A lo largo de los últimos 18 años, el Centro de Análisis y Documentación Política y Electoral de Andalucía (CADPEA) se ha convertido en el principal referente para la investigación socio-política aplicada en Andalucía, presentando la más amplia y exhaustiva experiencia demoscópica en esta Comunidad, fundamentalmente a través del Estudio General de Opinión Pública de Andalucía (Egopa).
A lo largo de las próximas semanas, se presentarán algunos de los resultados más relevantes referidos a distintas áreas en el análisis de la realidad política de Andalucía, todo ello dentro del proceso electoral que inauguramos en el día de hoy.
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Los datos del Egopa para la serie que va desde los años 2002 a 2018, nos suministran algunos hechos bastante relevantes, relacionados con los distintos gobiernos a lo largo de este periodo. Por ejemplo, que
ningún Gobierno ni presidente de la Junta de Andalucía han gozado de mayor nivel de aprobación y de apoyo electoral que Manuel Chaves, especialmente hasta el año 2005, momento en el que se inicia un proceso de aumento del escepticismo hacia la labor, en general, de gobierno y oposición que llegará hasta nuestros días.
La etapa de la Presidencia de José Antonio Griñán, por su parte, se corresponderá con la fase más crítica desde la perspectiva individual de valoración, tanto en su papel de presidente de la Junta que como en el de líder político y secretario general del Partido Socialista Obrero Español de Andalucía. Por último,
el período correspondiente a la Presidencia de Susana Díaz se mueve en un difícil equilibrio entre su buena percepción general y la cada vez peor situación económica de Andalucía.
En el caso de Manuel Chaves, se producen los resultados de valoración enunciados por la conjugación de elementos de oportunidad política y de visión estratégica. En efecto, después de gobernar a lo largo de más de 20 años consecutivos en Andalucía,
Chaves abandona la Presidencia en el momento en el cual la erosión de la labor de gobierno comienza a plasmarse de una manera evidente en la opinión pública. De igual modo, y éste se podría considerar como un gran acierto por su parte, esa salida se produce justo cuando comienzan a saltar todas las alarmas respecto a los efectos de la crisis económica que se acaba de iniciar un año antes.
Gráfico: Evolución de la valoración del Gobierno de la Junta de Andalucía en el periodo 2002-2018
Fuente: CADPEA, Estudio General de Opinión Pública de Andalucía (2002-2018)
Este nefasto contexto económico va a marcar la evolución de la legislatura comandada por José Antonio Griñan, ex ministro de Trabajo con Felipe González, ex consejero de Economía y Hacienda de la Junta de Andalucía y, más tarde, presidente de corte tecnócrata, muy alejado de las características de liderazgo presentes en su antecesor.
Mientras la cruda realidad económica se va imponiendo, se produce una traslación del creciente clima de descontento a la labor del Gobierno y, algo un tanto sorpresivo, más incluso a la labor de oposición, especialmente hacia la labor del PP.
En el periodo de 2009 a 2013 tanto el Gobierno como la oposición van a recibir las peores valoraciones de toda la serie estudiada, evidenciando el creciente clima de desconfianza hacia la labor de partidos políticos y líderes, incapaces de frenar los efectos cada vez más extensivos de la gran recesión.
La situación desembocará en los peores resultados para el PSOE en Andalucía y lo que será mucho más sorprendente en esta Comunidad, la pérdida de las primeras elecciones al Parlamento andaluz en el año 2012. No obstante, a pesar de estos resultados, José Antonio Griñán volverá a ser reelegido como presidente, esta vez con el respaldo en coalición de Izquierda Unida y Partido Andalucista. Puede resultar bastante gráfico a este respecto comparar las valoraciones medias de los dos presidentes, con un diferencial medio entre la valoración máxima Manuel Chaves de 6,2 (otoño de 2003) y la mínima de José Antonio Griñán de 3,9 (agosto de 2013) justo antes de su dimisión como presidente.
Parejas a estas valoraciones,
los datos del Egopa nos permiten entrever que en este periodo se está gestando un cambio profundo en las bases de la cultura política de los andaluces.
Es en esos años cuando van a comenzar a aflorar crecientes sentimientos de desafección política, a la vez que un progresivo debilitamiento de algunas de las otrora bases sólidas en los anclajes partidistas hacia los partidos tradicionales, especialmente en el caso del PSOE. Estos datos son especialmente relevantes al analizar las valoraciones que del Gobierno, la oposición y el liderazgo realizan los votantes de cada formación política. Utilizando los datos de los estudios pre-electorales para cada una de las cuatro elecciones al Parlamento andaluz observamos cómo este clima de alto escepticismo se traslada incluso hacia los propios votantes de las dos formaciones mayoritarias; sin lugar a dudas, una señal inequívoca y precedente ante la inminente irrupción de Podemos y Ciudadanos a lo largo del tercer periodo analizado.
Gráfico: Evolución de la valoración de los presidentes de la Junta de Andalucía en el periodo 2002-2018
Fuente: CADPEA, Estudio General de Opinión Pública de Andalucía (2002-2018)
Este último ciclo se iniciará con la renuncia de José Antonio Griñán a la reelección como presidente, así como su posterior dimisión en agosto de 2013, apenas un mes antes de que sea imputado en el
caso de los ERE, junto a Manuel Chaves y cinco exconsejeros del Gobierno de la Junta de Andalucía. De nuevo, los datos de la serie traducen perfectamente el clima político reinante en Andalucía, ya que
el barómetro de verano 2013 muestra los peores datos de valoración, tanto gubernamental como personal hacia la figura de José Antonio Griñán.
En este contexto la pregunta es:
¿qué ocurre con la oposición? La respuesta es diferencial ya que, si bien Izquierda Unida parece que ha rentabilizado su labor de coalición, el PP recibe -al igual que el Gobierno- la peor valoración de toda la serie en esta misma fecha de verano de 2013. Los andaluces castigan a los dos principales partidos, al igual que a sus líderes, imponiendo la necesidad de un proceso de regeneración política y del liderazgo que se va a concretar prácticamente de inmediato.
Por el lado del PSOE, la llegada de Susana Díaz va a suponer la configuración de ese deseo de cambio, materializado en la figura de una mujer joven y que desde el primer momento va a mostrar una clara diferenciación con respecto a los gobiernos y líderes precedentes. Por el lado del PP, en marzo de 2014 Juan Manuel Moreno Bonilla es nombrado candidato a las elecciones andaluzas de 2015. La plasmación de este cambio de liderazgo se traduce en un aumento de las valoraciones hacia los dos líderes, aunque
debemos destacar la meteórica irrupción de Susana Díaz como presidenta de la Comunidad, alcanzando unos niveles de notoriedad en la opinión pública andaluza prácticamente inmediatos (pasa de un nivel de conocimiento del 58% como consejera de la Presidencia a un 85% en apenas meses). De igual modo, va a suponer el único aprobado de entre todos los líderes, tanto nacionales como andaluces, situación que mantendrá de manera exclusiva hasta las dos últimas ediciones del Egopa, donde por unas décimas no consigue la nota de 5.
Si bien su legislatura se inicia con un evidente cambio de rumbo respecto a las percepciones reinantes entre la opinión pública, esto sólo se va a materializar en lo personal. La opinión pública va a proyectar en sus valoraciones los efectos y persistencia de la crisis, el empeoramiento de su situación económica, así como la repulsa a la extensión de los casos de corrupción política. Todo ello va a traducirse en el descenso de las valoraciones positivas respecto al Gobierno andaluz, hecho que va a coincidir con la entrada en liza de Podemos y Ciudadanos en las elecciones autonómicas de 2015.
El dato más significativo a este respecto lo ofrece la evolución de los vínculos de adscripción partidista. Éstos se van rompiendo, parece que irremisiblemente, para parte del electorado andaluz, tanto socialista como
popular. De este modo,
el diferencial en la simpatía política hacia el PSOE pasará de un máximo del 40% en el año 2002 al 22,4% en el invierno de 2018, del mismo modo que la simpatía hacia el PP pasará de un máximo del 23% en el año 2004 a un mínimo del 14% en la última edición del Egopa. Si bien podemos constatar que los partidos emergentes van a ser los destinatarios de este trasvase en la simpatía de los andaluces, llegando incluso Ciudadanos a presentar un 29% de la misma, este movimiento obedece más a un proceso de realineamiento electoral que a la cristalización definitiva de un espacio de adscripción partidista. No obstante, el mensaje es, por un lado, que estos partidos han llegado para quedarse, a la vez que, por otro, los partidos tradicionales tendrán muy difícil llegar a las cuotas de adscripción pasadas.
Si algo revela el análisis de los datos del Egopa es que la valoración, tanto de los gobiernos como de los liderazgos, ha estado fuertemente unida a las percepciones del contexto político, social y económico en Andalucía, siendo un fiel reflejo de aquello que les ha preocupado a los andaluces.
Éstos han actuado en consonancia con una actitud mucho más crítica de lo que, a menudo, se les ha achacado desde fuera, sacrificando y remodelando lazos de adscripción fuertemente arraigados que han permitido la consolidación de unas nuevas arenas electorales. El resultado ha sido el surgimiento de un espacio marcado por una alta fragmentación de los espacios políticos, un aumento de la competitividad y unos altos niveles de volatilidad electoral que, tal y como veremos con total seguridad, obligarán a nuevas estrategias de gobierno.