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¿El milagro de la economía boliviana?

José Peres Cajías

18 de Noviembre de 2019, 19:38

En estos días de convulsión política en Bolivia se ofrecen diferentes análisis sobre la evolución del país durante las diferentes administraciones de Evo Morales (2006-2019). Un punto en el que se insiste es en el de los resultados económicos alcanzados durante este período. Muchas veces se llega a plantear que la economía boliviana ha vivido un milagro. Este artículo cuestiona esta idea a través de un análisis histórico y comparativo.

La evolución del PIB per cápita es uno de los indicadores que se utiliza para realzar los logros económicos de los últimos años. Sin embargo, los resultados del período 2002-2018 (tasa de crecimiento promedio anual del 3%) son similares a los alcanzados entre 1959-1978 o entre 1932-1952 (también de crecimiento sostenido en la historia económica boliviana). Si restringimos el análisis a los mandatos de Morales, la tasa de crecimiento promedio es superior (3,2% anual), pero si analizamos el PIB por persona en edad de trabajar, los resultados recientes son inferiores a los alcanzados entre 1959 y 1978.

Por todo ello, si bien las tasas de crecimiento positivas y sostenidas son una buena noticia, no son particularmente diferentes a las alcanzadas en otros momentos en la historia económica boliviana. Más aún, nótese que la posición relativa de la economía boliviana dentro de la región no ha cambiado: desde 2000 hasta ahora sigue estando sólo por delante de Haití, Honduras y Nicaragua.

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Más allá del PIB, un gran avance que se dio en el último período fue la caída de la desigualdad y la pobreza. Este fenómeno debe entenderse dentro de la tendencia que se dio en el conjunto de América del Sur. Más aún, la radicalidad de los cambios en Bolivia frente al promedio regional dependerá de la variable y la horquilla temporal que se analice. No es ésta una cuestión menor, pues cada variable (Gini, Theil, shares entre quintiles, etcétera) indica cosas diferentes e, incluso, puede llegarse a comprobar avances escasos.

Por ello, con el gráfico que presento quiero llamar la atención sobre dos elementos: a) los avances sociales en países que a priori se dicen de izquierda no necesariamente fueron muy diferentes a los avances que se dieron en países de neoliberales (más evidencia, aquí); y b) los avances en Bolivia han tendido a ralentizarse desde la caída en los precios de las commodities.

Estos elementos recuerdan que los avances sociales pudieron estar determinados por fuerzas del mercado que afectaron al conjunto de la región y/o por políticas públicas específicas. En el caso de Bolivia, la evidencia existente sugiere que las primeras fueron más importantes que las segundas (aquí y aquí).

Ello no implica decir que los bonos que se vienen creando desde 1997 no sirven, pues: a) el impacto puede ser heterogéneo según el bono/política que se analice; b) el objetivo de los bonos no necesariamente es reducir desigualdad o pobreza, sino facilitar el acceso a determinados bienes públicos; c) los bonos pueden ser un instrumento poderoso de vínculo entre el Estado y partes de la ciudadanía que previamente estaba o se sentía excluida. Cualquier Gobierno que se consolide tras este período de inestabilidad política (sea del MAS o de la oposición) deberá tener en cuenta estos elementos.

Otro elemento crítico en el análisis es el de la diversificación. En consonancia con otras economías de la región, durante el boom de las commodities se dio una re-primarización de las exportaciones. Más allá del sector externo, una de las estrategias gubernamentales fue la creación de empresas públicas. Las mismas han sido criticadas desde diferentes aspectos: competencia desleal al sector privado, mala calidad de las plantas, falta de insumos (elefantes blancos), falta de mercados y, por ende, insostenibilidad financiera.

Un elemento que ha estado fuera del debate y que es crítico en países dependientes de los recursos naturales es la capacidad de la estrategia a la hora de generar 'conocimiento' y 'habilidades locales'. La escasa evidencia que existe sugiere que, a diferencia de otros países de la región, las medidas de contenido local no tuvieron un rol preponderante en la política pública boliviana.

Sin duda, aún son necesarias más investigaciones al respecto. No obstante, también es necesario superar falsas disyuntivas (creer que la intervención estatal es buena per se) o ideas que asumen que por producir determinados productos (plásticos en lugar de petróleo; mineral refinado en lugar de mineral crudo), generaremos un proceso de desarrollo más complejo. Importa mucho el cómo se produce, las externalidades que se generan y, en un contexto de cuarta revolución tecnológica, el rol que se brinda a la adaptación, generación y difusión de conocimiento.

Por último, a diferencia de otros países de la región, Bolivia mantuvo su ritmo de crecimiento después de la caída de los precios de las commodities (2014). Sin embargo, ello tuvo un coste: déficits fiscales y comerciales que, en las últimas cuatro gestiones, han estado en el umbral 6-8% del Producto Interior Bruto. Dado un régimen de tipo de cambio fijo, ello se tradujo en una significativa caída de reservas internacionales (que también crecieron de forma notoria durante el boom) y en un rápido crecimiento de la deuda pública. Si bien antes de la crisis política los niveles de reservas y endeudamiento no habían llegado a límites críticos (habrá que estudiar el efecto de aquélla), era evidente la insostenibilidad de la tendencia marcada durante los últimos gobiernos. Desconocerlo puede generar problemas macroeconómicos graves.

En síntesis, no se puede ignorar que la estabilidad y las ganancias sociales (pobreza y desigualdad) son importantes para entender la permanencia de Morales en el poder. Sin embargo, también es cierto que los logros sociales tendieron a ralentizarse en las últimos años y que el dinamismo económico tuvo como contrapartida un coste fiscal elevado. Asimismo, la diversificación y la complejización de la economía siguen siendo tareas pendientes. Más aún, pareciera que en esta tarea el rol de la generación de conocimiento local sigue teniendo un papel marginal.

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