2019 está siendo un año récord en cuanto a incendios forestales, afectando a diferentes zonas del planeta como Europa, el Amazonas o el Círculo Polar Ártico. El aumento de las temperaturas a causa del cambio climático y las deficientes políticas de gestión forestal han incrementado el riesgo de incendios en varios puntos. Para cambiar esto, es necesario introducir el componente de adaptación y prevención de riesgos en el debate público sobre cambio climático.
En los últimos días hemos visto cómo las redes sociales (y, posteriormente, los medios tradicionales) se han hecho eco de los fuegos que están arrasando la Amazonia, en Brasil. En cuestión de unas horas, se denunciaba que los medios de comunicación no estaban dando cobertura de una serie de incendios que tenían lugar en la selva amazónica. Muchos de ellos comparaban esta falta de interés mediático con el incendio que tuvo lugar en abril de 2019 en la catedral de Notre Dame de París, que abrió portadas y noticiarios en todo el mundo, atrayendo a su vez numerosas donaciones para contribuir a su reconstrucción.
¿Qué está pasando en el Amazonas?
La selva amazónica es el bosque pluvial más importante del mundo. Alrededor de 34 millones de personas, principalmente pueblos indígenas, viven en este territorio, así como la mayor concentración mundial de biodiversidad. Además, proporciona el 20% de todo el oxígeno del planeta, y absorbe en torno a 140.000 millones de toneladas métricas de carbono. Sin embargo, es también uno de los bosques más vulnerables ante la deforestación. Según los datos del programa de seguimiento de la deforestación Prodes, la velocidad a la que se está degradando el Amazonas es la más alta de la última década. Sólo entre agosto de 2017 y julio de 2018 se destruyeron casi 8.000 kilómetros cuadrados, principalmente en los estados brasileños de Mato Grosso y Pará.
[Con la colaboración de Red Eléctrica de España]
Pese a que el cambio climático actúa como un acelerador, las principales causas de la deforestación son la tala ilegal y la destrucción de masa forestal para dar paso a pastos para el ganado y tierras de cultivo. Cuando el ultraderechista Jaïr Bolsonaro presentó su candidatura a las elecciones presidenciales de Brasil, hizo de la explotación económica del Amazonas una de las claves de su campaña, ganándose el favor de grandes empresas mineras, madereras y de la industria agropecuaria. Cuando ganó los comicios de octubre de 2018, Bolsonaro siguió convencido de que el Amazonas era un bien económico a explotar, y no un bien ambiental a preservar y proteger. En julio de 2019, el ya presidente de Brasil anunció que limitaría la capacidad de las agencias medioambientales del Gobierno para prohibir actividades económicas en la selva tropical, primando el interés económico de las empresas explotadoras. La pregunta es: ¿los fuegos en el Amazonas son una causa directa de las políticas de Bolsonaro?
El verano es época de incendios en el Amazonas, por lo que suele ser normal ver un repunte en estos meses. Además, hay que tener en cuenta que la utilización del fuego es algo relativamente común en las prácticas agrícolas en la zona, según el Instituto Nacional de Investigación Espacial (Inpe, por sus siglas en portugués). Primero se talan masas forestales, que luego se dejan secar durante unos meses para, posteriormente, prenderles fuego y limpiar así el terreno para uso agrícola. Por tanto, siempre hay un grave riesgo de que estos fuegos se descontrolen y acaben arrasando una superficie mucho mayor de la esperada. Pese a estos dos factores que pueden apuntar a que los fuegos en el Amazonas son algo normal, lo cierto es que las cifras del verano de 2019 el primero con Jaïr Bolsonaro al frente del país muestran que algo ha cambiado.
Según el Inpe, que comenzó a monitorizar los incendios en el Amazonas en 2013, Brasil ha sufrido 74.155 en lo que llevamos de 2019, lo que supone un incremento del 83% respecto al año 2018. De acuerdo con la información de satélite del Inpe, alrededor de 36.000 de esos fuegos se iniciaron en el último mes y más de 9.500 se iniciaron en la última semana. Según los indicios que maneja el instituto, el 99% ha sido causado por la mano del hombre, bien de forma intencionada o bien por descuido.
Cambio climático y deforestación
De hecho, el Inpe también ha alertado de que, sólo en lo que llevamos de mandato de Bolsonaro, el Amazonas ha perdido casi 345.000 hectáreas de bosque, lo que supone un incremento del 39% comparado con las cifras del año pasado. Más de 225.000 hectáreas se han volatilizado sólo en julio de 2019.
Las políticas de desprotección de las masas forestales amazónicas están teniendo un impacto directo en el aumento de riesgo climático de la zona. Por ejemplo, esta deforestación hace que el ambiente sea aún más árido en la estación seca, puesto que los árboles ayudan a mantener la humedad en el aire. Las condiciones más secas han incrementado el riesgo de incendios por descuidos. Además, dada la importancia del Amazonas para las condiciones atmosféricas del planeta, estas políticas nacionales acaban teniendo un efecto colateral en todo el mundo.
Motivados por esa importancia global, los gobiernos de Noruega y Alemania han anunciado que paralizarían sus donaciones al Fondo Amazónico del Gobierno de Brasil, un instrumento financiero para la conservación forestal, precisamente por estas políticas del Ejecutivo brasileño. Asimismo, tanto Canadá como Alemania han apoyado la decisión de la Presidencia francesa del G-7 de tratar los fuegos en el Amazonas en su reunión de agosto en Biarritz pese a que Brasil no forma parte del grupo ni ha sido invitado a la cita. Estas decisiones de gobiernos extranjeros han alimentado la tesis nacionalista que defiende Bolsonaro de que existe una conspiración mundial para poner obstáculos al desarrollo económico de Brasil.
Incendios forestales como nuevo problema global
Lo cierto es que la desprotección de las masas forestales amazónicas no es un asunto únicamente brasileño, puesto que los incendios han consumido ya unas 650.000 hectáreas en Bolivia y las autoridades del departamento de Santa Cruz también apuntan también al origen agrícola de los fuegos. Además, este verano también hemos visto cifras récord de incendios en el Ártico, a lo largo de los territorios de Siberia, Alaska, el norte de Canadá y Groenlandia.
Según la Agencia Forestal Federal Rusa, los incendios en su territorio han consumido más de 2,7 millones de hectáreas. En Alaska, la cifra asciende a un total de 700.000 hectáreas por 105 fuegos. En Canadá, los incendios en los territorios septentrionales han consumido 45.500 hectáreas. Todos ellos son consecuencia directa de una ola de calor que ha afectado a todo el Ártico, marcando récords históricos de temperaturas en julio e incluso llegando a ser entre 20 y 30 grados superiores a la media de esta época del año.
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Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de España, el fuego había arrasado en nuestro país un total de 57.697 hectáreas de superficie en lo que va de 2019, sin contar con los últimos incendios en las Islas Canarias. Esto suponía ya más del triple de superficie quemada que en el mismo periodo de 2018, situando ya el presente año como el quinto peor del decenio en cuanto a incendios forestales. Tras los incendios de las Islas Canarias, especialmente del de Valleseco, que ha arrasado el 8% de la isla de Gran Canaria unas 9.200 hectáreas, las cifras son aún más preocupantes.
El diagnóstico se repite en toda Europa, habiendo sufrido tres veces más incendios forestales que en 2018, según el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS, por sus siglas en inglés), arrasando más de 271.000 hectáreas unas 100.000 más que la media arrasada en el mismo período en la última década.
Este aumento se debe, en gran medida, a las condiciones ambientales. La sequía de este año, unida al aumento de las temperaturas causado por el cambio climático, hace que se incremente considerablemente el riesgo de incendios forestales, así como su gravedad. Sin embargo, el riesgo aumenta también por las deficientes políticas de gestión forestal, como ocurre en Brasil. Varios informes del Tribunal de Cuentas Europeo de 2014 y 2015 alertaban ya de que los países europeos no llevaban a cabo políticas adecuadas de reforestación de áreas, así como de lucha contra la tala ilegal. Esto supone un riesgo mayor de incendio, al llevarse a cabo una actividad fuera de la regulación y de los elementos de prevención que ésta contempla.
Además, el Tribunal de Cuentas Europeo recordaba en su informe de 2017 sobre cambio climático y energía que los países europeos no habían gestionado de forma correcta la financiación europea destinada a prevención de incendios y a reforestación y recuperación de masas forestales en peligro.
Mejores políticas públicas de gestión forestal y prevención
En definitiva, cada vez es más probable que nos enfrentemos a años récord en cuanto a incendios forestales por todo el mundo. Los efectos del cambio climático en las temperaturas globales y en la escasez de agua hacen que el riesgo de fuegos se incremente incluso en regiones donde era tradicionalmente mucho menor, como en el Círculo Polar Ártico. Además, las deficientes políticas públicas de gestión forestal, reforestación, conservación de masas forestales y lucha contra las prácticas ilegales en las industrias maderera, minera y agropecuaria, multiplican ese riesgo y ponen en peligro nuestra riqueza medioambiental y la integridad física de las personas que viven cerca de núcleos forestales.
Un reciente estudio del Fondo Monetario Internacional, la Universidad de Cambridge y la Universidad de California Meridional ha concluido que los impactos del cambio climático como las olas de calor y los incendios forestales pueden reducir el PIB 'per cápita' mundial más de un 7% a final de siglo, con un impacto que podría alcanzar el 12% en países como España. Por ello es tan importante que se introduzca en el debate público sobre la lucha contra el cambio climático el componente de adaptación y reducción de riesgos, muchas veces olvidado en favor de los esfuerzos para reducir emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, incluso con un aumento de temperaturas de 1,5ºC como establece el Acuerdo de París será necesario invertir en prevención de riesgos, especialmente para los pulmones del planeta.