Las necesidades de inversión del continente africano son enormes. De hecho,
siendo el continente con mayor crecimiento de la población y menor stock de capital, también es el que recibe menos inversión extranjera directa (IED) después de las economías en transición de Asia Central. Aún más, si calculamos la IED que recibe África
per capita, la cifra es sin duda
la más baja del planeta mientras que el continente promete llegar a tener el mayor número de consumidores del mundo en pocas décadas, por encima de China e incluso la India.
En ese contexto, la presencia de China en el continente africano sigue llenando las portadas de las principales revistas de negocios. Aunque
la creciente importancia de China en innegable, los datos de inversión muestran claramente que Europa sigue siendo el principal inversor directo, no solo en términos de inversión acumulada pero también de nueva inversión. Más concretamente, las compras de empresas africanas por empresas europeas han sido de similar tamaño pero la inversión europea en nuevas empresas, conocida como
greenfield, es muy superior a la de China.
En lo que China sobrepasa a Europa con creces es la financiación de proyectos de infraestructura en África, con cifras que más que triplican su inversión en dicho continente. En otras palabras,
China está muy presente en el continente africano pero más como un prestamista que como un inversor, con las consecuencias que eso tiene para la sostenibilidad de ese modelo. En otras palabras, los enormes proyectos de infraestructura en los que se han embarcado muchos de los países africanos están generando deuda que Africa tendrá que repagar un día.
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Otro aspecto importante de las inversiones chinas en África es su concentración sectorial. Con la excepción de una parte relativamente pequeña hacia el sector manufacturero, sea la inversión que la financiación de proyectos se dirigen hacia objetivos estratégicos para China, como el acceso a los recursos naturales y la construcción y transporte, puesto que China puede utilizar su exceso de capacidad en estos sectores. Sobre esta base, no es sorprendente que
la creación de empleo de la IED china en África sea menor en promedio que la de las inversiones nuevas de China en otras regiones del mundo (solo 1.78 personas, frente a una media de 2.24, por cada millón de dólares invertido). La escasa creación de empleo podría convertirse en uno de los problemas clave que China puede enfrentar al continuar invirtiendo en África en el futuro. Para que dicha IED sea bienvenida y, por lo tanto, sostenible, su naturaleza tendrá que cambiar para crear más empleos y para eso tendrá que alejarse de sectores estratégicos y aumentar la inversión en manufacturas.
Las empresas europeas, y sin duda las españolas dada la cercanía a este mercado, pueden aprender de los retos que está enfrentando China en el continente africano. Siendo aún el mayor inversor en la región, y con una población que envejece rápidamente,
Europa debería ver África como una oportunidad, y no como un problema.
Invertir en sectores que creen empleo en lo que va a llegar a ser el mercado más populoso del mundo parece más sostenible a medio plazo que el modelo chino de financiar infraestructuras. Es muy importante que Europa apueste aún más fuerza por este joven mercado apoyándose en ser aún el primer inversor en la región. Ver África como una oportunidad y no como un problema y, gracias a ello, seguir aumentando nuestra inversión en este continente debería ser una prioridad para España y para Europa. Los chinos lo han hecho ya pero con una estrategia un tanto equivocada. Aprendamos de sus errores.
(
Este artículo es una versión del que la autora ha publicado en Bruegel)