30 de Octubre de 2019, 21:10
Durante el mandato de Draghi, que termina este jueves, el Banco Central Europeo (BCE) ha tomado medidas decisivas para estabilizar y preservar la Unión Monetaria. Los estados miembros han tenido una capacidad limitada para adoptar otras necesarias en el ámbito de la política fiscal o de las reformas estructurales, multiplicando la presión sobre el BCE. La institución actuó pese a hacer frente a enormes dificultades.
En primer lugar, existen divergencias entre los países miembros sobre el futuro de la moneda única y sobre la necesidad de que el BCE desempeñe el papel de garante de la integridad del área euro. Algunos, como Wolfgang Schauble, el ex ministro alemán de Finanzas, apoyan la posibilidad de que los países puedan salir y volver a entrar cuando estén preparados para ello. Desde esta perspectiva, el BCE no debería ejercer ningún papel para garantizar su irreversibilidad.
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Draghi consideraba que debía preservar la Unión Monetaria, por lo que tuvo que hacer frente a la oposición de políticos como Schauble y de bancos centrales de la eurozona, así como a la división de la opinión pública europea en general. Dichas divergencias están presentes en las opiniones vertidas en Twitter. En el siguiente gráfico, se muestran a título ilustrativo las opiniones de los usuarios que han emitido tuits sobre él con mayor número de interacciones entre 2015 y 2019. Los usuarios negros son los que, de media, han escrito tuits negativos sobre Draghi. Como se puede observar, son minoría y están lejos de ser centrales. El análisis sugiere que interactúan relativamente poco con tuiteros favorables al presidente del BCE; una segmentación que también se observa en otros ámbitos de la opinión pública y que puede ser el caldo de cultivo para una mayor polarización.
En segundo lugar, además de la polaridad de opiniones, la relevancia de las decisiones tomadas por el BCE situó a Draghi en el centro de debates políticos nacionales. La necesidad de bajar tipos en un contexto de crecimiento e inflación bajos provocó notables polémicas. En particular,los políticos alemanes se quejaban de manera recurrente de los efectos de unos tipos bajos para los ahorradores alemanes, así como de los riesgos asociados a la compras de bonos por parte del BCE.
La relevancia de Draghi en los debates políticos explica su fuerte presencia en la prensa. El análisis de los artículos publicados en los principales países del euro confirma la magnitud de la polémica. Como muestra el gráfico siguiente, el banquero apareció en los medios alemanes 1.500 veces en los últimos cuatro años (es decir, aproximadamente una vez al día). De ellas, una mención de cada tres fue negativa, mientras sólo una de cada 10 fue positiva. En otros países, la cobertura fue mucho menor y su tono más favorable.
La capacidad de Draghi para actuar y tomar medidas para fortalecer el euro, y las medidas expansivas que requerían el bajo crecimiento e inflación a pesar de la oposición encontrada se explica, probablemente, por dos motivos. El primero, su capacidad de generar consensos y, en ocasiones, actuar sin contar con ellos en el Consejo de Gobierno del BCE. Entre éstas últimas destaca la que quizás sea la decisión más importante de su mandato: la aprobación del programa de compras ilimitadas de deuda pública de países que solicitaran un rescate (su whatever it takes) se tomó sin unanimidad en ese Consejo de Gobierno.
Por otro lado, su capacidad de comunicación ha permitido, a veces, suavizar el mensaje. Draghi daba en las ruedas de prensa un tono más acomodaticio a las decisiones previamente acordadas por el Consejo de Gobierno. Así se desprende la reacción del mercado después de sus apariciones públicas (de media, una bajada de tipos de 0,04 pp), mientras subían casi 0,1 después de la emisión del comunicado con la decisión del Consejo de Gobierno. Al limitar las subidas de tipos en los mercados financieros, Draghi permitía que se mantuviesen unas condiciones de financiación relativamente favorables, algo útil dado el contexto de baja inflación que ha presidido su mandato.
El BCE, por tanto, ha ejercido un papel clave en el funcionamiento del zona euro, ayudado por las acciones decididas de Draghi en un contexto adverso. El reto para la institución y para la presidenta entrante, Christine Lagarde, es descomunal: el objetivo de inflación todavía está lejos de cumplirse y aún no se dispone de instrumentos alternativos de calado para estabilizar la eurozona. Persiste la divergencia de opiniones sobre aspectos fundamentales y la prominencia adquirida por la institución, así como su inclusión en el debate político de algunos países. Para que el BCE siga desempeñando su papel central en la estabilización de la moneda única, Lagarde necesitará dotes comunicativas y capacidad de acción similares a las de Draghi.