15 de Noviembre de 2019, 19:59
La crisis boliviana se acerca a un callejón sin salida si las fracciones extremas de derecha y del Movimiento al Socialismo (MAS) no logran un pacto que conduzca a elecciones bajo condiciones aceptables para todos. Por ahora, parece muy difícil, pues las partes están tensando la cuerda asumiendo la derecha que habría derrotado a Evo Morales y a su partido, mientras sectores de éste último apuestan por la crisis de un Gobierno provisional sin legitimidad ni base social.
La situación actual es el desenlace patético de una crisis política generada por Morales al tratar de permanecer a toda costa en la Presidencia. Ya ha sido muy analizada la forma en que ignoró la voluntad popular en el plebiscito convocado por él mismo en 2016 para prolongar indefinidamente su mandato. Y la forma en que, desde el Gobierno, se organizó un fraude electoral en las elecciones presidenciales del 20 de octubre. Menos clara ha sido la secuencia de la crisis en los últimos días.
1.- El 'golpe blando': múltiples actores sociales, desde los estudiantes urbanos y los mineros de Potosí y de otras regiones hasta los grupos indígenas de la zona andina y buena parte de la sociedad civil de la Media Luna, la zona más rica del país, salieron a la calle contra el fraude electoral. Tres semanas de movilizaciones impresionantes vaciaron la narrativa de que Morales tenía la lealtad de las masas y que sólo las élites se oponían a su permanencia indefinida en el poder. Conforme pasó el tiempo, las protestas se radicalizaron y extendieron, generándose una gran violencia, por lo que el presidente sólo podía permanecer en el poder si la Policía y el Ejército las reprimían. Las Fuerzas Armadas se negaron y Morales perdió el último sostén de cualquier régimen.
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El presidente reaccionó demasiado tarde y, cuando propuso nuevas elecciones, su oferta era ya poco creíble su oferta y la oposición se había radicalizado. Su renuncia fue, en efecto, forzada por los militares, si bien éstos no tomaron el poder para sí, sino que intentaron abrir una salida constitucional. Se configuró así un golpe blando, pero un golpe al fin y al cabo porque obligó a Morales a renunciar y, ante la persecución política, a pedir asilo.
2.- El 'golpe duro': lo que siguió después fue un vacío de poder que no ha podido llenarse debido a las estrategias seguidas por los bandos en pugna. Morales y su grupo político decidieron dejar al régimen sin salidas institucionales, al hacer que renunciaran todos los políticos que podían asumir un Gobierno provisional (el vicepresidente y los presidentes de las cámaras de senadores y diputados) y al impedir, en primera instancia, que se reuniera el Congreso. Al hacerlo, dejaban además en un limbo legal las renuncias antes mencionadas, que de acuerdo con la Constitución debían ser aprobadas por el propio Congreso.
La oposición de derecha, la única con cierta fuerza parlamentaria, respondió aprovechando a su manera el vacío de poder: hizo nombrar como presidenta provisional a una vicepresidenta del Senado, Jeanine Áñez, violando la Constitución al no lograrse el quorum en el Senado. Fue entonces cuando vino el golpe duro, la única opción para la clase política y para las Fuerzas Armadas dada la ausencia de una salida propiamente constitucional.
Primero, el Tribunal Constitucional, hasta entonces obsecuente con Morales, declaró legal la asunción de la Presidencia por parte de Áñez citando un precedente estrambótico (la inconveniencia de la vacancia de la Presidencia); tanto como lo fue el criterio con el que, dos años atrá,s habían validado legalmente la posible reelección indefinida de Morales como un "derecho humano". De inmediato, la Policía y el Ejército se apresuraron a reconocer a la nueva presidenta para proceder después a cerrar, de hecho, el Congreso, al impedir reunirse a los senadores.
Se llega así a una presidenta que no representa más que a la ultraderecha de la Media Luna y cuya única autoridad moral deriva de ir a todas partes con una Biblia y de un Congreso cerrado, como no podría ser de otra manera en las actuales circunstancias dada la mayoría calificada que tiene el MAS y unas Fuerzas Armadas que ahora deben reprimir la protesta de las bases de este partido.
3.- El callejón sin salida: en estas condiciones, es casi imposible que se puedan organizar unas nuevas elecciones creíbles. La tentación de la derecha es la exclusión del MAS, para así hacerse con todo el poder, y la opción de la otra parte es denunciar el golpe de Estado y exigir la restitución de los poderes, lo cual le permitiría al partido de Morales organizar los comicios que, sin duda, debieran reponerse.
Ninguno de los bandos quiere ceder, pues este juego es de suma cero. Las principales víctimas de este macabro escenario son los ciudadanos bolivianos, todos, cuya aspiración era que se garantizaran sus derechos políticos y se preservaran las instituciones democráticas tan difícilmente creadas en las pasadas dos décadas. La responsabilidad política de esta destrucción absurda del régimen democrático recae principalmente en Evo Morales y su grupo, pero también en una derecha ultramontana que cree que una derrota parcial de su rival es equivalente a su victoria total.