3 de Junio de 2018, 22:00
Dani Rodrik (Estambul, 1957) es uno de los economistas más influyentes del panorama político internacional. Profesor en la Harvard Kennedy School of Government, es un gran conocido en los medios españoles por sus análisis sobre la globalización, el comercio internacional y el papel del Estado en la gestión de la política económica.
[embed]https://www.youtube.com/watch?v=0Eo07AqACxw&feature=youtu.be[/embed] Contexto Económico pudo conversar con él durante la celebración del 34º Encuentro del Cercle d'Economía de Sitges en un momento decisivo para el devenir de España, en el que la imposición de aranceles por parte de Estados Unidos a algunos productos provenientes de la UE, el auge de los populismos en Europa y el cambio de Gobierno -y, por consiguiente, de orientación de la política económica- dibujan un escenario de cambio de ciclo. Comenzamos nuestro diálogo hablando de las amenazas de una nueva guerra comercial entre Europa y Estados Unidos. Rodrik es poco pesimista respecto a esta posibilidad, y plantea que es bastante posible que los movimientos de la última semana no sean sino un nuevo gesto de Trump de cara a sus bases electorales, que requerirá de una corrección posterior. Al hilo de esta reacción, Rodrik señala que el auge de los populismos responde a una reacción frente a la ausencia de ideas y propuestas coherentes por parte de la izquierda, que se ha visto atrapada en el concepto de gobernanza global, un marco erróneo, elitista, tecnocrático y poco democrático cuyos resultados han sido muy pobres. Para él, el efecto de la gobernanza global no puede sustituir a la profundización de las democracias nacionales. Al asumir ese marco, tanto los demócratas norteamericanos como los socialdemócratas europeos han perdido pie y, con ello, base y apoyos electorales.[Recibe diariamente los análisis de más actualidad en tu correo electrónico o en tu teléfono a través de nuestro canal de Telegram]
Frente a esta situación, Rodrik plantea un enfoque mucho más pragmático sobre cómo gestionar las economías globales. Reconoce que, lejos de estériles debates ideológicos, la política económica requiere de una acción efectiva del Estado, en el ámbito de la política industrial, la innovación y el diálogo con el sector privado. Los tiempos de confiar exclusivamente en el mercado han quedado atrás y los procesos de cambio estructural requieren de una acción decidida por parte del sector público. Y ésa es su principal recomendación para España: Rodrik no tiene soluciones fáciles para el futuro del euro, pues reconoce que es muy difícil encontrar un equilibrio entre una integración política, que le parece demasiado alejada en el tiempo, y una integración económica que ha llegado demasiado lejos y cuyo desmantelamiento supondría un coste inasumible para los estados miembros. En ese contexto, señala la importancia de acometer una nueva estrategia que permita acabar con la dualidad productiva de nuestro país, en la que grandes empresas multinacionales, con altas productividades y un desempeño comparable otras firmas punteras en el panorama internacional, subsisten con mercados locales muy fragmentados, precarios y poco productivos. Rodrik propone que el nuevo Gobierno acometa un diálogo nacional en el que las reformas del mercado sean contestadas con una mayor imbricación de nuestras multinacionales en nuestro tejido productivo. Las palabras de Rodrik caen bien ante el nuevo ciclo que se abre estos días. Los principios de política económica que defiende el nuevo Gobierno avanzan en una dirección similar a la planteada por él: los grandes retos del incremento de la productividad, de mitigar la dualidad de nuestra estructura productiva coexisten con la necesidad de resituar a España en un escenario internacional complejo y en permanente evolución. España necesita un fuerte impulso para ganar posiciones en la nueva economía del conocimiento, tanto desde el punto de vista de la innovación como de la cualificación de los recursos humanos y las reformas de mercado. Se abre ante nosotros una ventana de oportunidad que nos permita corregir algunos de los vicios más arraigados de nuestra economía. Para ello, es imprescindible recuperar la iniciativa del Estado en la gestión de la economía, algo por lo que Rodrik apuesta sin ambages. ¿Podrá el Gobierno de Pedro Sánchez plantear un modelo de política económica más acorde con estos principios? Las dificultades son conocidas y las fuerzas y el plazo, también. Pero si así fuera, cabe destacarse que el nuevo Ejecutivo no remaría contra el contexto internacional, sino que se incorporaría, por derecho propio, a un nuevo consenso sobre cómo gestionar nuestras economías. La alternativa ya la conocemos y no ha funcionado.