Ante la oleada de protestas que asuela el país, el Gobierno chileno ha renunciado a la 25ª Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP-25) que iba a celebrarse en la capital entre el 2 y 13 de diciembre, proponiendo a España en su lugar. El pasado lunes 4 de noviembre, la ONU certificó formalmente el cambio.
La oferta española es
fruto de una política exterior activa que ha visto la oportunidad para reforzar la influencia del país en el mundo, recuperar su espacio europeo y estrechar aún más sus lazos con Latinoamérica. Un paso en el desarrollo del cambio climático como
niche diplomacy, que permitiría a España tener una visibilidad a nivel global por encima de la que le correspondería por sus recursos económicos y militares. Y, en el proceso, contrarrestar el discurso independentista de cara a la opinión pública internacional.
Las calles de Santiago de Chile ardían a un mes del comienzo de la conferencia anual sobre cambio climático más importante del mundo. En las COP tiene lugar la diplomacia climática de más alto nivel y se negocian los nuevos compromisos a nivel internacional. El Acuerdo de París de 2015, por ejemplo, se adoptó en la COP21 tras varios años de intensas negociaciones. Sin embargo, la paralización de Chile por las protestas dibujaba un negro futuro a este evento que acogería a alrededor de 25.000 personas. En medio de la incertidumbre, y con "medio país en la calle", la diplomacia española contactó con el Gobierno chileno y ofreció trasladar la conferencia a Madrid. Sobrepasado por los acontecimientos, la oferta española abrió una ventana de oportunidad para renunciar al compromiso de forma ordenada y digna.
Siguiendo el
momentum climático, España ha aparecido en las portadas de todo el mundo como paladín de la causa que más apoyo genera en la opinión pública internacional. Esto
tiene un valor incalculable en términos de 'soft power', generando una visibilidad y legitimidad para la diplomacia climática española que maximiza su influencia en las negociaciones. Como consecuencia, se fortalece la defensa de los intereses españoles y se amplifica nuestra voz en las relaciones internacionales. La
diplomacia nicho es una estrategia usada por potencias de nivel medio o bajo para influir en las relaciones internacionales por encima de lo que le correspondería por su poder económico o militar. Especializándose en una dimensión concreta de la política internacional, una potencia media puede construir gran experiencia y legitimidad en un tema específico, adquiriendo un protagonismo incrementado cuando se aborda ese desafío.
El contexto europeo actual es propicio para que España tome el liderazgo de la diplomacia climática del Viejo Continente.
Alemania, tradicionalmente a la cabeza, ha pisado el freno en su ambición ambiental, con una esperada reforma nacional llena de medias tintas que no ha gustado al electorado.
Macron prometía llenar ese vacío, pero la respuesta de los 'chalecos amarillos' a sus propuestas ha frenado en seco reformas de calado.
Ante este panorama, la COP-25 es la oportunidad para que España alce la voz y recupere el espacio en la política europea perdido con la crisis económica. Aprovechar el ímpetu de la conferencia para aprobar la Ley de Cambio Climático que el Ministerio de Transición Ecológica está diseñando sería clave para relanzar esta posición europea.
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Los hechos confirman el rol preponderante de España como nexo entre la Unión Europea y Latinoamérica. Se ha acordado que la Presidencia siga en manos de Chile, honrando de esta manera el esfuerzo que había acometido para situarse como líder ambiental de Latinoamérica y coordinar la agenda de las negociaciones.
Que la política exterior se beneficie de la cumbre no quita que intereses electorales y cortoplacistas hayan desempeñado también un papel en la decisión. Sin duda, el Gobierno en funciones querrá atraer votos del porcentaje del electorado que señala al cambio climático como una de sus principales preocupaciones, como recoge un
reciente estudio del Real Instituto Elcano. La COP-25 va a ser un auténtico desafío, con menos de un mes para organizar un evento para el que normalmente se toma un año entero. También tendrá costes millonarios. Pero cada euro invertido no es un derroche desinteresado.
La diplomacia climática es política exterior. Pura y dura.