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¿Cómo afectará el coche eléctrico al empleo?

Pedro Fresco

7 de Enero de 2019, 22:21

El anuncio del Gobierno de España sobre la prohibición de vender vehículos con motores de combustión a partir de 2040 ha desatado las alarmas en varios sectores productivos y parte de la sociedad. A pesar de que ha habido confusión respecto a la fecha, el hecho de que la propia Comisión Europea esté manejando un documento de trabajo en el que propone la descarbonización de la economía (y, por tanto, del transporte) para 2050 deja poco margen de duda a que, en aquella fecha o una cercana, el fin de la venta de vehículos de combustión será un hecho. Uno de los principales temores es el efecto que la desaparición de los vehículos de combustión pueda tener sobre el empleo. El vehículo eléctrico es más simple que el de combustión y está formado por muchas menos piezas (alrededor de un 40% menos), por lo que requiere menos mano de obra en su fabricación (aproximadamente un 25% menos de horas de trabajo), situación que tendrá un obvio impacto negativo en el empleo de factorías e industria auxiliar del automóvil. El sector de la automoción emplea actualmente a unas 280.000 personas en España y su fuerza laboral ya ha experimentado un recorte cercano al 13% desde el inicio de la crisis, por causas que nada tienen que ver con la electrificación. Además de la fabricación, los talleres también se verán afectados, ya que el coche eléctrico requiere de mucho menos mantenimiento que el de combustión. Las estaciones de servicio también sufrirán efectos negativos con este cambio, ya que evolucionaremos de un modelo de carga de combustible en la estación de servicio a un modelo de carga mayoritariamente doméstica, que las dejará como infraestructuras de uso esencialmente para viajes largos.

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Sin embargo, este cambio de paradigma en el transporte también tendrá efectos positivos en la creación de empleo en otras áreas de la economía. Uno de los ámbitos dónde se generará más empleo es en la instalación y mantenimiento de puntos de recarga eléctricos. Un reciente estudio de la European Association of Electrical Contractors (AIE) pronostica que para 2030, si se cumple un escenario bastante realista de un 30% de cuota de mercado de vehículos eléctricos para ese año, se habrán creado casi 100.000 nuevos empleos en ese campo. Otro sector fundamentalmente beneficiado por este cambio es el de las energías renovables, ya que la necesidad de implantación del coche eléctrico no se entendería sin la extensión de la generación renovable. En España hay alrededor de 28 millones de vehículos que, si fuesen todos eléctricos, necesitarían aproximadamente 55 TWh para poder hacer los kilómetros que realizan actualmente. Esto implicaría que la generación eléctrica debería aumentarse en un 22%, lo que requeriría probablemente de algo más de 30.000 MW de nueva potencia renovable. Y eso, a nivel laboral, es una buena noticia, ya que las energías renovables son mucho más intensivas en empleo que las convencionales. Por poner un ejemplo: en 2016 menos del 10% de la energía primaria de Estados Unidos fue generada por fuentes de energía renovables y, en cambio, éstas ocuparon al 36% de los empleados encuadrados en el sector de la generación de energía eléctrica y combustibles. Las diferencias de empleo entre ambos sectores son enormes y, a pesar de que pueden estar algo infladas debido al boom actual de la implantación de energías renovables, el sentido de las mismas no ofrece dudas. Pero no sólo generarán empleos esos sectores. La extensión del vehículo eléctrico requerirá nuevas inversiones en redes y en sistemas de recarga inteligente. Para optimizar la red y el sistema de generación eléctrica, los vehículos deberán cargar a las horas más convenientes para la red y la generación, lo que también será más barato para el usuario. Además, el futuro del coche eléctrico pasa por lo que se conoce como Vehicle to Grid (V2G), un sistema por el que la energía almacenada en la batería del coche eléctrico podrá ser vendida a la red eléctrica en los momentos en que ésta la necesite o, alternativamente, cuando el precio de compra de esa energía sea interesante para el propietario del vehículo. Toda esta estructura de red inteligente creará muchos empleos, tanto en términos de ingeniería y mano de obra como de futuros servicios relacionados con la carga inteligente y la maximización del beneficio de la compraventa de electricidad que permitirá el sistema V2G. Otro sector interesante será el reciclaje y reutilización de baterías de coches eléctricos. Una batería de este tipo, cuando ya no se considera adecuada para el vehículo (fundamentalmente, porque ha perdido una parte de su capacidad de almacenamiento), sigue siendo perfectamente adecuada para otros usos, como puede ser el almacenamiento de energía en hogares con sistemas de auto-consumo. Una vez extraída del vehículo, se convertirá en parte de un nuevo producto destinado a almacenamiento de energía en situaciones menos sensibles que las del vehículo, y una vez que realmente haya finalizado la vida útil para este segundo uso será reciclada para recuperar los elementos de la misma, muchos de ellos metales escasos y caros en el mercado. En todo caso, los sectores afectados por este cambio no están condenados a la desaparición, sino que podrán adaptarse incluso con pérdidas en el empleo. Un ejemplo interesante es el caso de las estaciones de servicio. El cambio en la forma de cargar el vehículo puede ser dañino para ellas, pero a su vez abre una ventana de oportunidad que los más osados podrán aprovechar. En un modelo de movilidad eléctrica, serán las cargas rápidas y semi-rápidas las que tendrán sentido en una estación de servicio, entre unos 20 minutos (en la rápida) y algo más de una hora (en la semi-rápida). Esto obligará a los viajeros a permanecer en las instalaciones cierto tiempo y probablemente el negocio estará más en los servicios que se puedan prestar en ese periodo que en las cargas mismas, que no obstante quizá tengan márgenes de beneficio superiores a la actual venta de combustible. Pero la clave de la adaptación al nuevo paradigma va a ser poder mantener en nuestro territorio la fabricación de los vehículos y de sus baterías. Actualmente, los fabricantes asiáticos han tomado la delantera en estos campos, especialmente en el de la fabricación de baterías. Los fabricantes alemanes, Volkswagen y Daimler (Mercedes-Benz), ya han puesto planes sobre la mesa con decenas de miles de millones de euros de inversión para avanzar hacia la electrificación de sus modelos, algo que también hicieron con antelación compañías como Volvo o Jaguar Land Rover. Respecto a las baterías, actualmente no hay ninguna gigafactoría que fabrique baterías en Europa, pero la UE se ha puesto como objetivo que en 2030 el 30% de las que se vendan en el mundo se fabriquen en suelo europeo, lo que generaría decenas de miles de empleos. La destrucción de puestos de trabajo por cambios tecnológicos ha sido una constante en la historia, a la que sucede la creación de otros empleos distintos. En este caso será igual. Está por ver si el saldo en el empleo será positivo o negativo, pero si se da este último caso no implica que perjudique a la sociedad, ya que poder crear lo mismo con menos tiempo de trabajo forma parte de la propia evolución de la tecnología. La cuestión es que esta mejora productiva llegue a la sociedad, que los empleos que se creen sean de igual o mejor calidad que los que se destruyen y que los perdedores de este proceso reciban ayuda o protección. Pero eso es una cuestión social, no estrictamente tecnológica ni medioambiental, que son los dos factores que están impulsando esta inevitable reconversión, pues no olvidemos lo esencial: descarbonizar la economía no es una opción, es una necesidad a la que nos hemos obligado por compromisos internacionales y la única manera de mitigar los terribles perjuicios que tienen la contaminación atmosférica y el cambio climático.
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