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Las historias de vida de las supervivientes

Alba Alfageme i Casanova

8 de Noviembre de 2019, 19:26

Cada año, miles de mujeres llegan a España víctimas de redes de explotación sexual. Estas mujeres, provenientes de diferentes países, son extorsionadas, amenazadas y agredidas para conseguir un control extremo sobre sus vidas orientado a conseguir el máximo beneficio económico.

Viven bajo amenaza de muerte. Las extorsiones también se dirigen a los familiares en sus países de origen para poder ejercer un mayor control sobre ellas, evitando que puedan huir. 

La única forma de no sufrir agresiones es cumplir con las condiciones que les imponen. Prostituirse, vivir aisladas sin poder contactar con nadie más allá de los explotadores o no poder acceder a los servicios de salud son sólo algunos ejemplos de lo que padecen.  

Con la documentación confiscada, disponibles 24 horas al día 365 días al año y, en muchos casos, viviendo en condiciones extremas de hacinamiento, estas mujeres cumplen con las directrices impuestas para poder sobrevivir con el único objetivo de poder acabar con esta situación de explotación. Para la mayoría, la única salida a esa situación pasa por pagar las deudas impuestas. Para muchas, es su única prioridad. En algunos casos, este pago les permitirá acceder a cierta libertad. Pero en la mayoría de casos nunca será posible, puesto que la cifra se va incrementando de forma arbitraria.

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La deuda con los tratantes suele contraerse en los países de origen como forma de pago para ser trasladadas al país de destino, y puede llegar a los 55.000 euros por viaje, por ejemplo, desde los países subsaharianos.

Los procesos de explotación sexual suelen ser de larga duración e implicar unas condiciones de una dureza emocional extrema. La trata es un delito grave que suele estar vinculado a la delincuencia organizada y que viola de forma agravada los derechos humanos de las mujeres. Esta forma tan extrema de violencia machista acaba comportando graves afectaciones en la salud de las víctimas, tanto a nivel físico como psicológico, debido a las situaciones de violencia y a las condiciones en que son tratadas y explotadas.

Convivimos en nuestras calles y ciudades con muchas de estas mujeres, en un contexto que las integra como una realidad normalizada. De hecho, España es uno de los principales países europeos receptores de mujeres que son explotadas sexualmente, aunque se desconoce la magnitud real de esta realidad en muchos casos invisible.

Los efectos del cautiverio y la explotación sexual son devastadores para la salud de las mujeres y para su bienestar. Pero aún son pocos los estudios centrados en conocer esta realidad. El impacto psicológico de la trata apenas ha sido estudiado. Esta falta de conocimiento afecta de manera evidente al acompañamiento psicológico necesario para su recuperación. A su vez, todas estas afectaciones acaban condicionando e interfiriendo las declaraciones que estas mujeres realizan en los procesos judiciales. 

El desconocimiento por parte de las autoridades judiciales de las consecuencias de las situaciones traumáticas vividas por estas mujeres implica que, en muchas ocasiones, las secuelas no son identificadas. Por el contrario, éstas se convierten en elementos que restan credibilidad a sus testimonios, que son poco concretos y están repletos de olvidos. 

La investigación desarrollada en el marco del proyecto PHIT ha puesto de manifiesto que la trata de seres humanos por explotación sexual suele comportar múltiples afectaciones en la salud y bienestar de las supervivientes. Así, los síntomas psicológicos más más prevalentes son los relacionados con la sintomatología ansiosa (miedo constante, nerviosismo, dificultad en funciones básicas como comer o respirar, insomnio, etc.), la sintomatología depresiva (tristeza, llantos excesivos, ideación suicida, desesperanza hacia el futuro, etc.) y la relacionada con el trastorno de estrés postraumático (sobre todo hipervigilancia, 'flashbacks', pensamientos intrusivos, pesadillas, etc.) y la hostilidad

Por otro lado, en el ámbito de la salud física lo más frecuente suele ser la fatiga, la pérdida de apetito y de peso, la sintomatología neurológica (dolores de cabeza, dificultades de concentración y memoria,  mareos), la afectación gastrointestinal (dolores abdominales, vómitos, descomposición), los problemas cardiovasculares, los dermatológicos y el dolor muscular.

Otro ámbito gravemente afectado suele ser la salud sexual y reproductiva, ya que muchas mujeres presentan dolores pélvicos o vaginales, infecciones, enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados, abortos, etc. 

Toda esta sintomatología aparece de manera reiterada en las entrevistas realizadas a las mujeres en el proyecto PHIT. Pero también existe una progresión de ciertas afectaciones, ya que en la mayor parte de casos han vivido situaciones previas de violencia acompañadas de estas mismas secuelas. 

La complejidad de las afectaciones relatadas por las supervivientes aconsejó obtener una visión más global y comprender sus historias de vida. Ello permite entender la interrelación entre la experiencia de la trata y la existencia de experiencias de victimización previas, que dan lugar a cargas multi-traumáticas que tienen importantes efectos en el bienestar y salud de las mujeres

Así, uno de los principales factores a destacar es la historia de poli-victimización que presentan estas mujeres. La acumulación de múltiples situaciones traumáticas las sitúa en un estado de especial vulnerabilidad psicológica. Son mujeres que suelen haber sufrido diversas situaciones de violencia machista en las diferentes etapas vitales, antes de ser víctimas de la trata. Durante la primera infancia (de los 0 a los 4 años), alrededor del 30% de las mujeres entrevistadas expresaron haber sufrido situaciones traumáticas y de violencia (muerte de familiares, violencia y abusos por parte de familiares próximos, etcétera). Después, entre los 4 y los 12 años, el 75% manifestó haber sufrido violencia, principalmente física y psicológica; y en esta etapa es donde empieza a incidir la violencia sexual. Entre los 12 y los 20 años, el 73% de las mujeres relató haber empezado a tener relaciones de pareja, pero en el 53% de los casos fueron abusivas.

Del mismo modo, en la mitad de los casos la primera relación sexual fue forzada (mayoritariamente, por un tío o la propia pareja). En esta etapa, el 83% de las supervivientes manifestó haber sufrido situaciones de violencia (física, sexual y psicológica); en el 73% de los casos, esta violencia no fue puntual, sino continuada. A su vez, en el 52% estas situaciones no finalizaron, de forma que en la mayor parte de estas mujeres tuvo que huir de sus entornos al no encontrar ningún tipo de ayuda. 

Durante la edad adulta, entre los 20 y los 35 años, el 82% de las supervivientes siguieron sufriendo situaciones de violencia que fueron mayoritariamente continuadas.

Estas trayectorias vitales multi-traumáticas evidencian no sólo que las secuelas de la trata se agravan, sino que las historias de vida son imprescindibles para comprender mejor la realidad de estas mujeres, así como sus actitudes frente diferentes situaciones.

En una parte importante de las mujeres entrevistadas, el viaje a Europa es el resultado de un intento de escapar de la violencia que llevan viviendo durante muchos años. Muchas deciden escapar de un entorno cercano amenazador y violento, frente al que sólo cabe la opción de la huida para poder aspirar a una vida y futuro mejores.

Todos estos factores no deben de olvidarse, pues acaban interfiriendo en sus procesos o reacciones posteriores y, por ejemplo, en su disposición a interponer la denuncia. 

En este sentido, la suma de diferentes experiencias de victimización sufridas a lo largo de sus vidas ha llevado a que en algunos casos exista cierta naturalización de la experiencia de la violencia, como forma de supervivencia frente el daño que sufren.

La falta de acceso a derechos por nacer mujer, ya desde su primera infancia, les aleja también en muchas ocasiones de la creencia de que la denuncia pueda ser parte de la solución. Así, muchas de las víctimas desconocen el sistema judicial español y no confían en los procesos judiciales. 

Para algunas, haber sufrido experiencias previas de violencia por parte de autoridades (por ejemplo, de índole sexual durante el viaje migratorio) también les provoca una desconfianza extrema hacia los cuerpos policiales. 

Otro elemento que interfiere en la posibilidad de pedir ayuda o denunciar la situación de trata lo constituyen las amenazas que reciben de sus explotadores por el hecho de no disponer de documentación y poder ser deportadas o privadas de libertad por su situación de irregularidad.

La existencia de vínculos emocionales con los explotadores también puede frenar las posibles denuncias. Así, el 25% de las mujeres entrevistadas afirmó que existía una relación afectiva con sus explotadores que dificultó la denuncia.

A todo lo anterior deben añadirse los entornos disfuncionales a nivel emocional, que suelen ser muy acentuados en la infancia por cambios de referentes familiares y por pérdidas y duelos importantes. Todo ello provoca que muchas ya traigan consigo mochilas muy complejas a nivel psicológico, a las que se le añade la durísima victimización de la trata. El hecho de no haber recibido atención psicológica en las experiencias anteriores también contribuye a cronificar las secuelas psicológicas y a gestionar las nuevas emociones de una manera disfuncional.

A ello deben sumarse las realidades de los diversos países de origen. Así, el uso del vudú en el caso de mujeres provenientes de algunos países africanos es esencial para poder comprender la percepción, interpretación e integración de lo sufrido. Es imprescindible pues, tener en cuenta el contexto cultural de cada superviviente y realizar un acompañamiento transcultural para poder decidir las estrategias adecuadas para un recuperación sólida y efectiva.

Incorporar conocimiento sobre los efectos del trauma y sobre los procesos de poli-victimización de estas mujeres en sus trayectorias vitales permite comprender mejor la afectación en su salud. El trauma complejo, como concepto que aparece recientemente, da cobertura a experiencias de victimización reiterada y con graves afectaciones de salud y bienestar mental. Comprender cómo funciona la memoria traumática es esencial para no restar veracidad a las declaraciones de las supervivientes y para construir una intervención que dé respuestas reales y efectivas a las necesidades de las supervivientes de la trata.

Este artículo forma parte del Dossier El impacto psicológico de la trata

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