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Entender para proteger a las víctimas

Antonio Rivas

8 de Noviembre de 2019, 19:24

En la estrategia de lucha contra la trata, la persecución del delito sigue primando sobre la protección de las víctimas. Desde este enfoque de orden público, el papel de la mujer se centra en cuánto puede aportar a la causa criminal y no en cuánto puede la causa criminal aportarle a ella, en términos de reparación y compensación. La mujer se convierte en una pieza del engranaje judicial, que sirve a unos pretendidos intereses superiores de justicia, paradójicamente situados por encima de sus propios intereses individuales, como víctima.  

La mujer trae un equipaje de daño y de dolor en todos los órdenes que no sólo son ignorados a lo largo del proceso judicial sino que, en muchos casos, se utilizan en su contra. Su testimonio, desproporcionadamente fundamental para el buen funcionamiento de la estrategia de persecución del delito, no se acoge y se entiende desde una perspectiva del daño recibido, la presión a la que se la somete o los intereses particulares de la víctima. Muy al contrario, se espera de la mujer víctima una participación con unos estándares de coherencia y consistencia que, sencillamente, no son posibles en víctimas de este tipo de violencia.

La mujer es obligada a contar una y otra vez su proceso ante distintas instancias y agentes sociales. Es cuestionada y re-examinada en unas condiciones materiales y temporales que en absoluto garantizan su seguridad o bienestar. 

En estas condiciones ha de recuperar, una y otra vez, el relato de una experiencia traumática y violenta. Dicho relato  en muchas ocasiones, alcanza largos periodos temporales y multitud de actores, pero ha de hacerse de un modo que cuadre con las expectativas de un sistema judicial que no entiende ni lo que le ha pasado a ella, ni las condiciones en las que ha quedado ni el impacto negativo que tienen las condiciones en las que se le exige que lo haga.

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En su relato emergen contradicciones, inconsistencias, omisiones, algunos datos se cambian, otros se olvidan, y todo ello es utilizado para desacreditarla, minusvalorarla. Lo que dijo ante la Policía no cuadra con lo que testifica, lo que testifica no cuadra con lo que ratifica, etcétera etcétera. 

Es fundamental entender que la experiencia de la trata genera una serie de secuelas y daños que ya están sistematizados para su diagnóstico por la doctrina científica y que explican y fundamentan este tipo de inconsistencias e incoherencias.

Las mujeres víctimas pueden estar en situación de estrés post-traumático, ansiedad, desórdenes de sueño, de percepción; su auto-estima está profundamente dañada, tiene dificultades para controlar sus emociones, somatizando, amnesia, fobias, entre muchos otros síntomas diagnosticables.

El trabajo que ha hecho el Proyecto Esperanza, dentro del marco del proyecto europeo 'Psychological Health Impact of Trafficking in Human Beings' (PHIT) y aportando y estudiando casos reales, ha generado el trabajo de campo necesario para ir corroborando y ampliando estas conclusiones. 

Un enfoque de protección de las víctimas que centre sus esfuerzos en entender la situación que vive la mujer, las secuelas de la experiencia y lo re-victimizante que puede ser el tránsito por las instancias policiales y judiciales contribuiría a una construcción de la justicia mucho más eficaz. 

Incorporar los conocimientos que aporta la psicología para descodificar la participación de la mujer en los procesos judiciales es algo esencial. El estudio del impacto psicológico de la experiencia ha de incorporarse para valorar una correcta compensación al daño causado, para entender y valorar como prueba el testimonio de la víctima, así como para protegerla de una experiencia re-victimizadora, generando las condiciones y requisitos que mejor garanticen sus derechos como víctima. 

Sin protección de la víctima nunca habrá una persecución eficaz del delito. La protección pasa por escucharla desde donde está y tal como está, con su equipaje de daño y no desde una pretendida objetividad que instrumentaliza a la mujer; una vez más.

Este artículo forma parte del Dossier El impacto psicológico de la trata

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