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Por el lado negativo, el peligro más evidente que podemos esperar de una subida del SMI es que elevará el coste laboral por hora de algunos empleados y que, es posible, que no pueda ser soportado por algunas empresas, con la consiguiente reducción de la ocupación vía despidos, descenso de las contrataciones previstas o incluso aumento de la parcialidad, horas trabajadas no pagadas y economía sumergida. Obviamente, esto dependerá de los márgenes que manejen las empresas, muy heterogéneos por sector e incluso territorio, del valor añadido de la actividad y de la cuantía del aumento del SMI. Desde la opinión argumentada pero sin pruebas, no sería extraño que el aumento del SMI pactado (22%) estuviese en el límite, si no traspasando, de un incremento sin efectos en el nivel de empleo, ya que tanto su cuantía, su cobertura como su relación con el salario mediano estarán en máximos históricos (puede verse en esta entrada de Nada es Gratis). En segundo lugar, aunque es posible que en términos agregados una subida del SMI no tenga efectos sobre el nivel de ocupación, sí puede provocar una redistribución de la ocupación entre la población empleada, generando la típica dualidad de ganador-perdedor. En pocas palabras, el aumento de costes laborales puede hacer que algunas empresas prefieran contratar a personas con más formación o experiencia para empleos de baja cualificación, tratando de obtener ganancias en productividad que les compensen de los costes. En el caso más extremo, puede favorecer la inversión a largo plazo en procesos productivos más eficientes que eleven la productividad del trabajo a costa de una reducción del empleo. En una época de grandes cambios tecnológicos esta cuestión no es menor. Esto haría que, aunque la cantidad de empleos no variase, algunos trabajadores se viesen perjudicados; paradójicamente, aquellos a los que se pretende beneficiar. Para valorar el nuevo SMI también debe tenerse en cuenta que, en julio pasado, se firmó el IV Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva (AENC) entre patronal y sindicatos. En él se prevé un incremento salarial para los sueldos más bajos que dejaría el salario mínimo de convenio (SMC) en 1.000 euros en 2020. Teniendo en cuenta que el AENC es un acuerdo no vinculante y que la negociación colectiva no cubre a todos los trabajadores, la subida del SMI se convierte en un suelo salarial más cercano a esos 1.000 euros. Si patronal y sindicatos pactaron un SMC de 1.000 euros, es de suponer que el SMI debe tender a esa cifra. En el lado positivo, se argumenta que la subida salarial a través del SMI puede fomentar un impulso a la demanda y un incremento de la inflación, lo que en estos tiempos no deja de ser bienvenido. Sin embargo, este argumento tiene sus importantes matices. El primero de ellos es que a pesar de que los colectivos en los que la subida del SMI puede beneficiar más son aquellos que suelen trasladar más incremento de renta a consumo, su peso en el conjunto de la demanda es bajo, por lo que este efecto será marginal. En segundo lugar, no es tan evidente que esta subida suponga claramente un incremento de las rentas familiares para sus beneficiarios ya que, como se ha explicado, no podemos descartar ajustes de empleo u otras variables como horarios u otros tipos de beneficios no salariales a los empleados, por lo que no podemos descartar una débil influencia en la demanda. En tercer lugar, el consumo es una variable que depende de los ingresos, pero también de muchas otras variables. En particular, es mucho más relevante la percepción de la capacidad que tiene una familia de sostener a largo plazo una demanda de bienes y servicios y de cómo pueden estas familias sortear en el futuro los vaivenes propios del ciclo económico y de su efecto en el empleo. Hay que decir que los efectos de la crisis son aún muy intensos en estos grupos familiares, lo que restringe, por ejemplo, su acceso al crédito. También, su nivel de riqueza ha caído conforme el principal activo del que eran la mayoría propietarios, la vivienda, aún no ha recuperado el valor perdido desde hace 10 años. Todo ello puede suponer una importante limitación a la reactivación del consumo que un aumento del SMI de la magnitud prevista puede sólo en parte compensar. Estas dudas no reflejan la impotencia de conseguir los objetivos que, muy loablemente, se puedan pretender con la subida del SMI. En términos de reducción de la pobreza, parece que los resultados son limitados. Además, tal y como se argumentó en un post de abril, a pesar de que los salarios consiguen siempre colocarse en el centro de todos los debates del ámbito laboral, en términos de pobreza laboral el problema está más en la precariedad, que produce baja intensidad en el trabajo (no trabajar todo el año a jornada completa por la rotación en trabajos temporales y/o las jornadas parciales involuntarias) que en el salario.Fuente: Elaboración propia a partir de los microdatos de la ECV (INE) 2017, con datos de renta e intensidad en el trabajo de 2016. Los quintiles de renta (bruta) se han calculado sobre las personas que cumplen: a) están activas (paradas u ocupadas) durante todos los meses de 2016; b) han trabajado algún mes y han recibido una renta por ese trabajo.