El próximo domingo, Andalucía vivirá una nueva cita electoral donde, como se espera según las encuestas disponibles, volverá a vencer un PSOE que retendrá de este modo un poder autonómico que se prolonga desde hace más de tres décadas. Durante este tiempo, algo hemos mejorado.
Andalucía ha crecido a ritmos muy importantes, por lo que hoy la región no se parece en nada a aquélla que se desperezaba tras cuatro décadas de dictadura. Hoy, Andalucía es diferente, y como me dice siempre un familiar, "no la reconoce ni la madre que la parió".
Sin embargo, muchos coincidimos en que no es suficiente.
El retraso secular de Andalucía no se ha corregido si nos comparamos con el resto de España. La brecha que nos separa de la media española en muchos indicadores (PIB 'per cápita', educación o empleo) no ha variado en exceso desde los años 70 y, para más inri, en los últimos años, incluso durante la recuperación, ésta parece ampliarse. Además, la tasa de paro, gran problema de la región, sigue siendo superior a la media española, de tal modo que una cuarta parte de todos los desempleados españoles reside en alguna de las ocho provincias andaluzas. La pregunta interesante no es tanto por qué no ha habido convergencia o por qué se mantienen estas brechas, sino a qué puede deberse (sin diagnóstico correcto no habrá cura). Respondiendo a esta última pregunta podremos responder a las primeras.
El Producto Interior Bruto
per cápita andaluz fue en 2016 -último año para el que se dispone de una buena información desagregada- de 18.408 euros, según datos del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía. En España, fue de 24.100 euros, según datos del Instituto nacional de Estadística. Esto quiere decir que,
para 2016, el PIB 'per cápita' andaluz era de un 76,4% del español. Este dato resulta de la conjugación de dos factores que se multiplican:
productividad y tasa de ocupación.
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La productividad media andaluza fue de 51.474 euros, mientras que ascendió a 56.640 euros en España;
ambos datos para 2016. Así pues,
la productividad media andaluza fue el 91,4% de la española. Por último, la tasa de ocupación (empleados totales por habitante) fue en Andalucía de 0,355 trabajadores por persona y de 0,426 en España. Es decir,
en Andalucía la tasa de ocupación fue de un 83,6% de la española. Si multiplican lo que Andalucía representa en términos relativos al nivel español en productividad y en tasa de ocupación -91,4% y 83,6% respectivamente- y dividen por cien, por eso de trabajar con porcentajes, obtenemos el 76,4% que representa el PIB
per cápita andaluz sobre la media española que comentaba en el párrafo anterior.
Dicho al revés,
si Andalucía tuviera una actividad similar a la española en términos de productividad, nuestro PIB 'per cápita' sería del 83,6% de la media española. Si, por el contrario, tuviéramos la misma estructura demográfica y laboral, sería del 91,4%. Esto nos indica que, aunque hay dos factores que determinan el diferencial andaluz en términos de PIB
per cápita, es la tasa de ocupación la que de ambas tiene una mayor relevancia. Sin embargo, no olvidemos que ambos factores están estrechamente vinculados, y que uno no se puede explicar sin el otro. Vayamos por partes.
¿A qué se debe el diferencial en productividad que juega en contra de la economía andaluza? En primer lugar, y con un ejercicio sencillo, podemos comprobar que parte de esta diferencia se explica por la
diferente estructura productiva y sectorial. Supongamos que la economía andaluza tuviera la misma que España. Si fuera así, nuestra productividad sería de unos 52.860 euros, es decir, unos 1.136 euros mayor por trabajador de lo que es actualmente (cálculos realizados con los datos de contabilidad anual de Andalucía y España y desagregados a dos dígitos CNAE09). Esto acercaría la productividad unos dos puntos porcentuales a la media española. Así, de los 8,6 puntos que nos separan de España, dos se explicarían por la estructura productiva. ¿Y el resto?
Esto ya es más difícil concretarlo sin análisis más detallados, pero se pueden lanzar posibles explicaciones. En primer lugar, la misma estructura empresarial es determinante. Así,
una mayor presencia de pequeñas y medianas empresas sin duda podría explicar una parte de este diferencial (figura 1). A nivel factorial, una
menor dotación de capital humano (un 14,95% de los trabajadores tienen estudios superiores, frente al 17,7% nacional según datos del IVIE), asociado indudablemente a un sistema educativo con enormes deficiencias y una menor dotación de
stock de capital y de capital por trabajador (figura 2) podría explicar también parte de esta particular brecha en productividad; todo ello, obviamente, ligado al
componente tecnológico, muy dependiente de estructura productiva,
stock de capital y nivel educativo.
Fuente:: Dirce, INE.
Fuente: Ivie, INE.
Pero como hemos visto, aunque relevante,
no es en la productividad donde se abre la mayor parte de la brecha, sino en ocupación. ¿Por qué Andalucía tiene una menor tasa de ocupación que el resto de España?
En primer lugar, hay que señalar a la tasa de actividad andaluza, claramente inferior que en el resto de España, no puede explicarse sólo por la estructura demográfica. Aunque es cierto que en Andalucía hay más menores de 16 años que en España en términos relativos, también hay menos mayores de 65 años, compensándose unos con otros. Y es que
para cada tramo de edad entre los 16 y 65 años, la tasa de actividad andaluza es inferior a la española, lo que debería explicarse por diversas y variadas razones, desde culturales, socioeconómicas, productivas y de desánimo. Lo cierto es que si la tasa de actividad fuera similar a la media española, la tasa de ocupación pasaría del 83,76% al 86,6%, y el PIB
per cápita del 76,4% al 79,0%, una subida de dos puntos porcentuales.
Pero
la mayoría del diferencial en tasa de ocupación no se explica por la menor tasa de actividad, sino por la mayor tasa de desempleo. Las razones de este diferencial son diversas, pero las podemos resumir en las siguientes. La primera de ellas es, de nuevo, la estructura productiva. Una vez más,
si Andalucía contara con similar estructura productiva que España, el diferencial de desempleo, de algo más de ocho puntos porcentuales, se reduciría en unos 3,6 puntos (es decir, casi la mitad). Sin embargo, aún queda algo más de la mitad. Así, la figura 3 muestra la tasa de paro de Andalucía y España a nivel sectorial (sector del último empleo del desempleado) donde puede comprobarse cómo para la mayoría de los sectores productivos a dos dígitos CNAE, la tasa de paro andaluza es mayor que en España. Este diferencial para la mayoría de las actividades explicaría esos otros cuatro puntos largos. Esto nos dice claramente que las razones pueden estar, además, en otras cuestiones.

La siguiente explicación la podríamos buscar en la oferta de trabajo. De nuevo debemos mirar al nivel educativo y a la cualificación de los trabajadores. Como sabemos y se ha adelantado, ésta es sensiblemente menor que en el resto de España, lo que puede provocar que el desempleo, más habitual cuanto menor es el nivel educativo y de formación, se cebe especialmente en Andalucía. De hecho,
si elimináramos las diferencias en composición de activos por edad y por nivel de estudios entre Andalucía y España, la tasa de paro sería 1,4 puntos porcentuales inferior en la región.
Aun así, todavía habría que explicar más diferencias, de unos tres puntos porcentuales. Muchos asocian a los beneficios sociales, superiores en Andalucía, una parte de esta explicación. A mayor protección social por contingencias laborales, mayor sería el desincentivo de acceso al empleo, manteniendo a las personas más tiempo en una situación de desempleo. Sin embargo, esta hipótesis, que no se debe descartar, debe tener en cuenta algunas cuestiones. Para empezar,
el paro de larga duración en Andalucía es ligeramente superior a España, aunque muy escasamente (51,7% del total de desempleados frente a 49,8%).
La diferencia se mantiene entre aquellos que estando desempleados cobran una prestación (30,73% frente al 28,86% en España), aunque de nuevo con una diferencia mínima.
En cuanto a la explicación basada en las prestaciones más idiosincrásicas andaluzas, como la renta agraria y el subsidio agrario, de nuevo (sin desestimarla) las cifras indican que esta razón tendría un alcance limitado. Para empezar, las cuantías dispuestas medias por año y beneficiario, según el Ministerio de Empleo, son reducidas, poco más de 3.500 euros. En segundo lugar,
el peso que sobre el total de desempleo tienen aquellos que vienen de actividades agrarias y ganaderas no es mayoritario, aunque sí el doble que en España (el 17% en Andalucía y el 8% en España). De nuevo, aunque ésta pudiera ser una posible explicación, sólo sería una de muchas en esta larga lista y seguramente no la más importante.
Por último, debemos citar la regulación laboral en particular y las instituciones laborales en general. Resulta curioso que, en los debates sobre las posibles consecuencias de la regulación y del diseño de las instituciones laborales sobre el empleo y el desempleo en España, se suela obviar la distribución territorial de esas consecuencias. El mismo argumento que usa el SMI, por ejemplo, para explicar el elevado desempleo en ciertas cohortes de trabajadores por edad o educación podría usarse para explicar parte de los diferenciales en desempleo entre los territorios. Y es que una misma regulación laboral no tiene similares consecuencias si las condicionamos a la estructura productiva, tipología de empresas, nivel educativo, de formación, etc. No es posible, por lo tanto, descartar que una regulación laboral onerosa con el empleo explique además una parte determinada del diferencial de desempleo andaluz y, por ello, del nivel de renta de la región.
Resumiendo, el desempleo es mayor en Andalucía por una combinación de factores que, no siendo todos muy relevantes individualmente, explicarían sumando este gran diferencial que, unido a la menor tasa de actividad y a la menor productividad, determinarían la brecha con España. Queda claro, por ello, que resolver el diferencial es, a estas alturas del artículo, una cuestión trasversal. No hay una sola explicación, sino muchas y variadas, y por ello las medidas necesarias a aplicar.
Educación, regulación, prestaciones, incentivos empresariales, cultura
muchas son las administraciones implicadas y muy necesaria su coordinación. Con dicha coordinación, Andalucía podrá seguir haciendo lo que ya ha hecho estos últimos 40 años (crecer), y hacer lo que no ha hecho (converger).