral/familiar atravesada por la división sexual del trabajo: un mercado de trabajo altamente segregado por sexos y una familia en la que los hombres se ven presionados a mantenerse alejados de los cuidados y las mujeres, a abandonar sus empleos para cuidar en el seno del hogar".
Así, temporalidad, precariedad, techos de cristal, bajos salarios y jornadas parciales no deseadas forman parte del vocabulario común a la hora de hablar de la situación de las mujeres en la economía y el empleo.
El empoderamiento político (Tabla 2) muestra la doble cara de la política española. Si bien se produce un avance significativo en este campo tanto por el número de mujeres en el Parlamento como, sobre todo, en puestos ministeriales, lastra este subíndice el hecho de que en los últimos 50 años no se haya contado con una mujer al frente de la Jefatura de Estado o del Gobierno.
Mary Beard, en 'Mujeres y Poder', nos llama a "pensar en el poder como un atributo o incluso un verbo (empoderar), no como una propiedad". Sin embargo, parece que alcanzar la Presidencia de Gobierno, e incluso las alcaldías sigue siendo propiedad masculina.
El ámbito de la educación (Tabla 3), aunque muestra iguales puntuaciones que en el informe anterior, mejora en el posicionamiento español. En esta mejora destaca el avance producido en relación con la tasa de alfabetización, lo que hace pensar en un empeoramiento de las condiciones en el resto de los países analizados por el WEF.
En relación con la salud (Tabla 4), España mantiene sus puntuaciones intactas. Mientras que se mantiene la posición global, se avanza en la relativa al ratio de sexos al nacer y se pierde en la esperanza de vida saludable de las mujeres.
Aunque en este post se han comparado las posiciones de España con el informe anterior, lo cierto es que hay que destacar que su presencia en este ranking ha sido muy irregular (Tabla 5), siendo un claro reflejo de la introducción de recortes en las políticas de igualdad de género tanto en el segundo Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) como en los de Mariano Rajoy (PP). Han tenido que pasar 13 años para que lograse situarse, de nuevo, entre las mejores posiciones.
Y es que, como señaló Simone de Beauvoir, "no olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida".