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Renovables: se puede (y se debe) ser ambicioso

Gonzalo Sáenz de Miera

17 de Abril de 2019, 22:17

El pasado mes de febrero, el Gobierno remitió a la Comisión Europea su propuesta de Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), explicando cómo contribuirá España al cumplimiento de los compromisos europeos de energía y clima a 2030.

¿Debe el Gobierno español ser ambicioso en los objetivos de promoción de las renovables? En este artículo pretendo mostrar los aspectos más relevantes del PNIEC y argumentar la respuesta que ya lleva implícita una pregunta como ésta: sí, hay que ir más allá de las exigencias europeas; por economía, por coste de la energía, por oportunidades industriales y de empleo, por salud, por conservación del medio ambiente, por convencimiento. Las cifras lo permiten y las expectativas reales y razonables de futuro lo reclaman, como ahora veremos.

Objetivos y previsiones

En el borrador del PNIEC remitido a la Comisión Europea, España se compromete a una reducción, en 2030, del 21% de las emisiones de gases de efecto invernadero con respecto a 1990; a una reducción del consumo energético del 39,6% comparado con el tendencial; y a una participación de las energías renovables del 42% sobre la energía final (actualmente está en el 17,5%). Esta previsión de renovables excede de forma significativa el porcentaje del 32% asumido por la Comisión Europea para el conjunto de la UE.

[En colaboración con Red Eléctrica de España]

El papel de las renovables

Como resulta evidente, aunque el PNIEC se centra en el año 2030, la lucha contra el cambio climático no terminará ese año. Tenemos un objetivo preciso en un horizonte más lejano: que la economía esté totalmente 'descarbonizada' en 2050. En este propósito, las energías renovables desempeñarán un papel fundamental: por mucho que se reduzca el consumo de energía, que es esencial, la economía no podrá estar totalmente 'descarbonizada' si la energía que se utilice no es 100% renovable. Éstas serán, pues, esenciales en el itinerario que habrá de llevarnos al año 2050.

Las energías renovables pueden ser eléctricas (fundamentalmente solar, eólica e hidráulica) o no eléctricas (biocombustibles, biomasa…). El PNIEC vincula el objetivo global de renovables del 42% sobre consumo de energía final a un 74% de renovables en la generación de electricidad (actualmente representan el 38%). Dado que el Plan prevé que la electricidad represente un 27% del consumo de energía final, en el caso de la no eléctrica (el 73% restante) el objetivo implícito es que las renovables supongan apenas un 30%.

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Esta disparidad en los objetivos de penetración de renovables en electricidad y en el resto (fundamentalmente, hidrocarburos líquidos y gaseosos) es lógica, razonable, dado que resulta más económico, y tiene un mayor potencial, usar energía renovable para generar electricidad que intentar introducir energías renovables en otras energías finales.  

Hubiera sido deseable que el PNIEC hiciera una apuesta más contundente a favor de la electrificación de la economía (es decir, la sustitución de consumos de energía fósil por consumo de electricidad). El Plan prevé que, entre 2015 y 2030 ,el peso de la electricidad solamente pase de un 24% a un 27%. Como resulta evidente, por mucho que se 'descarbonice' la generación de electricidad, su impacto será limitado si ésta solamente representa un 27% del consumo de energía final. Parece un poco arriesgado dejar el proceso de electrificación al ralentí hasta 2030, dado el alto nivel de electrificación que será necesario en 2050.

Los costes de las renovables y el 'mix' óptimo

Hasta hace no mucho tiempo, sustituir combustibles fósiles importados (petróleo, carbón y gas) por renovables se traducía en un incremento significativo en el coste para los consumidores, ya que el de las segundas era superior al de los primeros. Sin embargo, en los últimos 10 años se ha producido una fuerte y rápida reducción de los costes de las tecnologías renovables eléctricas (principalmente, eólica y fotovoltaica), que hace que hoy sean competitivas frente a las energías convencionales y que los inversores estén dispuestos a construirlas sin necesidad de ayudas.

La evolución prevista de los costes de los combustibles y de las distintas tecnologías permite estimar de forma razonable que, en el caso del sector eléctrico, el 'mix' de generación de mínimo coste para los consumidores en 2030 debería tener entre un 70% y un 75% de renovables, de acuerdo con varios estudios, y en línea con las previsiones del Gobierno.

La consecución de estos niveles no solamente no representará un sobrecoste para los consumidores, sino todo lo contrario. Situarse en un nivel menor de penetración de renovables (por ejemplo, quedarse en lo estrictamente necesario para cumplir con el 32% de la Unión Europea) nos dejaría en una posición de debilidad, de desventaja: no aprovecharíamos el potencial de reducción de costes y tendríamos un mayor coste de suministro.

Naturalmente, esto no significa que todas las tecnologías renovables eléctricas sean competitivas. Hay algunas, como la termosolar (con o sin acumulación), que son sensiblemente más costosas que la eólica y la fotovoltaica y aún necesitan apoyos para poder desarrollarse.

Quedarse en el mínimo estrictamente necesario de renovables eléctricas para cumplir con los objetivos de la Comisión Europea perjudicaría el bienestar de los consumidores domésticos y la competitividad (y el empleo) en el resto de sectores de la economía: desde ambas perspectivas nos acabaríamos enfrentando a un mayor coste de suministro en sus facturas.  Pero es que, además, el desarrollo de las renovables eléctricas tendrá otros efectos deseables.

  1. Tal como indica el PNIEC, alcanzar esos niveles de renovables conllevará una inversión media de unos 10.000 millones de euros al año, lo que tendrá un impacto positivo en el PIB. Dado que por cada millón de euros de inversión se generan aproximadamente 12 puestos de trabajo, la inversión prevista supondrá la creación de más de 120.000 puestos de media durante el periodo en España.
  2. Se sustituirán las importaciones de hidrocarburos (que en 2017 ascendieron a más de 25.000 millones de euros) por energía autóctona: más dinero re-circulando, nueva actividad económica. Se reducirá la exposición de la economía española a las fluctuaciones de los precios del petróleo y del gas, que tanto daño nos han causado en el pasado, y se limitará la vulnerabilidad de España a los riesgos geoestratégicos asociados con el suministro de dichas energías.
  3. Mejorará la calidad del aire, especialmente en las ciudades, en la medida en que se reduzca el consumo de gas y carbón para calefacción y agua caliente, y los consumidores pasen a usar vehículos eléctricos, que ya son más competitivos que los de combustión interna en muchos segmentos y que lo serán plenamente en coste de compra en 2023. La Agencia Europea del Medio Ambiente estima que en España unas 38.000 muertes prematuras al año son atribuibles a la contaminación del aire, y que el 90% de la población urbana está expuesta a niveles de contaminación nocivos para la salud, con los costes que ello conlleva.
  4. Aunque las emisiones de España sólo representen el 0,8% de las globales, su decidida apuesta por las renovables mostrará que un sistema eléctrico mayoritariamente renovable no solamente es posible, sino que es compatible con una reducción en el coste de suministro.  Este efecto demostración favorecerá que otros países adopten objetivos similares, con las implicaciones que esto tiene para el éxito de la lucha contra el cambio climático.
  5. En la medida en que sepamos y podamos convertir España y sus empresas en una referencia, en un ejemplo a seguir como modelo de producción de energía renovable, nos colocará entre los países líderes globales en una cuestión básica para el desarrollo sostenible del planeta y que va a requerir importantes inversiones en todo el mundo, generando oportunidades industriales y de empleo. Pero el establecimiento de objetivos ambiciosos no es suficiente, sino que es necesaria una política industrial, y sobre todo de innovación, que sitúe a las empresas españolas en una posición de liderazgo, en un contexto de dura competencia internacional donde, si no aprovechamos nosotros las oportunidades, lo harán otros.

Conclusiones y reflexiones finales

Se pueden y se deben dar más pasos. Se puede y se debe mirar más lejos. Cumplir con los objetivos definidos de penetración de renovables eléctricas no tendrá coste para los consumidores, siempre que se fomente la construcción de las tecnologías más competitivas. Si lo hacemos, se traducirá en importantes beneficios en términos de generación de riqueza, de más empleo, de mejor calidad del aire, de mejora en nuestra balanza de pagos y de mayor fortaleza de la economía española ante cualquier turbulencia en los mercados de gas y petróleo. Es una oportunidad industrial relevante para colocarnos en la vanguardia de la economía mundial.

Desde el punto de vista económico, la apuesta por las renovables y la descarbonización contemplada en el PNIEC es perfectamente razonable. De hecho, como hemos apuntado, los escenarios con menor penetración de renovables van asociados a un mayor coste de suministro, en perjuicio de los consumidores.  

Deberá prestarse más atención a la necesidad de incrementar el peso de la electricidad dentro del consumo de energía final, lo cual requiere de una reforma fiscal que elimine las distorsiones actuales a favor de las energías fósiles. Esto pasa por reducir los impuestos que soporta la generación de electricidad, como los cargos implícitos y explícitos en las facturas eléctricas, y acabar con las subvenciones a los combustibles fósiles.

Tenemos una oportunidad. Podemos convertirnos en un gran productor de energía renovable, incluso en un país exportador. Para serlo, debemos de ir más allá de lo que nos exigen los compromisos europeos, debemos de estar convencidos y comprometidos con lo que esta oportunidad representa. Debemos poner el listón más alto porque nos interesa, porque nos conviene.

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