16 de Septiembre de 2018, 21:33
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Por otro lado, con la disolución anticipada del Parlamento las elecciones andaluzas se celebrarían, muy probablemente, con anterioridad a la sentencia judicial del 'caso ERE' (con 22 ex altos cargos de la Junta en el banquillo, incluidos dos ex presidentes andaluces, Manuel Chaves y José Antonio Griñán). Según parece todo indicar, el final de la vista está previsto para finales de este año y la sentencia para febrero o marzo, coincidiendo, pues, con la campaña electoral en el caso de que los comicios no se adelantaran. Algo catastrófico, probablemente, para el PSOE. Ventajas para Ciudadanos La principal tiene que ver con el PP, su rival en el espacio ideológico de la derecha. Celebrar ahora las elecciones dificultaría a los 'populares' la posibilidad de elegir a un nuevo candidato. No es que los populares hayan manifestado su voluntad de cambiar de líder, pero el apoyo de Juan Manuel Moreno a la derrotada (y retirada de la política) Soraya Sáenz de Santamaría en las primarias que celebró el PP para elegir al nuevo presidente nacional del partido hace que, a sus modestos resultados (electorales y demoscópicos) sume su condición de no ser hombre de confianza de Pablo Casado. Por otro lado, unas elecciones andaluzas celebradas antes de fin de año podrían resituar a Ciudadanos en la competición electoral nacional. Desde que este partido consiguió ser la fuerza más votada en las elecciones catalanas de diciembre de 2017, la formación naranja no había dejado de crecer en las estimaciones de voto para el caso de unas elecciones generales hasta llegar a ser, durante varios meses consecutivos, según los sondeos de Metroscopia, la opción preferida por una mayoría de españoles. La exitosa moción de censura de Sánchez de junio pasado, junto con la elección de un nuevo líder del PP tras la dimisión de Rajoy, desubicó al partido de Albert Rivera. En este escenario, un buen resultado en Andalucía volvería a impulsar a Ciudadanos en el conjunto de España. Nuevo ciclo electoral En todo caso, sean ahora o sean en marzo del año que viene, las elecciones andaluzas vuelven a iniciar, como ya sucedió en 2015, un nuevo ciclo electoral en España. En aquel año, Díaz también disolvió anticipadamente el Parlamento (tras romper el pacto de Gobierno que mantenía con Izquierda Unida) y los comicios andaluces inauguraron un calendario electoral inédito (por la cantidad de elecciones a celebrar en tan corto periodo y por lo que estaba en juego en cada una de ellas). Tras las andaluzas, llegaron las municipales y autonómicas en mayo de 2015 (importantes porque en España los cambios en la política nacional han solido venir precedidos de terremotos, de mayor o menor intensidad, en los ámbitos locales y regionales). Posteriormente, en septiembre de ese año, las elecciones al Parlamento de Cataluña (con los partidos nacionalistas llevando en sus programas, por primera vez, una ruta independentista). Y, como colofón, elecciones generales en diciembre de 2015 (donde se iba a confirmar hasta qué punto cambiaba el sistema de partidos español). Ahora, el calendario electoral no va a ser muy diferente. Tras las andaluzas (sean en otoño de este año o a comienzos de la primavera de 20199 se celebrarán, a finales de mayo del próximo año, las municipales y autonómicas (en las comunidades que accedieron a la autonomía acogiéndose a los artículos 144 y 146 de la Constitución), las elecciones al Parlamento Europeo y, si no hay ningún sobresalto, el ciclo lo finalizarán las elecciones generales en junio del 2020. No hay que descartar que entremedias se cuelen unos comicios al Parlamento de Cataluña que, en principio, debieran celebrarse en junio de 2021. La coincidencia o cercanía de unas elecciones andaluzas con unas catalanas (que en estos momentos no parece probable) favorecería, en todo caso, a Ciudadanos: su discurso antinacionalista en Cataluña agrada por igual al electorado de centro-derecha tanto del norte como del sur del país. En todo caso, la cuestión es que en un clima de elevada volatilidad electoral (según ponían de manifiesto los sondeos de Metroscopia), de una gran indecisión y, por tanto, de una fuerte incertidumbre política, las elecciones andaluzas de marzo de 2015 se convirtieron en el laboratorio que iba a permitir despejar, si no todas, sí gran parte de las incógnitas que planeaban entonces sobre la vida política de nuestro país. Y, en efecto, aquellos comicios anticiparon, en gran medida, las tendencias electorales que iban a presentarse en las elecciones posteriores. A saber: el desgaste de los dos partidos tradicionales representantes del bipartidismo imperfecto español (PP y PSOE, y más del primero que del segundo); el empuje electoral de las dos formaciones emergentes (lejos de producirse el voto del vértigo que algunos analistas auguraban, los electores acabaron apoyando a los dos nuevos partidos tal y como venían manifestando en los sondeos); la desaparición de UPyD (Ciudadanos absorbió a la práctica totalidad de los votantes de la formación de Rosa Díez); la resistencia de Izquierda Unida (la formación rojiverde quedó por debajo de Podemos, pero logró aguantar el embate de la formación morada); y una mayor fragmentación política (con la entrada de las dos nuevas formaciones políticas, el número de partidos con representación aumentó en la mayoría de parlamentos y ayuntamientos). Posibles escenarios La pregunta pertinente es, si ahora las elecciones andaluzas anticipan otra vez, las principales tendencias de este nuevo ciclo electoral. En ese caso, ¿qué posibles escenarios podrían proporcionarnos pistas sobre el devenir político del próximo año?