El domingo 27 de octubre hubo elecciones nacionales para definir la fórmula presidencial y la integración del Parlamento en Uruguay. Junto a los comicios, se puso a consideración de la ciudadanía una reforma constitucional que debía contar con la adhesión de la mayoría para ser aprobada. La iniciativa (presentada por un sector del tradicional Partido Nacional embanderado en la mano dura frente al problema de la inseguridad) proponía el levantamiento de la prohibición de los allanamientos nocturnos, el cumplimiento completo de las penas por delitos graves, la prisión perpetua revisable para los gravísimos y la creación de una Guardia Nacional integrada por militares. Es decir, una serie de medidas que aumentaban las penas, habilitaban a los militares a realizar tareas propias de la Policía y terminaban con la inviolabilidad nocturna del hogar.
Aunque la propuesta de reforma constitucional no logró superar el umbral mínimo de apoyos y la coalición de izquierda Frente Amplio, Gobierno durante los últimos tres períodos presidenciales, cosechó la mayoría relativa de votos, el comportamiento electoral de la ciudadanía reveló novedades que lo alejan de la tan mentada
excepcionalidad uruguaya. El electorado es más volátil, hay espacio para
outsiders, aumentó la fragmentación partidaria, las identidades políticas son menos firmes, creció la derecha y la ultraderecha y se registra un aumento del déficit democrático; es decir, que se amplió la brecha entre las demandas ciudadanas y la oferta política.
Dado que ningún candidato presidencial obtuvo más del 50% de los votos, el próximo 24 de noviembre habrá segunda vuelta entre las candidaturas de una izquierda liderada por Daniel Martínez y una derecha dirigida por Luis Alberto Lacalle. A diferencia de lo que venía ocurriendo hasta ahora, la coalición de centro-derecha, que incluye a elementos extremistas, cuenta con mayores chances de victoria.
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En el marco de un sistema que sólo admitía el voto por el
sí, l
a reforma fue apoyada por el 46,7% de la ciudadanía; un porcentaje muy alto, superior a los sufragios que obtuvieron los partidos que la apoyaron explícitamente durante la campaña. En definitiva, al menos casi la mitad de la población cree que las medidas punitivistas y la presencia de militares en las calles puede contrarrestar la inseguridad.
Adicionalmente, la encuesta del Latinobarómetro (2018) señala que el 62% de la ciudadanía uruguaya confía en las Fuerzas Armadas y tan sólo un 33% en el Parlamento y un 21% en los partidos políticos. Es decir, todos los datos apuntan en la dirección de una derechización de la sociedad uruguaya, luego de tres gobiernos de una izquierda moderada o socialdemócrata.
El Frente Amplio fue apoyado por el 39,2% del electorado, el Partido Nacional (de centro-derecha), por el 28,6% y el Partido Colorado, también de centroderecha, por el 12,3%.
Todos los partidos establecidos descendieron en su votación, incluso los chicos, como el Partido Independiente, que obtuvo tan sólo el 1%. Los votos perdidos por éstos fueron captados por dos partidos nuevos: el Partido de la Gente, con un 1,1%, y especialmente Cabildo Abierto, con un 10,9%.
El gran ganador de la jornada electoral fue sin duda éste último, creado hace tan sólo unos meses por quien fuera entre 2015 y 2019 comandante en jefe del Ejército, Guido Manini Ríos. Aún en ejercicio de sus funciones, dio varios discursos de contenido político (algo expresamente prohibido por la Constitución) dirigidos a criticar a quienes atacaban a las Fuerzas Armadas y a defender a la
tropa, es decir, a los militares de más bajo rango.
Entre estos discursos destacó el del 18 de de mayo de 2017 (fecha
patria en la que se conmemora la Batalla de las Piedras, un hito
artiguista), el que reivindicó la presencia de los militares resolviendo "problemas reales" e hizo referencia a lo que sería
uno de los ejes de su propuesta política: "La defensa de los más frágiles, de los excluidos, de los condenados a la desesperanza (
) lo que conduce a la cultura del ocio, a la cultura de la droga, la cultura del delito".
Aunque no fue sancionado por esas palabras, sí lo fue en 2018 por expresar que había errores en la ley que proponía modificar la norma de retiro para los militares, a raíz de lo cual estuvo 30 días detenido. Finalmente, en 2019 fue dado de baja
por "graves cuestionamientos al Poder Judicial". Esta expulsión terminó favoreciendo su entrada en política.
Manini Ríos tiene todas las características del 'outsider', con un discurso centrado en los más
postergados, la familia tradicional y los trabajadores; y en contra de la corrupción, los altos sueldos de los funcionarios públicos, la inmigración, la inseguridad, los planes estatales para los más pobres, la pérdida de valores, la
ideología de género y la agenda de derechos. Así, por ejemplo, en
el discurso inaugural de la sede de Cabildo Abierto el 16 junio de 2019, prometió "justicia para el que trabaja de sol a sol y hoy ve que no puede llegar a fin de mes; y hoy ve que se tiene que endeudar para salir adelante con su familia. La justicia que reclama ese trabajador incansable es no ver a otros uruguayos que viven del acomodo, que viven de la limosna del Estado, que haciendo mucho menos que ellos viven mucho mejor. Justicia para el que es víctima del delito día a día y ve cómo el delincuente queda impune, (...) cómo no se castiga al que delinque. Justicia para aquel emprendedor que dedicó toda su vida a una empresa (ya sea familiar, heredada de sus padres o abuelos, o propia) y que después de un esfuerzo mayúsculo ve que los números no le cierran, que tiene que cerrar, quebrar e irse a otro lado, dejando a sus hijos sin futuro".
De hecho, el nombre de su partido (Cabildo Abierto) hace referencia a la participación directa de la ciudadanía, un elemento que suelen esgrimir los
outsiders, quienes apelan a la comunicación y la participación (
cabildantes, en este caso) sin la intermediación de las estructuras políticas tradicionales. Además de la herencia
artiguista, enfatizan el nacionalismo y rechazan la globalización.
Cabildo Abierto está integrado por militares, algunos de ellos acusados de violación de los derechos humanos durante la dictadura y otros de simpatías explícitas por el nazismo.
Si bien la
familia militar le dio el voto, sus votantes fueron bastante más diversos. Según una encuesta de Equipos Consultores (2019), el 39% de sus votantes son de clase baja, el 22% de clase media baja, el 22% de clase alta y media alta y el 17% de clase media. El informe reveló que el 54% son hombres y el 46% mujeres. Asimismo, cerca de la mitad (un 46%) tiene entre 30 y 49 años, un 22% entre 50 a 64 años, un 19% entre 18 y 29 años y un 13% más de 65.
A sólo seis meses de su ingreso a la política, Manini Ríos cuenta con tres senadores y 10 diputados y es protagonista decisivo del próximo balotaje, en un contexto en el que la ciudadanía ha expresado un amplio respaldo a la
mano dura frente a la creciente inseguridad.
¿Es el Bolsonaro uruguayo? No es posible afirmarlo todavía, si bien su amenaza de que "se terminó el recreo para los malandras en este país" pudiera estarlo indicarlo; así como su condición de militar, su discurso contra la
ideología de género y su preocupación por la seguridad y el orden.