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Sánchez se equivoca al rechazar el debate en TVE

Laura Teruel Rodríguez

13 de Abril de 2019, 22:06

Pedro Sánchez y su equipo de campaña han decidido que el presidente no participe en un debate a cuatro en TVE de cara a las elecciones generales del 28 de abril. En su lugar, ha aceptado la oferta de las privadas –Atresmedia- para un debate a cinco. En España, los debates no son obligatorios ni tienen una regulación tan estricta como, por ejemplo, los bloques electorales durante los espacios informativos en las cadenas públicas – cuya proporcionalidad está recogida en la Ley Orgánica de Régimen Electoral-.  Pero es incuestionable que se han convertido en un elemento fundamental de la campaña y en una exigencia ciudadana en estos tiempos de tanta intensidad política.

En el PSOE se han cuidado bien de argumentar su decisión de aceptar sólo la oferta de Atresmedia. En primer lugar, han justificado su conformidad a sentarse frente al candidato de ultraderecha en las privadas -que no tiene representación parlamentaria y, por ello, no había sido invitado al encuentro en TVE- por la intención de voto que le da el CIS. En segundo lugar, han rechazado la oferta de la corporación pública de participar en un cara a cara con Pablo Casado por el tono de la oposición que viene manteniendo. En términos estratégicos, sin embargo, la jugada parece justificada por otras premisas. El equipo de Sánchez quiere evidenciar que los tres partidos de la derecha, aunque parezcan enfrentados en la lucha por el mismo votante, son realmente una única candidatura a tres voces, un mismo polo de la polarizada contienda, y, para ello, quiere que se les vea juntos. Quiere mostrar, también, que Ciudadanos –que ha anunciado que no realizará pactos de investidura con los socialistas- está más cerca de Vox que del centro –con las incoherencias que ello le pueda acarrear dialécticamente al partido liberal- y, por último, ha despojado al PP del papel de representante mayoritario del bloque conservador al negarle como interlocutor en un cara a cara. Este parece su hat- trick de motivos para decantarse por el formato de las privadas, reforzado, además, por la máxima de que el candidato socialista se prodigue poco en los medios masivos y no arriesgue los buenos resultados que le dan las encuestas.

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Aunque la elección racional de Sánchez tiene argumentos desde el campo de la comunicación y la estrategia políticas, ha ignorado una variable en la ecuación. Ha sido percibido como un desprecio a la Radio Televisión Española, el medio de comunicación que presta un servicio público, el que mantiene la ciudadanía. Una corporación cuyo Consejo de Informativos y trabajadores –con el apoyo del PSOE- se viene manifestando contra las presiones políticas y en defensa del pluralismo informativo desde hace años. El respaldo de los políticos socialistas cuando los presidentes del PP se negaron a debatir en sus platós también fue notable.

Los primeros debates de la democracia española, de Felipe González y José María Aznar, los acogieron los recién creados canales privados –Antena 3 y Telecinco- en 1993. Aznar no aceptó ninguno durante sus mandatos. Desde entonces, el escenario de la televisión pública ha sido incuestionable: el presidente José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy se vieron las caras en TVE en 2008; en 2011, Rajoy y Rubalcaba y en 2015, Rajoy y Sánchez. Desde aquellos comicios, por la quiebra del bipartidismo y el momento de cambio político, se han propuesto diferentes formatos en múltiples medios: entre otros, el programa Salvados de LaSexta organizó en 2015 un exitoso debate entre Rivera e Iglesias conocido coloquialmente como 'El tío Cuco', que fue el bar donde se celebró.

Lo cierto es que, a pesar de que la desazón de la ciudadanía con la clase política que viene de lejos– es el tercer problema (29,1%) para los españoles según el CIS de abril-, de la abundancia de los contenidos políticos en pantalla –LaSexta le dedica más de seis horas diariamente- y de la eterna precampaña, estos programas son el momento culminante de la campaña. Sus audiencias son masivas: en diciembre de 2015, 48,2% de share y 9.200.000 espectadores en el debate y 9.728.000 en el cara a cara de Rajoy y Sánchez. En redes sociales, con la etiqueta #7DElDebateDecisivo se localizaron más de dos millones y medio de tuits, convirtiéndolo en el evento más comentado del año en Twitter. En el de 2016, diez millones y medio de personas siguieron de media la señal de la Academia de Televisión con el 57,0% de cuota de pantalla.

Aunque no fuera determinante para el voto, es, sin duda, el evento político y mediático de referencia. Lo paradójico es que, en esta ocasión, sí podría ser decisivo porque se dan los ingredientes: alto porcentaje de indecisión, volatilidad del compromiso de los votantes con los partidos e incertidumbre sobre los resultados de los comicios. Pero Pedro Sánchez ha decidido "en función de la estrategia que tienen derecho a establecer", algo ciertamente legítimo, en palabras del secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, rechazar a TVE. Ha optado por realizar una campaña de perfil bajo y no asumir riesgos para que los sondeos se materialicen.

La ministra portavoz Isabel Celaá declaró que tanto el presidente como su director de Gabinete habían tomado esta decisión en su condición de líder del PSOE y miembro del comité electoral. Sin embargo, tratándose del medio estatal que presta un servicio público reivindicado por los socialistas y que atraviesa un proceso de reconfiguración crucial, parece difícilmente sostenible esta negativa quizá no del candidato, pero sí del presidente del Gobierno.

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