Muchos consideran la economía de plataformas un ejemplo por excelencia de modernidad. Al llegar a una nueva ciudad, en el aeropuerto ya nos vemos abrumados por innumerables anuncios de empresas de viajes compartidos y, después, por calles repletas de ciclistas que visten logos de empresas de reparto de comida a domicilio.
No obstante, un reciente estudio en España cofinanciado por la Fundación Felipe González en el marco de su proyecto
Genera, la Fundación Europea de Estudios Progresistas (FEPS) y UNI-Europa y llevado a cabo por la Universidad de Hertfordshire e Ipsos Mori, revela que
los trabajadores de servicios de conducción y reparto que han aparecido recientemente en nuestras calles solo representan la punta del iceberg.
Hay un ejército mucho más numeroso de personas trabajando de forma invisible en sus propias casas o en las de otros que ha encontrado su trabajo a través de plataformas digitales.
Y muchas de ellas realizan tipos de trabajo muy tradicionales que anteriormente se llevaban a cabo dentro de la economía informal. Estos incluyen trabajos de limpieza, cuidado de niños u otro tipo de cuidados, jardinería, carpintería, electricidad, fontanería, ingeniería de mantenimiento, limpieza de cristales y muchos más.
La principal diferencia en el modo en que trabajan estas personas es el medio que han utilizado para conseguir el trabajo. En el pasado, esto podría haber sido por recomendación de un amigo o vecino, por medio de un folleto dejado en un buzón, un anuncio en un tablón de anuncios local o un pequeño anuncio en la guía telefónica. Ahora, se hace a través de una aplicación móvil o de un sitio web.
A raíz de la llegada de Internet, el primer lugar al que la mayoría solemos acudir cuando queremos encontrar algo es el mundo en línea, ya sea para comprar un producto, encontrar un servicio o generar ingresos. Los motores de búsqueda como Google utilizan etiquetas que, hábilmente manipuladas, hacen que lo que aparece en la parte superior de la lista al realizar una búsqueda sea probablemente una gran plataforma, aunque esté disfrazada de servicio local.
Por tanto, no es de extrañar que Internet desempeñe un papel fundamental en la vida económica de los españoles. Casi la mitad (el 49%) afirma que utilizan plataformas como Ebay para revender sus propias posesiones, más de un tercio (el 34%) recurren a plataformas como Airbnb para alquilar habitaciones a huéspedes de pago y más de una cuarta parte (el 27%) ha vendido su trabajo a través de plataformas digitales en algún momento.
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En la mayoría de los casos, este trabajo se lleva a cabo de forma ocasional (el 17 % afirma realizarlo una vez a la semana o más) y constituye un complemento a otras fuentes de ingresos. De las personas que encuentran empleo a través de plataformas digitales, menos de una de cada 10 (el 9%) afirma que esto supone la totalidad de sus ingresos, y más de un tercio (el 34%) declara que esto representa menos del 10 %. Deberíamos tener cuidado al extrapolar estas cifras, ya que un buen número de personas no sabían o no querían revelar esta información; aunque si lo traducimos en cifras estimadas, esto implicaría que
alrededor de 2,2 millones de personas en España (el 7,1% de la población adulta en edad laboral) obtienen más de la mitad de sus ingresos del trabajo en plataformas.
Una revelación llamativa, que reproduce un patrón también detectado en otros países europeos, es que
las mayores concentraciones de trabajadores en plataformas no se encuentran, como muchos podrían esperar, en las ciudades y regiones más grandes y avanzadas tecnológicamente. El trabajo en plataformas
se asocia principalmente con regiones con una importante economía informal y niveles elevados de pobreza y trabajo estacional (por ejemplo, en la agricultura y el turismo). La proporción de personas que encuentran trabajo a través de plataformas se sitúa por debajo del 25% en las regiones del noroeste y el noreste, y entre el 25% y el 30% en el este, el centro y la Comunidad de Madrid, pero asciende a entre el 30 % y el 35 % en el sur de España.
En otras palabras, el trabajo en plataformas
se entiende mejor no tanto como un signo de innovación y modernidad, sino como una forma de trabajo adoptada por los trabajadores pobres (personas que tratan de reunir ingresos de cualquier fuente disponible). Esta situación queda corroborada por el hecho de que una gran proporción de los trabajadores en plataformas encuestados manifestó estar realizando más de un tipo de trabajo. Sin embargo, es interesante observar que, cuando estos tipos de empleo se dividen en distintas categorías, el de conducción o de reparto (tan visible en las calles de nuestras ciudades) es en realidad el menos frecuente (aunque elevado, en un 79,6 %). El más habitual (en un 95,9%) fue el trabajo realizado en línea, normalmente desempeñado desde el propio domicilio del trabajador, para plataformas como Upwork o Clickworker, donde los trabajadores compiten por la adjudicación de
tareas con otros que pueden estar establecidos en Asia, América Latina o África. La tercera categoría de trabajo, en una posición intermedia, estaba integrada por personas que desempeñaban su labor en los hogares de otras personas prestando servicios domésticos (un 86%).
Es el
servicio doméstico, concretamente, el que representa una continuación de los tipos de actividad que en el pasado se habrían realizado, a menudo de forma no declarada, en la economía informal, pero que ahora se ven cada vez más arrastrados a la de plataformas, que cobran un
alquiler de hasta el 25% del valor de cada transacción.
Algunos podrían considerar a estos trabajadores domésticos como una especie de nueva clase de criados (personas pobres que prestan servicios a clientes más ricos). Sin embargo,
los resultados de la encuesta indican que muchos de los clientes, al igual que los trabajadores, tienen rentas bajas, y probablemente requieren estos servicios por la escasez de tiempo que afecta a los hogares del siglo XXI como consecuencia de una combinación de recortes en los servicios públicos, jornadas de trabajo más largas y una mayor participación de la mujer en el mercado laboral. Un análisis detallado de los resultados de la encuesta revela que casi nueve de cada 10 (el 89,8 %) trabajadores en plataformas que trabajan en instalaciones de otras personas
también son clientes de dichos servicios. Por tanto, la economía de plataformas podría entenderse como
una especie de intercambio comercial de servicios entre aquellos que carecen de tiempo y aquellos que carecen de dinero.
Una última conclusión importante de la encuesta se refiere a la medida en que las prácticas de las plataformas en línea se están extendiendo a un segmento más amplio del mercado laboral. La mitad de la población española adulta en edad de trabajar (el 50%) utiliza ahora las tecnologías digitales para enviar o recibir correos electrónicos de trabajo desde casa; y de éstos, casi la mitad (el 24%)
no son trabajadores en plataformas. Del mismo modo, más de cuatro de cada 10 utilizan una aplicación para que se les notifique cuándo hay trabajo disponible (el 43,7%) o para registrar el trabajo que han realizado (el 42,4%), de los cuales una importante proporción (el 18,3% y el 17,5% respectivamente)
no son trabajadores en plataformas.
Para aquellos interesados en los niveles de profesionalidad, más preocupante aún es que el 17,6% de la población adulta que
no trabaja en plataformas reciba valoraciones de su trabajo por parte de los clientes (en comparación con el 16,6% en el caso de los trabajadores asiduos en plataformas y el 8,5% en el de los ocasionales). Una vez más, podemos considerar este tipo de actividad laboral no como una categoría diferenciada, sino como la punta de un iceberg; parte de una
plataformización del trabajo mucho más generalizada en España.