Ante la desaceleración económica que vive Italia, ésta se ha propuesto inyectar todo el capital necesario para que se reactive completamente su economía. Tras la recesión vivida durante el último trimestre del 2018, así como los elevados niveles de deuda que la sitúan en el 130% del Producto Interior Bruto, Italia facilita la entrada de inversiones, atrayendo especialmente al capital chino.
Ante semejantes niveles de deuda y tras cosechar esa recesión técnica en la que se ha visto sumergida, el país ha aprovechado para establecer acuerdos comerciales con Pekín, que parten de la agresiva política del Gobierno italiano por remontar y revertir la mala situación económica.
El cuestionamiento acerca de las exportaciones e importaciones chinas, tras los continuos conflictos con el Gobierno de Donald Trump, está ayudando a la apertura de nuevos destinos y orígenes para el capital chino que, tras un entendimiento con Estados Unidos que no termina de materializarse, busca nuevos socios.
La fuerte apuesta del Gobierno italiano por la captación de capital ha llamado la atención del país asiático.
El Gobierno italiano ha planteado la construcción de infraestructura pública, abriendo las posibilidades de financiación con capital chino y facilitando la entrada de ese capital.
Un plan que, a su vez, casa muy bien con el del país asiático de reforzar las infraestructuras y las conexiones que faciliten el comercio global.
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Con este acuerdo,
Italia se sumaría al conjunto de países europeos que, en coalición con China, proyectan la creación de una potente ruta comercial entre Europa y Asia, generando un mayor volumen de transacciones y flujos de capital. No es el primero (antes lo hizo Hungría), pero sí del G-7 en hacerlo.
Un acuerdo arriesgado
No es oro todo lo que reluce.
El gigante asiático y sus empresas son conocidas por los duros trámites a los que someten a sus aliados en materia comercial. Casos como el de Huawei son muestras evidentes del riesgo que supone aliarse con las compañías chinas.
Las compañías asiáticas han sembrado la polémica en el comercio global por sus exigencias en materia de propiedad intelectual. La cesión de derechos es algo que pone en serios riesgos a las compañías cuando deben compartirlas con las chinas. Esta cesión de información podría acabar con la propiedad intelectual de muchas empresas, afectando, a su vez, a su principal valor añadido.
Otro de los grandes inconvenientes de trabajar con el país asiático es la gran polémica que genera la nueva 'ruta de la seda'. Una ruta comercial conocida por sus enormes e infinitas exigencias, así como la gran deuda que genera en aquellos países que se suman. En el caso italiano, ya con un endeudamiento equivalente al 132% del PIB, generaría un grave peligro para sus cuentas públicas y una gran preocupación para Bruselas.
Las duras políticas comerciales chinas han sido parte del detonante que derivó en las tensiones comerciales con Washington. Además,
estas prácticas, consideradas como desleales por el Gobierno norteamericano, generan miedo a los bancos centrales, que miran con lupa los acuerdos comerciales entre China y el resto de países.