3 de Julio de 2019, 22:40
Hoy es innegable que nuestra especie ha estado aprovechando y modificando, en buena medida, su entorno sin reflexionar sobre las consecuencias de sus intervenciones. Los amplios recursos y límites generosos de nuestro planeta permitieron que, durante mucho tiempo, nuestros impactos fueran absorbidos y transformados por los ecosistemas terrestres y marinos; inicialmente, estas intervenciones tuvieron un impacto localizado. Pero tras la revolución industrial, éstos ampliaron su rango a regionales, y actualmente nuestra capacidad de transformación del medio ha alcanzado niveles sin precedentes, así como sus consecuencias.
La crisis ambiental por la que atravesamos tiene varios elementos distintivos:
[Con la colaboración de Red Eléctrica de España]
Es indudable que, desde los años 90, se ha producido un aumento sin precedentes de la innovación tecnológica, tanto a nivel mundial como históricamente, lo que ha traído consigo innumerables beneficios para la vida de las personas, pero también ha tenido algunas consecuencias negativas. El creciente ritmo del consumo y las actividades relacionadas (extractivas, producción, uso y desperdicios) ha incrementado la explotación de los recursos más allá de la capacidad de recuperación de los sistemas ecológicos.
Naciones Unidas emite regularmente, desde 1997, sus informes sobre las Perspectivas del Medio Ambiente Mundial. Y es desalentador comprobar que el estado general del medio ambiente ha seguido deteriorándose en todo el mundo, pese a los esfuerzos en esta materia desplegados en muchos países y regiones. En su sexto informe (GEO6), se han evaluado información y datos científicos recientes, analizado políticas ambientales pasadas y presentes y se recomiendan opciones futuras para alcanzar el desarrollo sostenible en 2050. El informe da la voz de alarma y llega a la desalentadora conclusión de que las actividades humanas son en gran medida insostenibles y han dado como resultado en todo el mundo la degradación de los ecosistemas del planeta, socavando peligrosamente los cimientos ecológicos de la sociedad.
El informe enfatiza que el cambio climático representa una amenaza de dimensiones sin precedentes que está afectando tanto a los sistemas humanos (incluida la salud) como a los naturales (incluyendo la diversidad biológica, el agua dulce, los océanos y el funcionamiento de los ecosistemas terrestres); y no sólo de forma individual, sino alterando las complejas interacciones entre esos sistemas, con consecuencias negativas que en algunos casos aún tenemos que cuantificar.
Los cambios que se están produciendo ya en los patrones meteorológicos tienen un efecto amplio y profundo sobre el medio ambiente, la economía y la sociedad que ponen en peligro los medios de subsistencia, la salud, el agua, el acceso a los alimentos y la energía de la población en muchas regiones del planeta. Indicadores de estos impactos muy cercanos a la sociedad en general son cada vez más patentes, como el crecimiento acelerado del número de personas afectadas por los desastres ambientales (por mala calidad del aire, olas de calor, inundaciones, frecuentes tormentas de gran intensidad, sequias, etcétera).
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Además, el informe resalta que se está desencadenando un importante proceso de extinción de especies. Se estima que el 42 % de los invertebrados terrestres, el 34 % de los de agua dulce y el 25 % de los invertebrados marinos están ya en riesgo de extinción.
No es por tanto sorprendente, y debemos tomárnoslo muy en serio, que el informe también concluya que es necesario adoptar medidas urgentes a una escala sin precedentes para detener y revertir esa situación, y proteger así la salud humana y ambiental y mantener la integridad actual y futura de los ecosistemas mundiales. Ya no estamos hablando de meras predicciones, sino de hechos y de una creciente aceleración de los procesos de degradación de los pilares naturales que sustentan nuestra sociedad.
Es, por tanto, "necesario" incorporar consideraciones ambientales en las decisiones económicas y sociales a todos los niveles, en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El informe ilustra que las cuestiones ambientales se abordan mejor si esto se hace teniendo en cuenta o de forma sinérgica con aspectos económicos y sociales de relevancia, especialmente tomando en consideración las dimensiones de equidad y de género. Nos debemos de concienciar de que, para alcanzar los ODS, es preciso desvincular la degradación ambiental y el uso de los recursos del crecimiento económico y las modalidades de producción y consumo relacionadas con él.
Algunas de las medidas esenciales que cabe adoptar no nos son ajenas, ya que son objeto de debate en todos los ámbitos de nuestra sociedad, aunque no siempre se adoptan de forma coherente y sinérgica. Entre ellas, el informe destaca: "Reducir la degradación de la tierra, la pérdida de biodiversidad y la contaminación del aire, la tierra y las aguas; mejorar la gestión del agua y de los recursos; mitigar el cambio climático y adaptarse a él; usar los recursos con eficiencia; abordar la descarbonización, la desvinculación y la desintoxicación; y prevenir y gestionar los riesgos y desastres. Todas esas medidas precisan de políticas más ambiciosas y eficaces; entre otros, en los siguientes ámbitos: consumo y producción sostenibles, uso más eficiente de los recursos y mejor gestión de los recursos, gestión integrada de los ecosistemas y gestión y prevención integradas de los desechos".
Todos deberíamos estar de acuerdo en que el desarrollo sostenible debiera ser un punto de encuentro para toda la humanidad, dado que los daños ambientales no conocen fronteras, y no podemos comprometer el estado de bienestar las generaciones venideras.