En los últimos meses estamos asistiendo a un movimiento de jóvenes en todo el mundo que pide a los gobiernos una mayor acción frente al cambio climático. Como todas las movilizaciones sociales, es importante entender bien su perfil y características para poder interpretarlo con acierto. Trataremos de dar algunas respuestas a los interrogantes básicos.
¿Cuándo y cómo surge? ¿Cómo evoluciona y recoge apoyos?
El movimiento nace en agosto de 2018, cuando Greta Thunberg, una adolescente sueca de 15 años, se empieza a ausentar de clase los viernes por la tarde para manifestarse frente al Parlamento de Estocolmo con un cartel en el que se puede leer "
huelga escolar por el clima".
Este gesto salta a los medios y Greta se convierte en un icono de la lucha por el futuro. Le invitan a la cumbre del clima de Polonia, a la cumbre de Davos, a Naciones Unidas... Inspira a miles de jóvenes en el mundo que, como ella, se manifiestan todos los viernes, y acaba dando forma a lo que hoy conocemos como el movimiento Fridays4future. A los pocos meses, un libro recoge los discursos de Greta Thunberg con el título
'Cambiemos el mundo'; Banksy, polémico y genial, hace un grafiti sobre el tema que amplifica el gesto, el mensaje; el naturalista británico Richard Attenborough no duda en apoyarlo, y mientras tanto ya había conseguido que se aprobaran en diferentes parlamentos declaraciones sobre la
emergencia climática.
Este movimiento comienza a generar un efecto
bola de nieve que le hace continuar creciendo recabando el apoyo de otros sectores. Las
Madres por el Clima son un buen ejemplo: se agrupan, crean un grupo de WhatsApp y comienzan a compartir sus inquietudes sobre la contaminación y las afecciones en la salud de sus hijos. Otro: los profesores se unen y se suman con la iniciativa
Teachers for Future, con la que aportan su visión y sus propuestas de educación ambiental.
Este gesto, este movimiento, esta bola de nieve imparable ha despertado también una cadena de reacciones en el mundo universitario. En España, la Universidad Politécnica de Cataluña ha sido la primera en declarar el estado de emergencia climática gracias al trabajo de un grupo de estudiantes. A ella se ha unido la Universidad Complutense de Madrid. Y habrá más.
Estos movimientos han dinamizado la repercusión de organizaciones ya existentes como
Youngo, que durante años ha representado formalmente a los jóvenes ante los procesos de negociaciones y eventos desarrollados en el contexto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
¿Qué quieren?
Quieren que los gobiernos actúen de forma inmediata para no superar los 1,5 grados. Dicen que los políticos no hacen nada. Que llevan años hablando, con largas negociaciones para llegar a acuerdos vacíos, que no llegan a ningún puerto.
Dicen que no pueden esperar más. Se sienten responsables de lo que pasa y de lo que puede pasar en el futuro y quieren hacer algo. Dicen
que los políticos les han fallado.
Reivindican el valor de la política, de lo público, de lo de todos. Reclaman a los políticos, a los representantes democráticamente elegidos, que hagan su trabajo. Quieren una política útil que sirva para solucionar los problemas.
¿Está legitimado el movimiento de los jóvenes?
¡Por supuesto! No sólo como ciudadanía global que son, que con eso ya valdría. Es que, además, ellos y ellas serán los que más sufrirán las consecuencias del cambio climático, si antes no le ponemos remedio.
La lucha contra el cambio climático es ya un desafío ético. ¿Tenemos derecho a hipotecar las condiciones básicas de vida en el planeta y, con ello, el ecosistema donde vivirán los más jóvenes o los que todavía no han llegado? La respuesta es evidente, cae por su propio peso.
¿Está teniendo impacto?
Sí, estas movilizaciones de los más jóvenes están dando que pensar a los representantes políticos.
Tienen un enorme poder de persuasión: son los votos del futuro. Si no es por amor, por convencimiento, por solidaridad con las generaciones futuras, los políticos reaccionarán por temor a perder suelo, a perder el pulso del mundo que viene. Por amor o por temor, el mundo de la política empieza a mirar a los jóvenes con atención. Los más de 12 millones de personas de menos de 25 años que hay en España son nuevos votantes o lo serán pronto.
Por lo que se sabe de ellos, hasta el momento este movimiento
no se asocia con ningún partido político determinado, si bien todos se identifican con entornos ideológicos defensores de valores de justicia, paz y solidaridad. No obstante, se ha empezado a ver el impacto de esta iniciativa en las últimas elecciones europeas, donde se aprecia un
ascenso de los partidos verdes en países como Alemania, Francia, Finlandia o Luxemburgo. Por ejemplo, en
Alemania, uno de los países donde más ha penetrado la acción iniciada por Greta, el partido verde ha conseguido un 33% de los votos de menores de 30 años.
¿Hay que apoyar este movimiento?
Sí, por tres razones:
- Los jóvenes influyen en la opinión de sus padres sobre el clima, les impulsan a cambiar de hábitos, les muestran una forma de vida diferente. Es una de las vías más efectivas de presión sobre los adultos, como ya vimos en el caso del tabaquismo o en la sensibilización frente a los accidentes de tráfico. Es un cambio cultural y social que, inevitablemente, liderarán los jóvenes. De hecho, ya lo están haciendo; eso sí, los jóvenes que mejor sepan apoyarse en la experiencia y sabiduría de sus mayores.
- Los jóvenes irán ocupando poco a poco puestos de decisión e influencia en los próximos años en partidos políticos, empresas, medios de comunicación, ONGs, etc. Es muy importante, esencial, que estén bien formados y que tengan una disposición determinante. Les va a tocar avanzar en el terreno de las soluciones y no pueden dudar en cuanto a los fines porque ya no hay margen temporal.
- Los jóvenes, los hijos de los jóvenes y los siguientes hijos de los hijos de los jóvenes serán, como ya decíamos, los principales afectados por el problema. Es, por tanto, un deber moral.
¿Cómo apoyarles?
Con escucha, con atención a sus gestos, a lo que dicen y a lo que todavía callan, diciéndoles siempre la verdad de lo que pensamos y sentimos. Ellos y ellas son los protagonistas del mundo que viene. Tenemos que tratar de interpretar bien su lenguaje, sus signos. No hay recetas mágicas ni fórmulas de copiar y pegar. Ellos están quejándose, mostrando su indignación, pero también están abriendo y mostrando caminos posibles, de sentido común.
Escuchémosles y démosles cancha, espacio, oportunidades.
Los diálogos intergeneracionales pueden ayudar a entender su lógica y a identificar líneas de apoyo siempre que se planteen como conversaciones abiertas, en pie de igualdad, orientadas a tender puentes, a abrir puertas, a considerar otras opciones, otras posibilidades.
Una vez entendidas sus dinámicas y contribución al proceso de acción climática, se puede participar en el movimiento a través de su propia web,
www.fridaysforfuture.org. Ahí se podrían lanzar nuevas iniciativas o adherirse a las ya existentes.
Dentro del propio movimiento distinguen tres tipos de eventos:
- Huelgas mundiales semanales: varios países hacen huelga todos los viernes;
- Grandes huelgas: cuando uno o dos países se unen (el pasado 15 de febrero, Suecia y Reino Unido organizaron una de este perfil);
- Deep: cuando muchos países se sincronizan (el 24 se produjo este tipo de movimiento).
Otra forma de participación es sumarse a movimientos ya convocados por otros grupos u organizaciones como jóvenes por el clima o madres por el clima, que ya han puesto en marcha sus comunidades en foros, Twitter, páginas de Facebook... con el objetivo de poder reunirse con regularidad y participar de forma activa en el movimiento iniciado por Greta.
Conclusión
Los jóvenes se sienten ninguneados y frustrados, y con razón.
Les estamos dejando un mundo peor básicamente por la comodidad de no cambiar algunos hábitos y de perder un poco de riqueza en el corto plazo. Se podría hacer mucho más de lo que actualmente se hace. Debemos de reaccionar y los políticos lo van a hacer porque son muchos; muchos votos, consumo, presión social, etc.
Los jóvenes piden y toman la palabra. Es la vida que les espera, a ellos y a sus hijos. Es lógico que se agiten y que nos empujen. Está en juego su futuro: lo saben, lo ven, lo temen. Ellos tienen la fuerza, la energía y la razón (que también es la nuestra), la de los mayores, la de muchos, la de la mayoría.
Porque la juventud no se acaba nunca.