La victoria electoral, con mayoría absoluta, de Boris Johnson despeja algunas de las incógnitas que tenían bloqueado a Reino Unido. Pero esto no quiere decir, ni mucho menos, que el galimatías del Brexit esté definitivamente resuelto. Y si no, lean las conclusiones exprés de siete analistas para Agenda Pública.
¿Se resuelve el 'Brexit'? ¿Por qué? Se aclara parcialmente el panorama con la mayoría absoluta obtenida por el Partido Conservador y su líder Boris Johnson. El proceso de desconexión del Reino Unido de la Unión Europea consta de dos acuerdos: el de salida y el que determinará las relaciones futuras entre las partes. Con esta sólida mayoría, Johnson podrá aprobar en el Parlamento británico el acuerdo negociado con la UE, rechazado anteriormente. Esto implicaría que, a más tardar el 31 de enero, el Reino Unido dejará de ser parte del bloque europeo y entrará en vigor el acuerdo regulando un período de transición hasta diciembre de 2020. En este plazo, se deberá negociar y determinar cuál será el estatuto jurídico que regulará las relaciones entre ambas partes.
Sin embargo, incluso en el seno del Partido Conservador existen diferencias sobre cuál debiera ser la vinculación con la UE, y mayores aún en la opinión pública. De un Brexit duro a un Brexit blando (dependiendo de los grados de vinculación con la UE) es la cuestión. La falta de acuerdo claro en este punto ha sido en parte la razón del estancamiento y de la Brexit-fatiga que acusan los ciudadanos británicos. No está claro aún si con esta mayoría Johnson ablandará o no la salida porque queda mucho por decidir y él no ha dado pistas sobre lo que espera del futuro. Resta mucho Brexit en el debate de las Islas Británicas.
Todopoderoso Johnson: ¿esperanza para los 'remainers'? Los británicos se han librado de Corbyn y aparentemente del inconcluso Brexit. ¿Quién podría culparles? Llevan años golpeándose la cabeza contra un muro sin saber cómo ejecutar la salida. Johnson ha ofrecido un camino claro: salir el 31 de enero y negociar un acuerdo comercial exprés, aunque luego no lo sea tanto. Corbyn, seis meses de nuevas renegociaciones con la UE y un referéndum en el que no sabe lo que votaría; prolongación del eterno día de la marmota del Brexit.
Tan fortalecido sale Johnson como cuestionada la integridad territorial de Reino Unido. El nacionalismo arrasa en Escocia, un territorio que votó claramente contra la salida en 2016. Sturgeon quiere un nuevo referéndum de independencia. Quizás el todopoderoso Johnson termine optando por un Brexit blando para mantener a su país unido, un alivio para los remainers que quieren pasar página pero seguir cerca de la UE.
Un acuerdo más liviano de lo esperado.- El Reino Unido abandonará la UE en enero: todos los diputados conservadores apoyarán el acuerdo, eliminando la posibilidad de rectificar y dando comienzo a 11 meses de negociación. Johnson emerge con una hermosa mayoría y amplio poder personal y, por consiguiente, bastante flexibilidad para negociar (pudiendo romper promesas previas). Los tories rebeldes han desaparecido, y Johnson cuenta con la lealtad personal de la mayoría del ala más brexiteer (los más radicales son escasos con tan amplia mayoría). En mi opinión, llegará a un acuerdo más liviano de lo esperado, aunque los escaños obtenidos en zonas laboristas pueden suscitar un enfoque más proteccionista. Once meses son realmente insuficientes, pero el coste político de la extensión disminuirá sustancialmente una vez fuera. Dicho esto, la intención de Johnson es llegar a un nuevo acuerdo provisional, una extensión de facto pero no de jure.
Finalmente, aunque el mensaje escocés es claro, Boris jamás ha expresado su intención de permitir un referéndum.
El precio de un Gobierno de Corbyn.- Las elecciones del Reino Unido han servido para tres cosas:
En primer lugar, para confirmar que, si queríamos hablar de Europa, la pregunta a los electores no era la correcta: muchos votantes moderados han decidido que, aunque preferirían evitar el Brexit, un Gobierno del laborista Jeremy Corbyn era un precio que no estaban dispuestos a pagar.
En segundo lugar, para resolver la incertidumbre política en el sentido de que el Reino Unido dejará formalmente de ser un Estado miembro de la UE en febrero de 2020, pero no la económica, que se mantiene intacta, al igual que la posibilidad de una salida abrupta en 2021 (salvo para Irlanda del Norte) si no se llega a un Acuerdo de Relación Definitiva y no se extiende el período transitorio.
Y tercero, para liberar a Boris Johnson de la presión de los radicales de su partido, lo que quizás permita ojalá un Brexit más blando que en el caso de una mayoría ajustada.
La misma trampa, el mismo riesgo.- Hoy se presenta ante nosotros la misma trampa en la que caímos el día después del referéndum de 2016: pensar que la mayoría de votantes británicos desea el Brexit. No es cierto. Si bien la victoria de Johnson es rotunda en escaños, no lo es tanto en votos: menos de la mitad del electorado ha apoyado las opciones claramente pro-Brexit, lo que significa que la alternativa de permanecer en la Unión aún contaría, teóricamente, con más adeptos.
Es clave recordar esto a la hora de abordar las siguientes fases. Los 27 ya no serán tan reacios al espíritu del Get Brexit Done; pero en el Reino Unido, este tema resultará cada vez más espinoso, tanto en términos territoriales como democráticos. Ahora comienza una fase que se prevé más sencilla en cuanto al procedimiento parlamentario de salida, pero esto sólo es el principio. Todo lo que pase de febrero en adelante sigue entrañando un riesgo enorme, tanto en lo que respecta a las conversaciones sobre la relación futura con la UE como a las propias negociaciones internas de los británicos, en términos de convivencia. Está más claro que nunca que el Brexit se va a producir; lo que no está tan claro es quiénes en Reino Unido, y a qué precio, acabarán disfrutando de él.
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Camino aún no despejado.- Desde junio de 2016 la UE ha tenido la suerte, y a la vez la desgracia, de tener que negociar la salida del Reino Unido con primeros ministros débiles. La sucesora del dimitido David Cameron fue incapaz durante tres años de seducir a los votantes e incluso a sus propios diputados. La cosa no mejoró este verano cuando Theresa May renunció a favor de Boris Johnson; o no, al menos, inmediatamente, pues seguía sin haber una mayoría clara ni en el Parlamento ni en la sociedad.
Tras la trascendental votación de ayer (la cuarta desde 2015 si se incluye el propio referéndum), el liderazgo de Johnson sale muy reforzado, con casi 40 escaños de margen para imponer la ratificación del divorcio. Sería, sin embargo, un error pensar que tiene un camino despejado tanto en casa como en Bruselas. Los británicos siguen muy divididos y, pese a los efectos espectaculares del sistema electoral, sólo el 46,5% ha votado a favor de partidos pro-Brexit y los conservadores apenas han crecido un punto porcentual.
Por supuesto, habrá retirada inmediata, pero no hay un mandato claro a partir de ahora. A Johnson siguen esperándole enormes dificultades para acordar la relación futura con Europa en un periodo transitorio a todas luces muy corto. Y nadie tiene claro si usará su confortable mayoría absoluta para romper de modo nítido con el Mercado Interior o para imponer en su grupo, después de convencer a los 27, algún tipo de Brexit blando que no perjudique demasiado la prosperidad de su país y evite confirmar lo desastroso de toda esta operación.
Empieza un nuevo capítulo.- Boris Johnson ha ganado con mayoría absoluta. La clave podría ser su capitalización del voto leave y el mantenimiento de los conservadores remainer frente a un Corbyn tremendamente impopular. Johnson ha entendido que, a diferencia de lo que proponían otros conservadores, la salida de la UE tenía que ser planteada principalmente como solución al hastío político, no como la llegada de una nueva era. Su lema de campaña, "Get Brexit done", quizás sugerido por Dominic Cummings (la estrella de la comunicación política durante el referéndum de 2016) ha sido tan efectivo como el "Lets get back control" (también del susodicho asesor) de hace tres años.
El problema es que tenga el mismo defecto: sirve para movilizar votantes pero nadie sabe en qué se concreta. Aún con su mayoría Johnson se enfrenta a problemas clave, como el devenir de las fronteras de Irlanda del Norte y el futuro próximo del nacionalismo escocés, además de las consecuencias económicas de la salida de Reino Unido de la Unión Europea y una eventual nueva relación comercial con EEUU. Johnson también deberá posicionarse dentro de su partido entre quienes apuestan por un "soft Brexit" y quienes desean una salida tajante y apresurada.