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Democracias en retroceso

Alberto Fernández Gibaja, Annika Silva-Leander

28 de Noviembre de 2019, 19:06

En su ensayo más reciente, Francis Fukuyama afirma que, desde que en 1989 escribió su conocida obra El fin de la historia , uno de los cambios más importantes acaecidos es la erosión en la aceptación de la democracia liberal como modelo deseable, con alcance universal. Hoy, frente al éxito de estabilidad y crecimiento económico que parece representar el modelo chino, las democracias a nivel global lucen afectadas por altos grados de polarización y movilización social, que casi siempre hunden sus raíces en los altos niveles de desigualdad y corrupción. Los estallidos sociales en Colombia, Chile o Bolivia son el mejor reflejo de ello. Mientras tanto, los enemigos internos de la democracia crecen, elección tras elección, prometiendo solucionar esos problemas mediante el ataque sistemático a los principios básicos del propio sistema democrático. La democracia parece enferma y retrocede, y no está claro que tengamos la cura a la mano.

Pero, ¿es así? ¿Está realmente la democracia en enferma y en retroceso? Recientemente, Idea Internacional ha publicado su análisis sobre el Estado Global de la Democracia y una conclusión parece clara: aunque el mundo nunca ha sido tan democrático como lo es hoy en día, la calidad de la democracia está deteriorándose, especialmente en la última década.

En efecto, casi tres de cada cinco personas en el mundo viven hoy en una democracia. En América Latina son nueve de cada 10. Estas personas, además, disfrutan de un nivel de desarrollo mayor que aquellos que no viven bajo sistemas democráticos. Los datos muestran que las democracias tienden a proteger mejor los servicios básicos, la provisión de justicia y la igualdad de género. Sumado a ello, en promedio son significativamente menos corruptas y ofrecen condiciones más propicias para hacer negocios. Incluso países que parecían condenados al autoritarismo como Sudán, Malasia, Burkina Faso o Armenia han iniciado recientemente procesos de democratización.

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El problema radica en que las democracias, cada vez más numerosas, están perdiendo visiblemente calidad y sufriendo ataques desde dentro. Por primera vez desde el inicio de la llamada tercera ola de democratización, que comprende aquellas transiciones a partir de 1975 (como son los casos de España y de gran parte de Latinoamérica), la calidad de la democracia ha comenzado a erosionarse en toda la línea. Nunca en los últimos 40 años el futuro se vislumbraba menos democrático que el presente.

Quizá el elemento de mayor preocupación es la reducción del espacio para la acción cívica en todo el mundo. Globalmente, pero con especial fuerza en Europa, el ejercicio de las libertades civiles está bajo asedio. La llegada al Gobierno de partidos nativistas y de extrema derecha, como por ejemplo en Hungría o Polonia, ha aumentado las restricciones a organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil. Estas restricciones se dan tanto en la naturaleza de sus actividades como en el origen y uso de sus fondos. Al mismo tiempo, diferentes intentos de regulación del debate en línea para luchar contra los delitos de odio y los discursos incendiarios han sido aprovechados por diversos gobiernos como una excusa para coartar las libertades cívicas.

La erosión de las libertades civiles es uno de los efectos más visibles de un debilitamiento general de la calidad democrática. Mientras que en 1980 la mitad de las democracias del mundo tenía buenos resultados en todos los pilares evaluados por el reporte de Idea Internacional –Gobierno representativo, derechos fundamentales, control del Ejecutivo, Administración imparcial y participación ciudadana–, hoy en día sólo un 22% de los países democráticos mantienen altos niveles en todas esas áreas críticas.

Es importante entender que el mayor riesgo para las democracias viene hoy desde dentro, de los intentos por subvertir los frenos y contrapesos democráticos y el ejercicio de los derechos fundamentales, puestos en movimiento en forma intencionada y sistemática por gobernantes democráticamente electos. En la actualidad, 10 países sufren retrocesos democráticos sostenidos, cinco de ellos en Europa (Hungría, Polonia, Rumania, Serbia y Turquía) y uno en América Latina (Nicaragua). Este último se ha unido a Venezuela y Cuba como los tres países no democráticos en Latinoamérica. Sumado a ello, muchos otros países parecen estar poniendo los cimientos de este proceso, con gobiernos que desprecian los principios democráticos y abrazan ideas autoritarias, mientras justifican sus actuaciones en nombre de la defensa del pueblo, del que suelen excluir a partes significativas de la ciudadanía.

Pero si los enemigos de la democracia están dentro, las soluciones también. Los datos del informe de Idea Internacional resaltan cómo las mejores defensas frente al retroceso democrático se encuentran en la calidad y eficiencia parlamentaria y en la participación de la sociedad civil. Urge asegurar que la casa que nos representa a todos funcione, y que la sociedad civil pueda permanecer activa y vigilante. También importa fortalecer la dimensión local de la política: algunas ciudades como Estambul, Gdansk o Budapest destacan como defensoras acérrimas de la democracia en sus países y como uno de los focos de resistencia contra su retroceso. La democracia es también local, pero su defensa debe ser universal. Sólo reforzando las instituciones democráticas, los controles al Gobierno y el papel de la sociedad civil evitaremos verla sucumbir en medio de un estruendoso aplauso de sus enemigos.

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