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Trump entra en la historia

Ramón Pacheco Pardo

30 de Junio de 2019, 20:33

Donald Trump se ha convertido en el primer presidente estadounidense en pisar suelo norcoreano. Guste o no, el estrafalario inquilino de la Casa Blanca ha marcado un antes y un después en la historia moderna de la Península de Corea y de Asia Oriental. La reconciliación entre las dos Coreas, el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Washington y Pyongyang y la posible desnuclearización de Corea del Norte están hoy más cerca de lo que lo estaban hace apenas 48 horas.

El presidente estadounidense apenas ha pasado unos segundos en la sección norcoreana de la Zona Desmilitarizada que separa las dos Coreas. Pero estos segundos han roto un tabú de casi 70 años. Estados Unidos y Corea del Norte técnicamente siguen en guerra. Pero esto no quiere decir que sus líderes no puedan visitar "territorio enemigo". De hecho, Trump ha invitado a Kim Jong-un a visitar la Casa Blanca. No sería de extrañar que el líder norcoreano viajase a Estados Unidos antes de las elecciones presidenciales estadounidenses del año que viene.

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El hecho de que Trump haya entrado en suelo norcoreano también significa que en el futuro, cualquier presidente estadounidense tendrá la oportunidad de visitar Corea del Norte sin temor a ser criticado por ello. Esto es un cambio fundamental en la psicología de la historia de las relaciones entre Washington y Pyongyang. Es necesario que las visitas mutuas entre los líderes de los dos países se normalicen. De lo contrario, Estados Unidos y Corea del Norte nunca podrán sobreponerse a la desconfianza que les ha impedido mejorar sus relaciones, aun cuando la Guerra de Corea finalizó en 1953.

La mini-visita de Trump a Kim en Corea del norte y la reunión trilateral entre ambos líderes y el presidente surcoreano, Moon Jae-in, ha llegado en un momento crítico en el proceso diplomático iniciado en la Península de Corea el año pasado. El proceso básicamente se había detenido toda vez que la cumbre de Hanói entre Trump y Kim del pasado febrero terminó sin acuerdo. Era necesario un gesto de este tipo por parte del presidente estadounidense para ayudar a convencer a Kim de que un acuerdo es posible.

Porque si hay alguien que necesitaba este tipo de reunión era Kim. Pyongyang necesita un acuerdo con Washington para emprender las reformas económicas que Kim ha prometido, pero que serán imposibles de implantar si Estados Unidos no acuerda el levantamiento de las sanciones que pesan sobre Corea del Norte. Además, Kim había perdido cierto prestigio a nivel doméstico tras la cumbre de Hanói. La reunión de ayer con Trump le permite seguir adelante con el proceso diplomático con Estados Unidos, así como con los preparativos para su plan de reformas económicas.

Quienes critican a Trump por reunirse con Kim le reprochan que confiera legitimidad al régimen norcoreano. Sin embargo, Corea del Norte se fundó hace más de setenta años. Y la familia Kim ha gobernado el país todo este tiempo. En otras palabras, la legitimidad de Kim y su régimen están más que establecidos. La comunidad internacional no tiene otra opción sino alcanzar acuerdos con Kim si quiere avanzar en la desnuclearización de Pyongyang o mejorar los derechos humanos de la población norcoreana. Trump parece entenderlo.

La otra crítica hacia el presidente estadounidense es que no hay ningún proceso de desnuclearización y paz entre Estados Unidos y Corea del Norte, a pesar de que Trump y Kim ya se han reunido en tres ocasiones. Esto es cierto, y así lo reconocen varios miembros del gobierno estadounidense en privado. Mientras no se firme un acuerdo detallado, habrá quienes digan que Trump no quiere nada más que sacarse fotos que le hagan parecer más presidenciable.

Es por ello que el acuerdo entre Trump, Kim y Moon de establecer un proceso para que sus equipos trabajen en acercar sus posiciones es fundamental. Las dos Coreas tenían un proceso bastante avanzado que ha estado atascado desde la cumbre de Hanói. Estados Unidos y Corea del Norte no han tenido tal proceso más allá que en las semanas previas a dicha cumbre. La razón principal es que Corea del Norte se ha negado a entablar este tipo de negociaciones en los últimos meses.

Si es cierto que Kim se ha mostrado dispuesto a que su equipo negociador se reúna con el equipo estadounidense, podremos decir que la reunión de ayer no solo ha hecho historia sino que también ha tenido efectos prácticos a corto plazo. Según la delegación estadounidense, Kim está dispuesto a tomar pasos concretos hacia la desnuclearización más allá del desmantelamiento de la central nuclear de Yongybon, el principal emplazamiento del programe nuclear norcoreano. A cambio, Estados Unidos estaría dispuesto a levantar algunas de las sanciones que tanto disgustan al gobierno norcoreano.

Por otra parte, Estados Unidos ya ha dejado claro que está dispuesto a firmar una declaración de paz con Corea del Norte. Éste sería el primer paso para el establecimiento de un proceso de paz entre ambos países. Dicho proceso incluiría la apertura de embajadas mutuas en Washington y en Pyongyang. En otras palabras, la normalización de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Corea del Norte.

Mientras tanto, hay que quedarse con las caras y palabras de incredulidad de millones de surcoreanos que nunca creyeron que fueran a ver a un presidente estadounidense en suelo norcoreano. Para la mayoría de la población de Corea del Sur, la reconciliación entre las dos Coreas es el objetivo primordial de este proceso diplomático que se está viviendo en su península. El hecho de que sea Trump quien pueda ayudar a hacer este deseo una realidad es cuando menos sorprendente. Pero es una sorpresa que la población surcoreana agradece de una manera que sólo aquellos que han visto su país dividido durante décadas pueden entender.

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