El pasado mes de mayo actualizaba las estimaciones que, sobre el crecimiento de la economía de Cataluña, podría haber tenido el procés en sus momentos álgidos, es decir, hace ahora justo un año. Entonces, y al igual que a principios de año, mostraba unas sencillas estimaciones que se derivaban de un ejercicio de análisis de datos y coyuntura. Estos análisis, basados en las herramientas que cualquier estudiante de análisis de coyuntura podría utilizar, estimaba que el coste de los acontecimientos de finales de 2017 pudo ser de una décima del Producto Interior Bruto (PIB). Varios meses después de la primera estimación, una segunda dejaba caer que, si bien la estimación preferida continuaba en una décima, ampliaba una posible estimación a dos décimas. Hoy, un año después, es posible alcanzar una mayor seguridad en este posible efecto mediante una tercera y última estimación.
Al igual que hice en diciembre y en mayo, en primer lugar estimo lo que llamamos un indicador sintético. Con ánimo explicativo, vuelvo a dejar en unas líneas los detalles de lo que es, transcribiendo las que dejé escritas hace unos meses. Un indicador sintético es algo parecido a una media de indicadores, pero que han sido ponderados en función de la relevancia que cada uno tiene a la hora de explicar el ciclo económico de una región o país. Todos los indicadores están corregidos de estacionalidad y de efecto calendario. Al igual que en diciembre y en mayo, la capacidad explicativa de este indicador, tanto del ciclo económico español y como del catalán, es elevado: un 93%, y un 88% respectivamente. El resultado del ejercicio se muestra en la figura 1, donde se expone el crecimiento interanual del indicador entre 2012 y junio de 2018.
De nuevo, resulta más que evidente la brecha que se abre entre el indicador catalán y el español entre los meses de octubre y diciembre, donde el primero parece perder el compás que marca el segundo. En este caso, la extensión de los datos hasta junio refleja que, aunque Cataluña ha tratado de alcanzar de nuevo el ritmo del resto nacional, aún le queda una leve brecha que la sitúa en una menor senda de crecimiento. Particularmente importante es el crecimiento diferencial en el mes de abril. En todo caso, las diferencias para estos últimos meses son demasiado pequeñas como para ser relevantes si son comparadas con las de meses anteriores.
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En la Figura 2 se muestra, al igual que hicimos en mayo y diciembre, cuáles de los indicadores de los usados para la construcción del sintético aportan más y cuánto a la evolución de éste durante el período analizado. Con estos datos, volvemos afirmar lo que ya comentamos en su momento. En primer lugar, en el último trimestre de 2017, momento álgido de la incertidumbre, el mayor ajuste vino vía comercio, que aportó negativamente y con mayor intensidad que el resto de indicadores. Su efecto fue especialmente relevante en octubre, aunque de nuevo en diciembre. Sin embargo, vuelve en el segundo trimestre a aportar negativamente después de unos primeros meses del año en positivo.
En cuanto al turismo, su caída a finales de 2017 no vuelve a repetirse hasta abril, indicador que nos explica las razones del mal inicio del segundo trimestre de 2018. Sin embargo, este retroceso se modera en mayo y en junio. El resto de indicadores no reflejan una aportación negativa o cuando menos que merezca la pena resaltar, sino más bien al contrario.
Una vez más, y para dar una cifra que todos podamos entender, se estima la evolución del PIB mensual de Cataluña. En la figura 3 se muestran estas tasas de crecimiento intermensuales de un PIB mensualizado mediante la técnica de Chow-Lin. De nuevo, queda clara la caída del ritmo de crecimiento en el mes de octubre, que parece repetirse en cierto modo en diciembre. También se observa la repentina recuperación del crecimiento a partir de enero que no consigue consolidarse del todo en los siguientes meses, aun a pesar de la sorpresa positiva del mes de marzo y abril. Con estas cifras, el crecimiento de la economía catalana en el cuarto trimestre de 2017 ha sido revisado a la baja al 0,4 % (desde un 0,5%) intertrimestral, mientras que en el primer trimestre de 2018 seguimos estimando un 0,7%. Para el segundo trimestre tendríamos un 0,6%. De nuevo, si comparamos el crecimiento de los últimos trimestres con los previos al del último trimestre de 2017, podemos tener un contrafactual si asumimos que lo normal sin procés hubiera sido un comportamiento de los indicadores catalanes con una tendencia similar a la española. Si este hubiera sido el caso, el PIB catalán habría crecido entre una y dos décimas más a finales de 2017, sin que haya diferencias significativas para el primer y segundo trimestre de 2018.
La conclusión de hoy es en buena parte la misma que en mayo. El efecto negativo de la crisis institucional del otoño pasado en Cataluña parece haberse saldado con un coste que a priori podría parecer limitado. Una o dos décimas no parecen mucho. Pero vuelvo a repetir, a costa de parecer pesado, que debemos tener una visión global para comprender que este coste sí es en cierto modo elevado. Gran parte del coste se asume en muy pocas semanas, en poco más de un mes con un eco en diciembre (mes de las elecciones). En este intervalo pequeño de tiempo, la economía catalana dejó de crecer entre una y dos décimas. De nuevo, extrapolado a un trimestre o a un año, nos ofrecería cifras muy relevantes.
Como anotación, de nuevo debemos entender que estas cifras hacen referencia solo al efecto a corto plazo de los eventos de otoño, considerando además que estas cifras no dejan de ser estimaciones. Es por ello que, aunque podemos estar bastante convencidos de que el procés, en su momento más tenso, pudo tener un coste económico, nunca será posible dar un dato que podamos considerar absolutamente fuera de duda, ya que aislar las causalidades en economía es una actividad sujeta a enormes incertidumbres. Con todo, y de momento, mi estimación preferida pasa a una horquilla de una o dos décimas de PIB.