11 de Abril de 2019, 15:20
En el actual debate sobre la reforma de los estados de Bienestar, una de las propuestas que resuena con más frecuencia es la Renta Básica Universal (RB), que ya he tenido ocasión de analizar en otros posts en Agenda Pública. Más allá de su discutida viabilidad económica, la asignatura pendiente de sus partidarios sigue siendo articular una mayoría suficiente en términos sociales y políticos que la pueda llevar a la práctica.
La naturaleza algo contra-intuitiva e innovadora de la idea de la RB ha generado siempre dudas, tanto entre sus defensores como entre sus detractores, sobre el nivel de apoyo y aceptación que será capaz de alcanzar entre la opinión pública. Ahora bien ¿cómo es posible medir y detectar dicho apoyo? Una manera de aproximarse a la respuesta es mediante encuestas de opinión a muestras representativas de la población objeto. Obviamente, también lo es la celebración de consultas o referendos en un determinado país o región. Hasta la fecha, el único llevado a cabo al respecto ha sido de Suiza en junio de 2016, con un 76,9% de rechazo a la posible medida.
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Existen ya varias encuestas actitudinales, tanto internacionales como nacionales en diversos países, que preguntan sobre el apoyo potencial a una RB. Sin embargo, los resultados de diferentes encuestas, incluso en el mismo territorio, no suelen coincidir demasiado. Ello resulta esperable por diversos motivos que conllevan un cierto escepticismo:
La evidencia demoscópica sobre actitudes hacia la RB que a día de hoy ofrece una fiabilidad mayor, tanto por metodología como por muestra, es la que proviene de la Encuesta Social Europea (European Social Survey, ESS), que en su recientemente publicada 8ª edición (correspondiente al año 2016) contiene una elaborada y precisa pregunta sobre la propuesta. Concretamente, se trata de la pregunta E36, que informa correctamente de que la RB sería un pago mensual para toda la población que cubriría los costes de vida básicos, reemplazaría muchas otras prestaciones sociales mínimas, se recibiría tanto si se trabaja como si no, permitiría seguir recibiendo el dinero que se gane trabajando y se financiaría con impuestos.
En el Gráfico 1 puede observarse el grado de apoyo o rechazo que merece la RB, así descrita, en los países participantes en la ESS. Pocos muestran mayorías abrumadoramente favorables, y llama la atención el hecho de que muchos países con estados de Bienestar altamente desarrollados alberguen mayorías claramente contrarias a la RB. Algunos estudios han confirmado esta correlación, hallando además que el apoyo a la RB también se correlaciona negativamente con el gasto por persona en prestaciones sociales, especialmente si no son means-tested (sujetas a control de ingresos), y positivamente con la tasa de paro, las dificultades para llegar a fin de mes y la inseguridad económica.
Una pregunta interesante es la de si el apoyo a una propuesta como la RB no debiera considerarse en términos comparativos con el que se otorga a otro tipo de políticas de garantía de renta alternativas. En concreto, la citada edición de la ESS también pregunta por la propuesta del euroestipendio (formulada originalmente por Schmitter y Bauer en 2001), una especie de renta mínima europea condicionada a que la renta del hogar esté bajo el umbral de la pobreza, y de cuantía ajustada al coste de la vida en cada país.
Como puede observarse en el Gráfico 2, dicha propuesta obtiene un apoyo superior a la RB en todos los países excepto en Finlandia y (por muy poco margen) en el Reino Unido y Holanda. Debe hacerse notar que la pregunta por el euroestipendio incorporaba la información de que éste sería financiado con fondos europeos y que "los países ricos pagarían más que los pobres". Ésto puede hacer aumentar las opiniones contrarias en los primeros (y las favorables en los segundos) de un modo que estaba ausente en la pregunta sobre la RB.
Finalmente, otro motivo que aconseja contemplar con prudencia la evidencia demoscópica sobre la RB son los problemas de consistencia que a veces pueden detectarse en las opiniones de los entrevistados. Un ejemplo que puede observarse en los resultados de la ESS es cómo las personas que han manifestado una actitud favorable a la RB contestan a una cuestión diferente sobre si las prestaciones sociales deberían ser únicamente para las personas con rentas bajas: "¿Estaría usted a favor o en contra de que el Gobierno proporcione prestaciones y servicios sociales sólo a las personas con las rentas más bajas, mientras que las personas con rentas medias y altas se responsabilizan de sí mismas?".
En el Gráfico 3 puede observarse que, contra lo que sería esperable, en todos los países hay un alto (¡e incluso mayoritario!) porcentaje de los que se han mostrado partidarios de una RB universal que afirman ahora estar a favor de que las prestaciones se focalicen sólo hacia los más pobres. Estos resultados sugieren que o bien la idea de la RB no es bien comprendida por muchos entrevistados (incluso cuando se les expone con precisión y claridad, como lo hace la ESS), o bien el respaldo expresado a la misma es muy volátil y poco sólido.
En resumidas cuentas, no parece, de momento, que las encuestas que periódicamente se airean sobre el apoyo a una RB entre los ciudadanos nos vayan a ofrecer información muy fiable acerca de cuál sería su actitud al respecto a la hora de la verdad. Ello aconseja, tanto a partidarios como a detractores, elegir cuidadosamente sus marcos de discurso sobre el asunto.
Nota: algunas partes de este artículo se basan en un informe de próxima publicación que he elaborado para la Fundación Foessa. Asimismo, 'El País' publicó una versión reducida.
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