La Unión Europea ya arrancaría el año con muchas asignaturas pendientes sin necesidad de que hubiera Brexit, guerra comercial y al multilaterismo y la amenaza creciente de los populismos. Éste es el contexto para la UE que analizan seis expertas y expertos.
El panorama económico. El término que mejor define en Europa la previsible evolución económica en 2020 es mediocridad. El crecimiento seguirá siendo débil, algo por encima del 1%, pero sin riesgos de recesión. La debilidad del sector industrial, de la inversión y de la demanda externa serán compensadas por el sector servicios y por los niveles de empleo generados. El Banco Central Europeo parece incapaz de añadir nuevos impulsos, y la política fiscal, que debiera tomar el relevo, se encuentra atenazada por las reticencias alemanas a utilizar sus márgenes de maniobra. Sólo si cayesen sus exportaciones como consecuencia del recrudecimiento de la guerra comercial, y los riesgos de recesión reapareciesen, Berlín podría soltar las riendas de sus cuentas públicas. Nadie parece en condiciones de hacer de locomotora. Las iniciativas anunciadas por las nuevas autoridades de la UE, como el Green New Deal, no tendrán un impacto económico tan inmediato.
En cambio, existe el riesgo de que el escenario dibujado pueda empeorar. En este sentido, habrá que prestar atención a las relaciones entre la UE y el Reino Unido tras el Brexit, a la posible reapertura de la crisis política italiana o a nuevas tensiones comerciales con Estados Unidos o con China.
Las reformas estructurales. En el contexto de la política económica de la UE, el gran desafío son las reformas estructurales necesarias para impedir que el euro pueda volver a tener las crisis que ha tenido, para evitar el círculo vicioso entre bancos y bonos soberanos que hemos visto en el pasado y para que la política económica de la zona euro sea sólida.
Las reformas estructurales necesarias están paralizadas desde hace cuatro años. Se llevaron a cabo algunas partes de la Unión Bancaria, pero luego no ha sucedido prácticamente nada más. El desafío de la nueva Comisión y del nuevo Parlamento Europeo es revivir este debate, resucitar estas reformas y tratar de que desarrollarlas y aplicarlas. Específicamente, lo principal en la agenda es, en primer lugar, la promesa de la presidenta de la Comisión de un reaseguro de desempleo europeo; en segundo lugar, la necesidad de concluir la Unión Bancaria, con un seguro de depósitos europeo y un activo seguro común para la eurozona. Y finalmente, otro reto importante: la necesidad de encontrar instrumentos que financien las reformas necesarias para luchar contra el cambio climático y la necesidad de que Europa pueda tener los Presupuestos y los medios para lograr que sus grandes ambiciones en estos temas se lleven a cabo.
Los desafíos políticos. 2020 será el de la transición de la salida del Reino Unido de la UE. Eso no acabará con la presión de los nacionalismos ni de las fuerzas que no quieren más Europa, ni respetar el Estado de derecho, ni un Presupuesto suficiente para abordar nuestros desafíos. Asuntos como los ataques al multilateralismo y a la democracia a través del lawfare, las turbulencias del comercio internacional, los movimientos internacionales de población, la digitalización, el incremento de las desigualdades, la financiarización, la ralentización del crecimiento o el cambio climático requieren más y no menos Europa.
Éste será un año de pruebas y diseños. Prueba de nuevos liderazgos al frente de todas las instituciones europeas; y diseño del Pacto Verde Europeo y de la Europa del futuro en el que la apuesta por la educación, la investigación y la innovación deben ser centrales para garantizar que las transiciones se hagan con justicia social. La discusión del Marco Financiero Plurianual (2021-27) será la prueba de fuego.
El modelo social europeo. Todo Berliner que tenga ocasión de frecuentar evocará en alguna de sus primeras conversaciones la edad de oro de su ciudad en los años 20 del siglo pasado, la explosión artística que condicionará la cultura europea del tiempo presente. En el próximo decenio no se espera cambio de guardia. La germana se ha consolidado como la capital de las Artes y las Ciencias y el principal referente político de la Europa unificada. Tras años de contención en el ejercicio de su liderazgo, Alemania ha asumido la necesidad de incrementar el capital político invertido en el barrio europeo de Bruselas. Aunque, respecto a la elección de Ursula von der Leyen, en Berlín se sigue comentando con la boca pequeña que los intereses estatales se protegían mejor con otro perfil de comisario y cartera, la expectativa es que la opinión pública teutona agradezca el salto.
Frente a la despreocupación colectiva por el bienestar individual en la que acaba de reafirmarse el Reino Unido, los mayores retos de la Unión en 2020 se resumen en el inicio de una conversación compleja acerca del futuro del modelo social europeo y la idea de solidaridad, que versará también sobre las implicaciones de la Europa a la carta y la voz de los ciudadanos en los procesos de las políticas, desplegada tanto individual como in modo corale.
La Europa de 28 menos 1 retratará el backlash de "la venganza de los lugares que no importan". Ésta ha derivado definitivamente en el éxito de líderes populistas de derecha, gracias a los apoyos ganados en distritos electorales donde la reducción del esfuerzo inversor y la venta de patrimonio público habían empobrecido a los ciudadanos y/o sublimado su sentimiento de abandono político.
La negociación de la nueva relación Unión Europea-Reino Unido normalizará el recurso a la flexibilidad (Europa a la carta, múltiples velocidades, etc.), que en la práctica ha sido una constante de la integración regional. No sólo algunos estados miembros han participado selectivamente en las políticas comunes (el caso paradigmático, la Unión Monetaria), sino que países que no forman parte del sistema político europeo se han ido asociando a la unificación del mercado, la unión aduanera y otros instrumentos e iniciativas en distintas áreas.
Finalmente, debe definirse hasta dónde estirar la re-nacionalización de competencias en la fase de ejecución de políticas y la conexión de este engrandecimiento de la implementación con la mayor participación de los ciudadanos.
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El cambio climático. En el plano internacional destacan tres citas que ofrecen una oportunidad para adoptar en 2020 políticas más contundentes e integradas. La primera, en junio, es la Conferencia de la ONU en Lisboa dirigida a mejorar la salud de los océanos, fuente de vida y sumidero de carbono. Posteriormente, en China se celebrará en octubre la COP15, el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD) bajo el lema Civilización ecológica: Construyendo un futuro compartido para toda la vida en la Tierra. La naturaleza es la infraestructura básica para mantener la vida en este planeta y, por ello, el secretario general de las Naciones Unidas ha hecho hincapié en que algunas soluciones para hacer frente al cambio climático deben estar basadas en la naturaleza. Se espera que se adopte un nuevo marco estratégico con metas para 2030 en materia de conservación de la biodiversidad, la utilización sostenible de sus componentes y la participación y distribución equitativa de los beneficios derivados de la utilización de los recursos genéticos. Finalmente, en noviembre, la COP26 de Cambio Climático, que tendrá lugar en Glasgow, debería, en teoría, alcanzar un acuerdo para poder aplicar el artículo 6 sobre los mercados de carbono y otras formas de cooperación del Acuerdo de París y terminar, así, de cerrar todas sus reglas para que sea plenamente operativo.
En el plano de la Unión Europea, el Pacto Verde Europeo marca la agenda de trabajo. En enero 2020 se prevé que la Comisión presente una batería de propuestas en diferentes ámbitos como el Mecanismo de Transición Justa, fundamental para que Polonia finalmente refrende el objetivo de neutralidad para 2050 en el Consejo Europeo de junio de 2020. En marzo, la Comisión prevé presentar la propuesta de Ley del Clima, la Estrategia Industrial, el Plan de Acción de Economía Circular o la Estrategia de Biodiversidad 2030, ésta última para estar listos para la COP15. Antes del verano se prevé que presente el plan para elevar el objetivo de reducir las emisiones un 50%, como mínimo, para 2030, y la propuesta de revisión sobre la fiscalidad de la energía, y evaluará las versiones finales de los planes de energía y clima de los estados. En 2020 también presentarán las estrategias de la granja a la mesa, de producción de energía offshore, de bosques y de químicos junto con la iniciativa de renovación de edificios, la revisión de la directiva de información no financiera y la propuesta del programa de acción de medio ambiente. Desde luego, un programa muy ambicioso trazado por la crisis ecológica.
Todo esto tiene repercusiones en España. Si finalmente se forma Gobierno, deberá finalizarse el marco estratégico de energía y clima (compuesto por el plan nacional, el anteproyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética y la Estrategia de Transición Justa. Asimismo, se espera que el Ejecutivo declare la emergencia climática, como le instó el Pleno del Congreso de los Diputados el pasado mes de septiembre. Asimismo, se espera se presente el Plan Nacional de Salud y Medio Ambiente, como anunció en Nueva York la ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social en funciones justo antes de la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas.
Junto a la actuación de las administraciones, la sociedad civil empujará para que se adopten medidas más ambiciosas, pero también acudirá a los tribunales para que se aplique la legislación en vigor, como ha sucedido con el caso Urgenda y la sentencia del Tribunal Supremo de Holanda, que repercutirá en la acción ambiental de algunos gobiernos y en futuras decisiones judiciales en esta nueva década.
Europa en el mercado global. Tras unos años de optimismo, la economía europea se encuentra con un entorno global cada vez más adverso y carece de herramientas para lidiar con un posible enfriamiento. Su evolución en el próximo año vendrá determinada por las siguientes tres cuestiones
Para empezar, la situación del comercio internacional es ciertamente complicada. Más allá del Brexit, la economía europea sufre a causa del conflicto entre China y EE.UU., que acelera el enfriamiento económico mundial previsto, reduciendo el crecimiento a su menor valor desde 2008-2009 y disminuyendo la demanda global sustancialmente (hasta en un 1% del PIB). La industria europea, especialmente la de economías con altos niveles de exportación, se ha visto particularmente afectada. Al mismo tiempo, la defunción de facto de la Organización Mundial del Comercio marca el comienzo de un periodo no sólo más proteccionista, sino también dominado por enfoques unilaterales basados en la fuerza. Europa ha prosperado bajo un sistema de reglas, que se adapta de maravilla a nuestro enfoque tecnocrático y legalista. No sólo debemos cambiar a un juego al que aún no sabemos jugar sino que, por desgracia para todos, olvida también la naturaleza de suma positiva del comercio.
Además, nos encontramos ante un periodo de enfriamiento en China. Su crecimiento se ralentiza, acompañado de un pesimismo económico general (índice de gestores de compra, etcétera). La guerra comercial y una importante bajada de la inversión y financiación domésticas sirven de agravantes. Aunque China ha mostrado una asombrosa resistencia a las demandas de Donald Trump, el reciente acuerdo con Estados Unidos supone sólo una pequeña reducción de los nuevos aranceles. La demanda china ha sido un importante motor de la recuperación económica europea: los análisis más optimistas incluso consideran que hasta el 50%-70% del crecimiento europeo de 2016-17 podría atribuirse a dicha demanda, reforzada por una sustancial expansión fiscal. Sin embargo, el Gobierno asiático dispone ahora de reducidos instrumentos para estimular la economía (las debilidades del sistema financiero complican la vía monetaria, mientras que el déficit fiscal augmented asciende a más del 10%).
Finalmente, la UE se encuentra falta de instrumentos para lidiar con el enfriamiento previsto. Los actuales tipos de interés y el amplio balance general del Banco Central Europeo (BCE) dificultan la ejecución tanto de las políticas monetarias convencionales como de las no convencionales, mientras que el retorno marginal de ambas disminuye. Mario Draghi empleó sus últimos meses peleando por un instrumento fiscal europeo para lidiar con crisis futuras (que también facilitaría el crecimiento real y la productividad europea a medio plazo, ambos muy pobres). Sin embargo, parece que el Presupuesto de la eurozona será prácticamente insignificante. Dicho esto, Christine Lagarde es una gran elección para liderar el BCE, tanto por su disposición a utilizar innovadoras herramientas monetarias como por sus habilidades políticas y de comunicación con los mercados. Esperemos que el BCE pueda seguir cubriendo los grandes agujeros en la infraestructura del euro.