El 5 de enero de cada año, por mandato constitucional, se inicia un nuevo período anual de la Asamblea Nacional de Venezuela. Está también pautado institucionalmente que ese día se nombra a la directiva que presidirá ese año el poder público. Las expectativas eran altas en 2020. Las fuerzas políticas democráticas y opuestas a la dictadura de Nicolás Maduro gozan desde 2016 de una importante mayoría de curules y ya habían anunciado que ratificarían como presidente al diputado de Voluntad Popular Juan Guaidó, pero nada puede garantizarse en un país donde reina a sus anchas una tiranía arbitraria y carente de los más elementales escrúpulos.
Desde el 5 de enero de 2019, cuando Guaidó fue nombrado presidente de la Asamblea Nacional por la mayoría opositora, el Gobierno ha concentrado muchos esfuerzos y dinero en destruirlo políticamente. El joven, apenas de 36 años, mostró desde los primeros días tener carisma y habilidad, logrando unir bajo su liderazgo a la díscola pléyade de partidos de oposición. La Asamblea hizo suya la estrategia propuesta por él de buscar el cambio político a través de tres líneas de acción: cese de la usurpación, Gobierno de transición y elecciones libres. Es bueno recordar que, desde que esta Asamblea fuera electa en 2015, el Ejecutivo ha buscado una y otra vez cerrarla, sin lograrlo hasta ahora. Eso sí, la ha despojado de sus funciones, persigue a sus integrantes, los manda al exilio, encarcela y tortura, los despojó de sus sueldos desde 2016, ha comprado a algunos con sus prebendas, corta el agua y la luz en el Hemiciclo y pare de contar. Pero aun así, en 2020, el último año de este Parlamento, la Asamblea sigue en pie, sobrellevando los acosos, maltratos y triquiñuelas.
Semanas atrás, comenzó el plan del Gobierno de Maduro para impedir la ratificación de Guaidó. Como parte de él, en la madrugada del 4 de enero se presentó el cuerpo de inteligencia militar (Sebin) con armas de guerra en el hotel capitalino donde estaban hospedados unos 40 diputados opositores del interior del país. Golpearon puertas, gritaron amenazas, pidieron credenciales, amedrentaron. Se fueron unas tres horas después tras breves episodios de maltrato.
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El Palacio Legislativo y las manzanas aledañas en el centro de Caracas amanecieron acordonados por la Guardia y Policía Nacional bolivarianas. No dejaron pasar a los diputados opositores, los retuvieron y pidieron credenciales que revisaban una y otra vez, postergando su acceso y caldeando la calle. Llegó Guaidó y le impidieron la entrada. El vídeo mostrándolo tratando de entrar saltando la reja, mientras los cuerpos de seguridad lo contenían dio poco después la vuelta al mundo. La bancada del Gobierno tuvo por el contrario, la entrada expedita. También un grupo de diputados 'opositores', que traían la noticia de que había 'otra plancha' de la oposición para la directiva de este año, a cuya cabeza está un oscuro diputado, Luis Parra, que semanas antes había sido denunciado en una investigación del portal Armando.info por tener turbios negocios con funcionarios y empresarios del Gobierno. Este diputado y algunos otros están relacionados con los negocios de las bolsas de comida, Claps, que reparte el dictador, denunciados en Venezuela y en México por las corrupciones que entrañan. Otros han sido denunciados de haber aceptado sobornos millonarios, muy frecuentes en el patrimonialismo que caracteriza la dictadura.
El Gobierno apagó también esa mañana la señal de la telefónica CANTV para aislar al Palacio. No se podía transmitir por las redes. Cerró las entradas al Metro que dan a las cercanías del Legislativo. Tampoco permitió entrar al Palacio a periodistas ni a canales internacionales o nacionales independientes; sólo a sus propios medios. En este escenario, comenzó la hora loca de la bancada oficialista que, sin cumplir con las pautas institucionales mínimas (no está Guaidó, que es quien debe 'instalar' la Asamblea, ni se determina si hay quórum, 84 diputados de 167, para abrir la sesión, proceden a presentar esta plancha de disidentes, corruptos y expulsados de los partidos opositores, que desemboca en el anuncio de una nueva directiva encabezada por el tal Parra. No votan, incumpliendo otro requerimiento indispensable; porque, según ellos, la mayoría es evidente.
No, no había nada evidente. El relato oficial que comienza a difundirse por el ministro de las mentiras (de Comunicación e Información), Jorge Rodríguez, y el jefe de la bancada del PSUV, Francisco Torrealba, dice que Guaidó no llegó "porque no tenía los votos", que en el hemiciclo había quórum y que la plancha alterna ganó en buena lid.
Esta vez, la jugada salió mal: la oposición tenía un plan B. No sólo circulan los videos de cómo se le impidió a Guaidó entrar al hemiciclo y de diputadas golpeadas por los militares y policías, sino que Guaidó inmediatamente convocó a las 5.00 pm la instalación del Legislativo en otro lugar de Caracas, porque evidentemente no tenía cómo acceder al Palacio. Asimismo, en pocos minutos comenzaron las declaraciones de repudio internacional: Estados Unidos, Unión Europea, la Secretaría de la Organización de Estados Americanos, el Grupo de Lima; hasta de gobiernos que se han ubicado como independientes: Argentina, México, Uruguay. La Asamblea, con la presencia de 100 diputados (es decir, con holgado quórum y mayoría, sesionó en la sede del diario El Nacional ratificando a Guaidó como presidente del Legislativo y como presidente encargado del Ejecutivo hasta que "cese la usurpación". Comenzaron a llegar los respaldos internacionales a la nueva directiva.
A escala nacional, Maduro logró una hazaña: la oposición cerró filas (la moderada y la extrema) alrededor de esta nueva directiva. La farsa gubernamental también está produciendo la división de la llamada mesita, ese puñado de partidos chiquitos y dirigentes con los cuales el Gobierno ha establecido una negociación dudosa, tratando de debilitar a los partidos en la Asamblea.
El fake news de las salas mediáticas del Gobierno no logró torcer la verdad. El mundo ha visto la trampa casi en tiempo real. La jornada del 5 de enero dejó dos directivas de la Asamblea: una espuria, pero que apoyará la dictadura, y la legítima que apoyarán gobiernos y fuerzas democráticas extranjeros. Actores internacionales independientes tienden a rechazar el episodio. Los aliados poderosos de Maduro aún no han hablado. ¿Les conviene apoyar la directiva espuria? Siendo esta la situación, parece haberse abierto inesperadamente una coyuntura favorable a la oposición democrática. ¿Sabrá capitalizarla?
El martes 6 es día de plenaria en la Asamblea Nacional. Convocaron ya las dos directivas. ¿Qué va a pasar? El paso dado por el Gobierno parece haber sido en falso, pero este juego está lejos de terminarse. ¿Cuál pueda ser la siguiente jugada de Maduro, Cabello y compañía? Parece obligado pensar mal, porque acertarás.
La oposición sale momentáneamente fortalecida, Guaidó seguirá al frente del liderazgo. Es, con mucho, el líder más popular del país, aunque la falta de logros en 2019 lo debilitó. El día de su ratificación, su partido informó de que lo liberaba de sus obligaciones partidistas para que pueda ser el presidente que represente a todos los venezolanos.
Y ése es el gran reto de todos y cada uno de los actores políticos, sociales y del ciudadano común. Construir desde arriba y desde abajo la Venezuela de todos que desapareció en esta catástrofe. La economía está destruida, PDVSA agoniza, la sociedad se ha fracturado en mil pedazos, el territorio se está desmembrando, la migración masiva empobrece al país y sacude a la región latinoamericana llenándola de conflictos y tensiones. En síntesis, el estado nación de Venezuela se está desintegrando.
La solución a esta crisis general obliga a una perspectiva global, ambiciosa y de largo plazo. Para ello, la unidad de todas las fuerzas opositoras es indispensable. Pero, igualmente, hay que entender que la solución a la crisis no es sólo política y de corto o medio plazo. Se necesita tener una visión multidimensional que rescate la idea de Venezuela como estado nación, como patria de todos sus miembros, de todos los que se identifican y desean compartir a futuro sobre este territorio la construcción de un país democrático, de libertades e igualdades para todos.