9 mins - 6 de Agosto de 2019, 08:05
La elección parlamentaria griega del 7 de julio de 2019 ha sido aclamada como "un retorno a la normalidad". Éstos fueron los primeros comicios parlamentarios desde que Grecia salió de su tercer rescate de la UE-FMI en agosto de 2018. Por primera vez desde 2009, un solo partido se ha hecho con la mayoría absoluta. Esto pone fin a la sucesión de cinco gobiernos de coalición (y cuatro coaliciones de gobierno diferentes) que Grecia había experimentado desde noviembre de 2011. Además, el ganador, Nueva Democracia (ND) ha sido un partido de gobierno griego tradicional, uno de los dos pilares del sistema de partidos anterior a la crisis. El resultado resulta aún más llamativo tras el Gobierno que había reunido, durante estos años, la izquierda radical de Syriza con los griegos independientes de la derecha radical, unidos en su oposición a los rescates de Grecia por parte de la UE y el FMI.
Mientras tanto, después de siete años de causar turbulencias parlamentarias, el neonazi Alba Dorada no ha podido reeditar su presencia en la Cámara. También han quedado fuera todos los nuevos partidos que entraron en el Parlamento por primera vez durante la última década. Después de años de intensa agitación política interna tras el estallido de la crisis de la deuda soberana griega en 2009, ¿nos ha indicado estas elecciones el retroceso del reloj en Grecia y el retorno a un periodo de estabilidad política?
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La manifestación más espectacular de la crisis política griega, a inicios de la década, fue el colapso del sistema de partidos en las elecciones de mayo de 2012. Aquella elección no logró dar lugar a un Gobierno, lo que forzó una repetición electoral seis semanas después. Sin embargo, sus efectos han continuado reverberando a través del sistema de partidos. Discernir si el impacto político de aquellos tiempos de crisis se está desvaneciendo significa, sobre todo, plantearse si los resultados de aquellos comocios de hace siete años se han revertido definitivamente.El segundo efecto de mayo de 2012 plasmó en el formato del sistema de partidos. Desde principios de la década de 1980, el sistema giraba en torno a dos partidos principales con una cuota de voto combinada de alrededor del 80%. Mayo de 2012 trajo un aumento drástico de la fragmentación, junto a una concentración del voto por los suelos: los dos partidos más votados sólo sumaban conjuntamente un tercio de los votos. Ciertamente, el bipartidismo se fue recuperando en las tres elecciones posteriores. Y en este julio de 2019 parece haber vuelto a registros del pasado, con los dos principales partidos copando el 71% de los votos emitidos, lo que sugiere un retorno hacia un sistema esencialmente bipartidista. Sin embargo, la continuidad de esta tendencia dependerá de la ley electoral. La representación proporcional simple, aprobada por el Gobierno anterior, se aplicará a partir de las próximas elecciones a menos que una mayoría parlamentaria de dos tercios acuerde cambiarla.
El tercer cambio concierne a los actores del sistema de partidos. La reducción del bipartidismo abrió el espacio para la entrada de cinco nuevas fuerzas parlamentarias entre 2012 y 2015, incluyendo Alba Dorada y los Griegos Independientes, dos partidos centristas y la Izquierda demócrata. A día de hoy, los cinco han quedado fuera del Parlamento, cuatro de ellos como resultado de las pasadas elecciones del 7 de julio. Sin embargo, dos nuevas formaciones los han reemplazado: Solución Griega, un partido de extrema derecha con una agenda pro-rusa, y MeRA25, de izquierda radical y liderado por el ex ministro de Finanzas de la era de la crisis y posterior superestrella internacional, Yiannis Varoufakis. Los seis partidos del nuevo Parlamento son menos que los ocho de su predecesor, pero aún más que cualquier Cámara anterior a la crisis después de 1981. Mientras tanto, la búsqueda continua de nuevas caras sugiere que el electorado sigue insatisfecho con la oferta política existente.
Por el contrario, los cuatro partidos elegidos de forma continua en las legislaturas anteriores a la crisis han logrado permanecer como actores parlamentarios durante todo este tiempo. Y en estas elecciones de 2019 han demostrado una vez más su resiliencia. Ello no ha impedido que se mantenga el cuarto cambio importante de mayo de 2012: la reconfiguración entre los tres partidos de la izquierda. Durante más de tres décadas, el Pasok había sido uno de los dos jugadores clave del sistema de partidos, mientras que Syriza era el más pequeño en la última legislatura anterior a la crisis. Pero en mayo de 2012, Syriza superó al Pasok como líder de la izquierda y la brecha entre ellos no hizo sino ensancharse en las convocatorias posteriores.
En 2019, Syriza ha perdido el poder del Gobierno, pero también ha consolidado su posición como uno de los dos polos principales del nuevo sistema de partidos. Si bien su participación en el voto fue un sorprendente 8,4% detrás de ND, estuvo solo cuatro puntos porcentuales por debajo de su puntaje anterior, ofreciendo un fuerte punto de partida para intentar regresar al gobierno en el futuro. Con el 31,5%, el apoyo a Syriza también fue casi cuatro veces mayor que el Movimiento por el Cambio, la reencarnación actual de Pasok.
Para este último, las elecciones de 2019 han subrayado una vez más su degradación a la condición de partido menor, con un puntaje de voto de un solo dígito. La posibilidad de volver a ser actor de gobierno, al menos como socio secundario en una coalición, no ha podido materializarse finalmente debido a la victoria absoluta de ND. El aumento marginal del porcentaje de voto que consiguió (de, 6,3% al 8,1%) y la sustitución de Golden Dawn como tercer grupo parlamentario fueron un pequeño consuelo.
Por su parte, el tercer partido tradicional griego, el comunista KKE, ya había perdido ese estatus en mayo de 2012, convirtiéndose en una de las nuevas fuerzas menores. Su marginalidad periférica se ha fortalecido por la negativa del KKE a contemplar cualquier tipo de participación en el gobierno. Esto también explica su caída de votos, del 8,5% en mayo de 2012 al 5,3% en 2019.
Aunque mayo de 2012 tuvo un impacto duradero en la izquierda, la aparente reestructuración que provocó también en la derecha ha resultado temporal. Entonces, ND obtuvo su porcentaje de votos más bajo, un 18,9%, eclipsado por el 20,5% reunido por los tres partidos de la extrema derecha (uno de los cuales no pudo entrar en el Parlamento). Sin embargo, un mes más tarde, en las elecciones de junio de 2012, ya se produjo un cierto reequilibrio entre la corriente principal de la derecha (29,7%) y los partidos extremos (16%). Esta tendencia continuó en los comicios posteriores, hasta el retorno al poder de ND.
De esta forma, las elecciones de hace unas semanas han culminado la reconquista del liderazgo de la derecha, ya que el 39,9% de ND ha eclipsado al 6,6% total de la extrema derecha. En último extremo, los nuevos actores emergentes en este flanco han resultado efímeros, a diferencia de Syriza en la izquierda.
Una de las claves del descrédito de Alba Dorada ha sido, sin duda, el juicio en marcha contra el líder del partido por homicido y dirección de organización criminal. El otro detonante fue el Acuerdo de Prespa, por el cual se encauzó la resolución diplomática de la histórica disputa con Macedonia. El fracaso en el bloqueo del acuerdo y la ruptura resultante de la coalición de gobierno con Syriza resultó fatal para los Griegos Independientes, el otro partido de la derecha radical nacionalista. Mientras tanto, el papel destacado de ND en la movilización nacionalista contra Prespa claramente lo ayudó a restablecer la hegemonía en el espacio de la derecha. También reforzó el giro de este partido hacia lesa dirección durante la crisis. Por eso, la presencia visible de cuadros de la extrema derecha en el nuevo Gobierno es un recordatorio de que ND se ha distanciado un poco de la orientación más centrista que la había caracterizado en la década anterior a la crisis.
Como una evaluación general, las elecciones de 2019 claramente marcan un distanciamiento respecto a los patrones políticos de la era de la crisis. No sólo ha dado paso a un Gobierno de partido único que probablemente permanecerá en el poder durante los próximos cuatro años, sino que también sigue impulsando al sistema de partidos a un nuevo equilibrio en torno a dos partidos principales. Sin embargo, uno de ellos ha cambiado (Pasok por Syriza) y la distancia ideológica entre los dos polos del sistema es más amplia que en la era anterior a la crisis.
Finalmente, no debe pasarse por alto que una proporción significativa del electorado ha optado por darle la espalda al sistema. La abstención, que nunca antes había superado el 29%, alcanzó máximos históricos durante el periodo de crisis, llegando a un 43,4% en septiembre de 2015. En este punto, las elecciones de 2019 no han deparado ningún cambio. La leve caída en la abstención (42,1%) marcó la segunda participación más baja de Grecia en una elección parlamentaria nacional en su historia democrática.