26 de Marzo de 2019, 15:11
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La extrema fragilidad estatal del país y la porosidad de sus fronteras en el sur le convirtió en un destino clave para los flujos migratorios que huyen de situaciones adversas como las que se refieren a conflictos armados, crisis humanitarias, violencia o pobreza endémica procedentes del Sahel, del África subsahariana, occidental u oriental y de otras regiones como Oriente Medio. Sin embargo, el tráfico de seres humanos en Libia no es un fenómeno nuevo. El régimen de Gadafi favorecía a tribus y grupos aliados en el control de este tráfico ilícito y tras su caída, se abrió la competición por el control de las rutas del tráfico de personas. Economía (de guerra) Una de las consecuencias directas del conflicto ha sido el significativo deterioro que ha sufrido la economía libia. Así, en un país con un elevado porcentaje de población joven (aproximadamente un 30% tiene entre 0 y 14 años) y destacados niveles de desempleo y corrupción, son varios los factores que incrementan de forma acusada la vulnerabilidad de sus ciudadanos: Su bajo Índice de Desarrollo Humano (puesto 102º en 2015), su bajo PIB per cápita (puesto 130º en 2016), la gran dificultad para emprender negocios (ocupa el puesto el puesto 185º del Índice Doing Business, la elevada inflación, la baja confianza en el sector bancario, la falta de liquidez, la caída de las exportaciones de petróleo (clave para la economía libia) o el papel clave de la economía sumergida. Por su parte, la acción de organizaciones terroristas y el crimen organizado (y su interacción) facilitó la aparición de una economía informal y de guerra que explota al máximo posible los beneficios que genera la trata de personas que llegan a Libia a través de las diferentes rutas. En este contexto, individuos, redes, milicias, clanes tribales y comunidades compiten por la primacía del mercado ilícito de tráfico de inmigrantes, refugiados y personas en busca de asilo (por ejemplo, proporcionando alojamientos, transportes o realizando reventas). Según datos de Tim Eaton (en Libya´s War Economy. Predation, Profiteering and State Weakeness, de Chatham House, abril de 2018), el tráfico de seres humanos en Libia supuso 978 millones de doláres en 2016 (un 3,4 % del PIB del país en 2015). País de tránsito Desde 2016, Libia se ha convertido en el principal punto de concentración de personas procedentes de distintos orígenes que desean migrar a Europa a través de la conocida como ruta del Mediterráneo central.
Fuente: Comisión Europea
En este sentido, datos recientes (de marzo de 2018) de la Organización Internacional para las Migraciones (marzo de 2018) cifraban en 662.248 el número de personas que conformaban los flujos migratorios en Libia.
Durante su estancia en territorio libio, la vulnerabilidad de estas personas en tránsito es extrema y las que caen víctimas de las redes del tráfico de personas sufren con frecuencia todo tipo de vulneraciones de derechos humanos, explotación sexual, extorsión y demás vejaciones en centros de detención legales e ilegales y a lo largo y ancho del territorio libio.
Al respecto de la situación en Libia, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó las Resoluciones 2376 y 2380, en las que solicitaba establecer medidas más duras contra el tráfico de personas y la esclavitud moderna en el país.
Además, a principios de este mes el Consejo de Seguridad impuso por vez primera sanciones a seis individuos acusados de traficar con migrantes y refugiados desde Libia.
Asimismo, cabría destacar que tras el acuerdo de cooperación para la lucha contra la inmigración ilegal y el tráfico de seres firmado entre Libia e Italia a principios de 2017, el número de llegadas de personas a través del Mediterráneo se ha reducido, al igual que el número de muertes de los que se naufragan en el camino.
Pero esta circunstancia se debe a que este acuerdo bloquea la salida de personas hacia Italia, incrementando a su vez el poder de actores no estatales (como milicias armadas) o autoridades locales y guardia costera No se debe, pues, a que ataque las causas de las migraciones.
Fuente: Organización Internacional para las Migraciones