Es indudable que la Ciencia ha sido, y sigue siendo, esencial para comprender el cambio climático, sus impactos y las medidas que se debieran tomar para combatirlo; como queda patente en los recientes informes publicados por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). Así, el Informe Especial sobre el Calentamiento Global de 1,5 Grados establece que limitar el calentamiento en esa 'cuantía' no es físicamente imposible, pero requeriría transiciones sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad. Y el Informe Especial sobre el Cambio Climático y la Tierra señala que los suelos están bajo una presión humana creciente y que el cambio climático se suma a las mismas. Ambos indican que los esfuerzos deben producirse en todos los sectores, e incluir cambios sistémicos, incluyendo el sistema alimentario; y que hay claros beneficios en mantener el calentamiento a 1,5 grados comparado con 2 grados o más.
No obstante, los debates sobre su mitigación, y las trasformaciones que son necesarias para abordarlo, se han centrado en lo críticos que son los avances tecnológicos y el mantenimiento de los niveles de desarrollo. Es por ello que, al pensar en soluciones climáticas, muchos científicos se imaginan a menudo soluciones exclusivamente técnicas. Pero hoy sabemos que en estas transformaciones (que ya son ineludibles), la justicia social y los valores humanos son fundamentales si queremos que se lleven a cabo y beneficien a todos. De hecho, algunos rechazan el consenso científico sobre el calentamiento global porque sienten que las transformaciones que se plantean chocan con su 'statu quo' o pueden llegar a empeorar su estado de bienestar.
La Ciencia reconoce que los impactos climáticos están golpeando con más fuerza y ??antes de lo que las evaluaciones indicaron incluso hace una década. Por ello, también es necesario que la Ciencia pase a la acción, imaginando y ayudando a poner en marcha transformaciones que permitan la transición hacia una sociedad más resilente, sostenible y respetuosa con el planeta que nos alberga.
[Con la colaboración de Red Eléctrica de España]
En esta tesitura, la colaboración entre las Ciencias Sociales y las Ciencias 'duras' es clave para la proposición de soluciones climáticas efectivas, así como para abordar los retos e impactos que se puedan producir. Y esta colaboración debe generarse desde el respeto entre las diferentes capacidades y perspectivas que la multi-disciplinariedad nos aporta, con el coraje de abordar la complejidad de los sistemas físicos y socio-ecológicos y con la necesidad de co-producir conocimiento con los diferentes agentes sociales.
En principio, los científicos e ingenieros podrían implementar cualquiera de estas soluciones. ¿Pero deberían ser ellos? Para responder a esta pregunta, la sociedad necesita humanistas y sus tecnologías blandas, herramientas intangibles para resolver problemas basados ??en el conocimiento no científico.
Los estudiosos y filósofos culturales pueden inyectar principios éticos en la formulación de políticas. En relación con la reducción de emisiones, los costosos esquemas de adaptación tienen menos probabilidades de beneficiar a las poblaciones indígenas, las generaciones futuras y los pobres, los grupos que son más vulnerables al cambio climático.
Los humanistas también pueden ayudar a los tomadores de decisiones a que vean cómo la historia y la cultura afectan las opciones de la política. Los planes para mejorar la economía basada en los combustibles deberán abordar el vínculo histórico entre el petróleo y la libertad personal. Alternativamente, la humanidad podría seguir quemando combustibles fósiles mientras intenta capturar las emisiones. Sin embargo, algunas sociedades pueden oponerse a los altos costes de las tecnologías de captura de carbono, relativamente no probadas.
El cambio climático es más importante cuando afecta los hogares, los medios de vida y las creencias espirituales de las personas. Las recientes protestas contra el Dakota Access Pipeline son un ejemplo. Los opositores condenaron la profanación de los lugares de entierro de los nativos americanos y denunciaron las violaciones de tratados históricos de tierras que datan de hace 150 años. Para ellos, la tubería no era sólo una fuente de gases de efecto invernadero. Era una amenaza a sus ideales y espiritualidad.
Al aprovechar lo que mueve a las personas, el campo emergente de las humanidades ambientales puede ayudar a estimular la acción climática. Los estudiosos de historia, filosofía, estudios religiosos, literatura y medios de comunicación están explorando muchos aspectos de la relación de los seres humanos con la Tierra. Todo un género literario de ficción climática, o Cli-Fi, representa visiones a menudo apocalípticas de los impactos en la humanidad. Los científicos sociales han resuelto cómo civilizaciones como la de los antiguos mayas y los islandeses medievales lidiaron con los choques climáticos.
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Junto con los científicos, los humanistas ambientales están reformando los escenarios utilizados en el modelado climático. Éstos se originaron como una forma de teatro de improvisación, y los humanistas los reclaman como un espacio de ensayo para los cambios sociales masivos necesarios para evitar el cambio climático peligroso.
Creemos que colaboraciones más fuertes entre las humanidades y las ciencias son claves para soluciones climáticas efectivas. Aun así, hay obstáculos que superar. Los humanistas han sido criticados por no aplicar su experiencia a problemas ambientales fuera de los círculos académicos. Por su parte, los científicos deben respetar a los humanistas como académicos por derecho propio, no sólo como traductores inteligentes de la Ciencia dura.
En nuestra opinión, es hora de que los científicos, ingenieros y humanistas rompan estas barreras y aprecien el elemento humano del cambio climático global.